Las policías dañinas
¬ Augusto Corro lunes 1, Dic 2014Punto por punto
Augusto Corro
Hace muchos años las policías municipales eran aceptadas por la comunidad, sin mayor problema. Se vivía en paz. Ni siquiera se requería la presencia de los representantes de la ley.
Se podía caminar por las calles sin el temor de ser asaltado, secuestrado o asesinado. Pero los tiempos cambiaron. El narcotráfico llegó e inmediatamente empezaron a sentirse los estragos de la violencia.
Con los suficientes medios económicos, la delincuencia organizada se infiltró en los cuerpos policiacos, principalmente en los más débiles, como las policías municipales. A través de la corrupción en la mayoría de los casos, los uniformados se convirtieron en aliados de los narcos, que también decidieron incursionar en los delitos relacionados con la extorsión, los secuestros y los asesinatos.
Al principio, los uniformados actuaban como espías de los narcos y después empezaron a actuar como colaboradores activos y se involucraron en delitos mayores. La situación se agravó porque los presidentes municipales decidieron usar a las policías locales como instrumentos personales, en una relación de maldad, que sembró el terror en la población.
Ya son muchos años que el ciudadano vive en la intranquilidad y la zozobra, porque la seguridad se esfumó. La convivencia social se alteró y surgieron nuevos patrones de conducta. En algunos sitios salir por la noche trajo como consecuencias desenlaces fatales. Las policías dejaron de funcionar como protectoras de los ciudadanos.
Fueron tantos los delitos de los uniformados, que poco a poco nos acostumbramos a aceptar las malas noticias como algo irremediable. Sin embargo, la tragedia de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, nos sacudió. Nos despertó. Nos recordó el grado de peligro y la amenaza mortal de las acciones distorsionadas, ilegales, inhumanas de las policías municipales.
No podía conseguirse peor ejemplo de los enemigos de la sociedad que los practicados por los uniformados de Iguala y Cocula, Guerrero, que servían a los intereses del alcalde José Luis Abarca Velázquez, capo del cártel Guerreros Unidos, acusados de asesinar, calcinar y arrojar las cenizas de los normalistas al río. La gota que derramó el vaso de agua. La problemática que llevó a las autoridades federales a plantear la eliminación de las policías municipales. Se establecerán mandos únicos estatales.
Deberá efectuarse una atención integral a las policías en los estados, para evitar la repetición de casos como el acontecido en Iguala. Los gobernadores tendrán que comprometerse en materia de seguridad. Por lo menos, responsabilizarse del buen funcionamiento de los cuerpos policiacos. Interesarse más en las medidas preventivas para que les revienten las bombas en las manos.
En este tema de la seguridad se agotaron los tiempos y la pasividad. La población ya no desea escuchar discursos. A raíz de la desaparición de los normalistas, la sociedad demanda justicia y el fin de la impunidad. A estos reclamos, las autoridades de todos los niveles se encuentran obligadas a responder con un mayor compromiso. Nunca será tarde para aplicar la ley, que contamos con ella, pero que, por los motivos que sean, no se hace valer.
Se considera un paso importante la desaparición de las policías municipales, aunque ya provoca el enojo de los alcaldes, pues les cortan sus brazos ejecutores. Ahora, esperaremos los resultados de esas medidas urgentísimas que nos devuelvan la seguridad que se perdió cuando empezó la guerra fallida de Calderón contra el crimen organizado.
LA DANZA DE LOS CÍNICOS
El ex presidente Calderón acudió a su partido Acción Nacional para continuar con su programa de rehabilitación política. Claro, sin la presencia de su rival, el líder panista en receso, Gustavo Madero.
Con el pretexto de la crisis que vive México, el ex mandatario aprovechó la tribuna para despotricar contra la actuación de algunos gobernadores, que durante su sexenio se negaron a colaborar con él, en materia de lucha contra la delincuencia organizada.
Se refirió al ex gobernador de Guerrero, Angel Aguirre Rivero, quien en un acto público en Palacio llegó a decir que no era posible que en México se aspirara a tener una policía como la de Suiza.
¿Qué hizo Calderón para llamarle la atención al perredista Aguirre Rivero? Pues nada. Permitió que en Guerrero se cimentara el narco que desde entonces ya se dedicaba a extorsionar, secuestrar y asesinar. Calderón no le dio importancia a la espiral de violencia que se gestaba en aquella entidad.
Por su parte, Carlos Navarrete, el alicaído líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD) exigió la renuncia del Procurador Jesús Murillo Karam. Argumentó que el fiscal ya no tiene autoridad para dirigir las investigaciones por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Vaya manera de lavarse las manos del dirigente perredista. ¿Qué acaso no fueron “Los Chuchos” quienes apoyaron a José Luis Abarca Velázquez, en su candidatura para presidente municipal de Iguala?
¿No fue el propio Jesús Zambrano el que apoyó al ahora ex alcalde a huir de la justicia? O Navarrete se quiere pasar de vivo, o le quiere tomar el pelo a algún incauto. El cinismo y la demagogia van de la mano en el PRD.
¿Con que autoridad moral exige Carlos Navarrete la renuncia de Murillo Karam? ¿Ya somos un país de cínicos?