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Ramón Zurita Sahagún viernes 28, Nov 2014De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Los toreros y los políticos desarrollan carreras similares, donde su mayor debilidad es no cortarse la coleta a tiempo.
Eso ocurre con grandes figuras de la tauromaquia y de la clase política que arrastran su prestigio en los años postreros a sus glorias.
Antoñete (Antonio Chenel Albaladejo) fue un torero valiente, con amplio reconocimiento en los países en los que se practica la fiesta brava, quien nunca entendió que su primer retiro debió ser el definitivo.
Se cortó la coleta y reapareció, lo hizo nuevamente y consiguió algunos triunfos, pero decidió seguir en los ruedos a sus más de 60 años, provocando pena y generando escarnio.
Con los políticos sucede algo similar y la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano al PRD deja en claro algo que el propio ingeniero debió comprender hace tiempo.
El reconocimiento de su batalla por la democracia, su contribución al avance democrático del país, su quebrantamiento de las rígidas reglas políticas de antaño y su valor civil han quedado atrás por su empecinamiento por presidir un partido político, donde ya no tenía cabida.
Cuauhtémoc no es más ni menos que otros políticos que han transitado por el camino de la institucionalidad y que al no obtener los frutos requeridos prefirió emigrar a otros rumbos, en busca de los horizontes promisorios.
Él encabezó un movimiento tendente a romper con la hegemonía priísta que mantenía el control del poder político en el país desde casi sesenta años atrás. Cuauhtémoc y su padre, Lázaro, formaron parte de esos grupos de poder, con los que ya no coincidía el ingeniero luego de haber sido senador, subsecretario y gobernador, protegido por ese partido clasista y hegemónico.
Buscaba mayores alturas políticas y al cerrársele el camino en ese partido, decidió emigrar. Logró ser postulado hasta en tres ocasiones para la Presidencia de la República y se opuso a ceder la nominación a otros.
Se puso a la cabeza de un movimiento para crear un verdadero partido de izquierda y fue el primer presidente del mismo. Se mantuvo firme y no cedió cuando su antiguo socio de la Corriente Democrática y cofundador del Partido de la Revolución Democrática, Porfirio Muñoz Ledo, le disputó el liderazgo partidista y la candidatura presidencial
De esa forma se convirtió en el guía moral del partido del sol azteca y se alejó del mismo cuando surgió una figura que le competía por el liderazgo y hasta llegó a rebasarlo. El partido que fundó el ingeniero Cárdenas Solórzano reunió en su interior parte de lo que aborrecía del anterior en que militó, adoptando algunas figuras del pasado como fue el caudillismo.
Como figura honorable de la oposición, Cárdenas Solórzano continuó siendo una figura respetable, cuya opinión era escuchada y hasta ponderada en los temas referentes a reformas, especialmente las vinculadas a la vida democrática y a los energéticos, por haber sido su padre el expropiador del petróleo en el lejano 1938.
Se alejó de su antiguo pupilo, Andrés Manuel López Obrador, quien creció, al interior de la izquierda, por encima de su propio liderazgo y prefirió replegarse, hasta que el tabasqueño abandonó las filas del partido del sol azteca. Fue entonces cuando Cuauhtémoc Cárdenas observó la posibilidad de retomar el liderazgo extraviado y decidió recomponer su carrera política.
Considerando que el liderazgo emergente asumido por Nueva Izquierda (Los Chuchos) era sumamente endeble, Cuauhtémoc se propuso él mismo como futuro presidente del partido, a fin de reanudar el camino perdido.
Solamente que se puso exigente y condicionó su participación a que nadie más compitiera por el cargo, bajo el pretexto que no quería fracturar al partido, pero con el temor de ser derrotado y perder todo el prestigio acumulado al paso de los años.
Fue un duro revés para el ego del ingeniero ver que el aspirante más fuerte, el del grupo de Los Chuchos, Carlos Navarrete, decidía no retirarse y resultar electo como nuevo dirigente nacional del partido.
Ese fue el primer aviso para que el ingeniero comprendiera que sus mejores años políticos habían quedado atrás. Vino el segundo, cuando quiso participar en una de las primeras marchas de protesta por la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y el resultado fue terrible. Por primera vez en su vida, la presencia de Cuauhtémoc Cárdenas y de un pequeño grupo de sus seguidores fue rechazada por los manifestantes, por lo que sufrió una agresión que fue minimizada.
Viendo los vaivenes del PRD y la concentración del mando en un poderoso grupo (Los Chuchos), Cárdenas Solórzano intentó reactivar los caminos democráticos que dieron origen al partido y buscó a sus antiguos socios, Porfirio e Ifigenia, entre otros, pero ya no fue lo mismo. Los sucesos de Guerrero le ofrecieron otra oportunidad protagónica y entonces exigió a la dirigencia una mayor participación en los reclamos de la sociedad hacia las autoridades y en lo poco escrupulosos que han sido para seleccionar a los candidatos, por lo que pidió la renuncia de los dirigentes y como no lo consiguió, pues entonces renunció él mismo al partido que fundó.
MANDO ÚNICO
El tan esperado anuncio presidencial previsto desde unos días antes no trajo consigo la remoción de funcionarios, ni la llegada de otros más aptos, ya que se redujo a una serie de acciones y reformas, tendientes a mejorar la impartición y procuración de justicia en todo el país. Se trata de frenar la infiltración del crimen organizado y se elimina la figura de policías municipales, para concentrar todo en mandos estatales. El Presidente Enrique Peña Nieto anunció operativos especiales en Michoacán, Guerrero, Jalisco y Tamaulipas, los estados con mayor violencia en el país.