La izquierda, vapuleada
¬ Augusto Corro miércoles 12, Nov 2014Punto por punto
Augusto Corro
El desprestigio alcanzó a la cúpula política del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Sus dirigentes son repudiados por una sociedad que los relaciona ampliamente con la pareja imperial de Iguala y con el inepto gobernador de Guerrero. Ambos ex funcionarios llegaron al poder con el apoyo de la tribu Nueva Izquierda (NI) que dirigen “Los Chuchos”, Jesús Zambrano y Jesús Ortega, quien manda.
El alcalde, José Luis Abarca Velázquez, y su esposa María de los Ángeles Pineda Villa, son acusados por la agresión contra los estudiantes, que arrojó la desaparición y muerte de los 43 normalistas de Ayotzinapa. En la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre también murieron seis personas alcanzadas por las balas de la policía municipal represora.
A raíz de los sucesos trágicos en Guerrero, la imagen del PRD cayó estrepitosamente y ahora se encuentra por los suelos. Sus líderes son echados de los lugares públicos con los gritos que los califican de asesinos. El líder moral de ese partido, Cuauhtémoc Cárdenas, una figura respetable en la política izquierdista, fue agredido por los manifestantes que demandaban la aparición con vida de los normalistas.
Ese hecho auguraba una pesadilla que se repetirá en los lugares públicos donde se encuentre un dirigente perredista. Jesús Zambrano, el ex dirigente amarillo, ya recibió su dosis de repudio. Los estudiantes universitarios lo echaron con los gritos de “asesino” y de” fuera el PRD” cuando se encontraba en las instalaciones de la UNAM. “El Chucho” salió con la cola entre las patas.
Anteayer, el senador perredista, Alejandro Encinas, recibió el mismo trato que Cuauhtémoc y Zambrano. Un grupo de manifestantes del presuntamente del Frente Popular Revolucionario, lo atacó con agua, golpes y gritos de asesino, cuando se encontraba en una cafetería de Xalapa, Veracruz. El legislador escuchó la consigna de los rijosos: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Esos hechos violentos contra representantes del PRD reflejan que en el caso de Iguala ese instituto político no se distinguió como un defensor de los humildes, de los derechos humanos, de formarse en las filas a favor de las causas populares. De un plumazo se olvidaron de sus principios.
LOS ANTECEDENTES
La matanza de los 43 normalistas cambiará radicalmente la vida política del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Inclusive se habla ya de su posible desaparición. La cúpula perredista apostó a perder y lo logró: Ahora su situación es crítica, porque se cubrió de desprestigio, de deshonra y de cinismo.
Antes de las atrocidades de Iguala, en ese organismo político ya se contemplaba su reconstrucción, pues se encontraba inmerso en una pugna interna que apuntaba a mayor divisionismo. Tras la derrota en las elecciones presidenciales del 2012, los dirigentes del sol azteca debilitaron a su partido. Buscaban nuevas estrategias para revivir al PRD que desde entonces agoniza.
Sin embargo, su acercamiento al gobierno federal que empezó con el Pacto por México, terminó por enfrentarlos.
Llegó la fecha para renovar la dirigencia partidista y la guerra continuaba. Manejaron la demagogia para convencer a sus correligionarios sobre la necesidad de llegar a las elecciones con un candidato de unidad.
Se trataba, supuestamente, de dejar la pésima imagen de rijosos, de superar su naturaleza conflictiva, que tanto daño les causaba. Se buscó que una persona con autoridad moral, como la de Cuauhtémoc Cárdenas, participará en la contienda electoral, en calidad de candidato único, para mandar una imagen de unidad a la sociedad.
No funcionó la estrategia planteada en la mentirá. “Los Chuchos” ya tenían a su candidato propio, que al final resultó triunfador. Carlos Navarrete, de la tribu Nueva Izquierda (NI) ganó las elecciones y un tigre. Al líder, recién desempacado como presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRD, le estalló en las manos el caso de Iguala.
MAYOR DESPRESTIGIO
La desaparición de los normalistas de Ayotzinapa afectó directamente al PRD, pues el candidato perredista, José Luis Abarca Velázquez, llegó al poder apoyado por la tribu Nueva Izquierda (NI), de “Los Chuchos”.
Y lo mismo ocurrió con Ángel Aguirre Rivero, quien ganó la gubernatura, gracias al PRD y al Partido Acción Nacional, en una de esas coaliciones políticas, en las que se mezclan el agua con el aceite.
A unos cuantos días de la tragedia de Iguala, Navarrete pretendió, lejos del sentido común, superar la problemática de los jóvenes desaparecidos, con una solicitud de perdón a los guerrerenses. No le resultó.
Tampoco le valió erigirse en protector del gobernador, quien se vio obligado a solicitar una licencia para dejar el cargo. Luego hubo más errores por la dirigencia perredista como aquél que señala a Jesús Zambrano como asesor en la fuga del alcalde igualteco. Este, según se informó, fue capturado, junto con su esposa, en un bastión del sol azteca: Iztapalapa.
Con las investigaciones se conocerá a fondo la relación entre la cúpula perredista y la pareja imperial de Iguala. Mientras, los dirigentes perredistas padecen el repudio de la sociedad.