Retirada
Ángel Soriano martes 26, Ene 2010Desde el portal
Ángel Soriano
La salida del Ejército de Ciudad Juárez y la toma del control de la plaza por efectivos de la Policía Federal ha sido una retirada estratégica ante el creciente desprestigio de las Fuerzas Armadas y los riesgos de debilitamiento en lo que es considerado el principal sostén de nuestras instituciones y garantía de estabilidad social.
Porque nadie puede negar que es el Ejército es la única organización con presencia y autoridad contundente en el territorio nacional, que domina todo el escenario y todavía goza de prestigio y confianza, a excepción de los excesos de la tropa en incursiones a comunidades alejadas donde han cometido atropellos en el combate al narcotráfico.
Si de los pueblos lejanos han ido a ocupar ciudades importantes como Juárez u ocupar estados enteros como es el caso de Michoacán, donde se han denunciado violaciones a los derechos humanos y detención de inocentes, ha sido por una encomienda difícil en el que la tropa ha sido enviado literalmente a una guerra contra un enemigo interno que goza de recursos financieros y tecnológicos con capacidad de hacerles frente, pero en esa batalla está de por medio de la credibilidad del mismo Estado mexicano.
Ante la multiplicación de denuncias por atropellos de los soldados y oficiales, que han sido motivo de escándalo mundial, ha sido una medida adecuada sustituir a los militares por la Policía Federal, que cuenta con facultades legales y armamento suficiente para cumplir la tarea, lo cual ha sido bien vista por un amplio sector de la población.
Evidentemente, en esta lucha intervienen diferencias políticas y tácticas policiacas respecto al combate al narcotráfico. Diferencias entre los mandos de la Marina y el Ejército, entre la PFP y la PGR, las policías estatales y municipales, la de los gobernadores y la secretaría de Gobernación, que componen un cuadro complicado y en algunas ocasiones de falta de coordinación en una actividad de esta magnitud.
Si al inicio de la actual administración la salida de los cuarteles de las tropas para dar el combate al narco en sus madrigueras se vio como una demostración de autoridad y de pleno ejercicio del poder del Estado, hubo quienes señalaron sus riesgos, que se hicieron presentes, pero hoy la retirada se da si no en un momento oportuno, sí todavía en condiciones de dignidad del Ejército Mexicano.
Los atropellos a los ciudadanos, las acusaciones persistentes dentro y fuera del territorio nacional por violaciones múltiples a los derechos fundamentales, y la paulatina pérdida de confianza por desviaciones de algunos jefes militares, suponemos, hizo cambiar la estrategia en el combate al crimen organizado -aunque de ninguna manera se puede afirmar que es definitivo o que quedará al margen de su deber- para quedar en reserva y acudir al llamado cuando sea necesario.
En los hechos ocurridos en Cuernavaca, en semanas pasadas, hubo un adelanto de que la milicia no tenía toda la responsabilidad en esta tarea.
Ahora, con su salida de la principal plaza que es Juárez, se confirma que el Ejército está fuera de la batalla; se espera que la PFP cumpla con esa responsabilidad confiado, pues es una oportunidad para recuperar la confianza en las policías por cuya ineficacia el narco corrompió la autoridad y se apoderó de gran parte del territorio nacional.
Estamos pues, ante una nueva etapa de la seguridad nacional.