Incredulidad
Ramón Zurita Sahagún lunes 10, Nov 2014De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Algo sucede en el país que desde hace varias décadas surgió un sentimiento de incredulidad hacia las verdades emanadas de las autoridades.
Es cierto que durante muchos años, fueron los entonces gobernantes los que nos acostumbraron a no creerles que ahora por más explicaciones que se nos dan y con pruebas fehacientes de que es cierto lo que nos dicen, simplemente no les creemos.
Fueron muchas las mentiras que lastimaron a la ciudadanía y que impactaron en el desarrollo del país que, a la fecha, las dudas surgen por todas partes.
No importa el asunto del que se trate, simplemente algunos sectores de la sociedad no confían en las palabras emitidas por la autoridad, ni el terreno en el que se dicen.
En el pasado reciente nos engañaron y nos acostumbraron, en muchos de los casos, a que la versión dada por la autoridad siempre en sentido contrario de la realidad.
Así sucedió durante muchos lustros con un tema de gran impacto entre la población, el de las devaluaciones.
Mientras más insistían las autoridades en que la moneda estaba firme y que no ocurrirían devaluaciones de ningún tipo, más se producían éstas y más frágil quedaba la economía del país y la propia de sus pobladores.
La defensa del peso como perro y otras expresiones, no dejaron de ser simples anécdotas, ya que se convirtió en costumbre que al final de cada sexenio la moneda (peso) se iba en picada.
Fue hasta que idearon el sistema de flotación del peso que las cosas cambiaron de cierta forma, en ese aspecto.
Los casos de políticos acusados de diversos ilícitos y absueltos rápidamente o ni siquiera procesados generó todavía mayor escepticismo entre la ciudadanía que ve con asombro como la justicia se aplica con energía en algunos casos y en otros resulta ser demasiado laxa.
Promesas incumplidas de campaña, gobiernos sin compromiso y sin resultados, abusos y excesos de los gobernantes, mala aplicación de las leyes y un sistema judicial corrompida en exceso, forman parte de esas razones por las que la población mantiene dudas y se muestra incrédula, a pesar de que las autoridades den pelos y señales de lo que hablan.
Ante este escenario, no son pocos los que ven con recelo el anuncio del Procurador General de Justicia, Jesús Murillo Karam, sobre la posible suerte corrida por los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, a finales del mes de septiembre.
Cauto fue el hidalguense durante la conferencia de prensa ofrecida sobre el tema, pero duro, cortante y sumamente frío al exponer los datos concretos de la investigación realizada por la dependencia a su cargo.
Para muchos no fue lo explicativo que debió ser, para otros sembró más dudas que las ya existentes, para otros se extralimitó en sus respuestas secas, la mayor parte de ellas.
Y es que pasaron más de 30 días para que la autoridad diera las primeras muestras del trabajo realizado, el que durante esas casi cinco semanas fue sumamente cuestionado.
Las evidencias mostradas no despejaron la incógnita de si son o no ellos y presentó declaraciones de tres sujetos detenidos, los que se adjudican la ejecución y calcinación de los estudiantes normalistas.
Es cierto que la tendencia general de creencia es que los estudiantes fueron victimados por la delincuencia, aunque la familia de ellos mantiene la esperanza de vida.
Con todo y ello, sin las pruebas fehacientes de lo sucedido con ellos y basándose en las declaraciones de los delincuentes y manifestando que será sumamente difícil la identificación de las presuntas víctimas que Murillo Karam decidió dar la cara.
Ahora se procederá con los restos calcinados y uno que otro resto óseos para intentar identificar, mediante el ADN, si son o no de los 43 desaparecidos de Iguala.
Pero en este asunto, hay una parte que el gobierno deberá analizar a fondo y es la correspondiente al cómo recuperar la credibilidad de la población en temas torales.
El mismo viernes se le cuestionaba al titular de la PGR el por qué la autoridad federal tardó tanto tiempo en responder ante este espinoso asunto.
Su respuesta fue lacónica, fueron diez días y son los correspondientes, ya que antes de ello son las autoridades locales las encargadas de iniciar la investigación y las averiguaciones.
Una respuesta que heló la sangre de los presentes en la conferencia de prensa fue acerca del por qué las autoridades militares y federales ahí presentes (en Iguala) la noche de los acontecimientos no participó, con todo y la cercanía de sus destacamentos.
Murillo Karam dijo, los militares atienden por medio de órdenes y lo hacen del lado de la autoridad, por lo que hubiese sido un desastre peor su participación, mientras que los federales, eran apenas un destacamento que no hubiese podido controlar la situación.
Y es aquí cuando los ciudadanos nos preguntamos y entonces para qué tanto desplazamiento de las fuerzas armadas y creación de policías más competentes si no es para atender las grandes contingencias.
Es entonces cuando el recuerdo de Tlatlaya vuelve a la mente y el escalofrío recorre el cuerpo y se mantienen las dudas existentes.
Si algo exaltó aún más la molestia y coraje de los familiares de los desparecidos fue esa expresión del titular de la PGR que se encuentra cansado, ya que quienes nos encontramos cansados y hartos de tantas mentiras somos la sociedad, que esperamos amplias respuestas de muchas dudas, preguntas y cuestionamientos que se le hacen a la autoridad.