No ¡no creemos!
Francisco Rodríguez lunes 10, Nov 2014Índice político
Francisco Rodríguez
¿Sí o no? ¿Son o no son? ¿De verdad los incineraron? ¿No son ellos porque no hay pruebas concluyentes?¿En serio se deshacían, se convertían en polvo, los dientes encontrados entre cenizas, en bolsas de plástico, rescatadas del lecho de un río? ¿Qué criminal se toma el cuidado de recoger los restos cremados y después empaquetarlos?
La conferencia de prensa en la PGR incendió los ánimos de la opinión pública y de miles de activistas en el país. Puede considerarse, de entrada, como la mayor provocación en los últimos 45 días. De ahora en adelante, no habrá forma de “escurrir el bulto “en el tratamiento frontal de este caso.
Ofendieron el sentido común de la nación. Insultaron la inteligencia de los mexicanos. Las autoridades se exhibieron en su completa desnudez e indefensión. Otorgaron involuntariamente la razón a todos los perseguidos por venganza en este sexenio. No ¡No se puede regarla tanto!
Ya no se valdrá seguir, desde el Estado, “administrando la investigación”. Tocaron fondo en la paciencia colectiva. No puede convocarse a la prensa, nacional e internacional, para decir que (declararon los sicarios) los calcinaron, pero como no se tienen pruebas, ¡todavía pueden estar vivos! Ni el inspector Clouseau, en la serie “La pantera rosa”, se aventaría tamaño gazapo.
No ayudó el tono desenfadado, primero; enfadado, después, del fiscal. El hastío de la última de sus frases captada por los micrófonos dio rienda suelta a una tendencia en redes sociales: #YaMeCansé. De la injusticia. Del hambre. De la pobreza. De las promesas incumplidas. De la sumisión ante los poderosos económicos de aquí y de afuera…
Se armó la trampa perfecta, para no salir de ella dentro de quién sabe cuántos años. El gobierno se puso camisa de fuerza y esparadrapo a modo para sellar su inmovilidad y su pasmo. Lástima de sistema de procuración e impartición de justicia que utiliza el goteo de los datos para ocupar espacios y acabar enredándose solito.
Si la orden era “cerrar” el asunto, éste se “abrió”, con el complemento de la prisa por liquidar también el de Tlatlaya. Ningún objetivo se logró. Inaudito. Deletéreo. Desaseado.
El colmo de la impericia. El juez Primero de lo penal obsequió el auto de formal prisión contra los siete militares que pagaron el pato de sus superiores, consignándolos por el melifluo delito de “ejercicio indebido del servicio público” (así llama ahora el Poder Judicial a los salvajes asesinatos colectivos).
Si la intención era cerrar ambos casos en medios de comunicación y ante los padres de familia, lo que se logró fue la irritación y la desesperación colectiva.
Liberaron a Noemí Berumen, porque su delito no es grave (sólo encubrió a dos multiasesinos!).
¿OMISIÓN O COMPLICIDAD?
Las “revelaciones” de la PGR no son evidencia de nada. No hay análisis contextualizado, no se precisan responsabilidades de cómplices y ejecutores, no hay interpretación jerarquizada de hechos, como demanda toda averiguación de barandilla. No sirven para nada, menos para atenuar los ánimos.
Mientras no haya pruebas plenas de las sandeces que sostienen, dicen los padres de familia de las víctimas, sus hijos continuarán desaparecidos, vivos. Para colmo, ya no le creerán nada a la autoridad. ¡Sólo a los forenses argentinos!
En lugar de pruebas plenas, hay “administración” de los datos del conflicto, suficientemente sabidos por la opinión pública. La gente no quiere oír más los detalles de la masacre, quiere el resultado de 45 días de investigaciones. Quiere saber la tarea del fiscal. Si no se los dan, la gente intuye omisión, complicidad.
Se ponen “de a pechito” para que hasta los partidos implicados en la masacre se horroricen de la ineficiencia y de la estulticia. Encinas, Navarrete y esa banda criminal conocida como “Los Chuchos”, están escandalizados por la tortura comunicativa.
Con base en esas sesudas conferencias de prensa y con las aprehensiones “montadas” se puede lograr la absolución de Abarca, de “El Gordo” Aguirre, la consorte familiar de los dos mafiosos, el jefe de la policía de Iguala, “Los Rojos”, “Los Guerreros Unidos” y hasta del cártel “Nueva Generación”. Todos juntos o por separado. ¿Y la ley? ¡Bien, gracias!
La sorna y el escarnio en los medios, desatada. No hay manera de parar este desaguisado. El grito desaforado es frenar corrupción e impunidad. Así como vamos, ¡quién sabe! Cómo dijo el fiscal: ¡estamos cansados! Quisiéramos renunciar a seguir ocupándonos de esta noticia, pero… ¡es lo que somos!
INCREDULIDAD Y RABIA
La conferencia de prensa ofrecida la tarde del viernes en la sede de la Procuraduría General de la República, dejó más dudas que respuestas.
No. No creemos que esas cenizas sean los 43 muchachos. No creemos que esas cenizas hayan sido producidas por una pira al aire libre, pues los crematorios requieren de temperaturas superiores a los 800, a los 900 grados centígrados para en un par de horas incinerar cadáveres, y una hoguera no alcanza esos temples ni en las 12 horas que, dicen, tardó en convertir en cenizas a los jóvenes.
No. No creemos que los dientes se deshicieran, se convirtieran en polvo, porque resisten hasta los mil 200 grados centígrados para desintegrarse. No creemos que los forenses argentinos hayan avalado ninguna de esas versiones.
No. No creemos en el timing. ¡No creemos que esas cenizas sean nuestros 43 muchachos muertos! No. ¡No creemos!
Índice Flamígero: “Dios por aquí no pasó”, es el título de la colaboración para este lunes de don Alfredo Álvarez Barrón: “Ya es un hecho: los cuerpos de los 43 normalistas desaparecidos jamás serán encontrados, pues se ha informado que según todos los indicios obtenidos durante las investigaciones, los estudiantes fueron asesinados y posteriormente calcinados en un basurero de Cocula. Y El Poeta del Nopal remata: “Un interminable grito / por las almas desdichadas, / una plegaria gastada / que se oiga hasta el infinito, / un inenarrable rito / con un resultado atroz; / y con un hilo de voz, / en esta tierra de nadie, / ante la absurda barbarie / pregunto: ¿Dónde está Dios?”. + + + Y don Francisco A. Servín de Alba envía: “Iguala es México / Camino desvelado, por velas de paciencia / que nunca se derriten. / Nubes que contienen años de reclamos, / forman la planicie que arde por sequía. / Atronador sigilo del mismo campanero, / despierta bruscamente la comunal memoria. / Cenizas del olvido, que el viento no se lleva”.