Javier Mina
¬ Humberto Matalí Hernández lunes 19, Sep 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Cayó, herido por la espalda, tras proferir la queja
de que se le diese la muerte de un traidor.
Martín L. Guzmán. / “Javier Mina. Héroe de España y México”.
Sin duda alguna, en la literatura mexicana del siglo XX Martín Luis Guzmán (1887-1976) es uno de los mejores prosistas. Quizás lo supera Alfonso Reyes, pero no en el manejo de las emociones humanas y la descripción de ambientes, que denotan un extraordinario manejo del lenguaje. Como escritor y periodista, don Martín Luis Guzmán supera el controvertido político oficialista al que dedicó parte de su vida.
La novela histórica “Javier Mina. Héroe de España y México” marca la evolución, de Martín Luis Guzmán, al abordar la biografía novelada, sin alterar datos ni acciones reales con la imaginación, como sucede con los escritores de novelas históricas, de moda en los últimos años, en donde en torno de un personaje real, se laboran situaciones noveladas, resultado de la imaginación del autor. Estilo que exige un profundo trabajo de investigación.
Antes de “Javier Mina”, don Martín Luis publicó novelas y desde luego ensayos políticos, además de ejercer el periodismo político. Destacan las novelas sobre la Revolución Mexicana, “La sombra del caudillo” y “El águila y la serpiente”. El importante documento narrativo “Memorias de Pancho Villa” es posterior a “Javier Mina”. Creada con el estilo de escribir la historia sin incorporar el trabajo creativo del escritor, pero aporta el estilo de novela al texto.
Entre los contrastes como escritor de Martín Luis Guzmán resalta que, tanto en “Memorias de Pancho Villa”, “La sombra del caudillo” y “El águila y la serpiente”, de tema revolucionario, el lenguaje rudo y lépero de esa época es substituido por puntos suspensivos o por palabras truncas. Seguramente resultado de los resabios de la educación conservadora de fines del porfirismo, además de pertenecer al Ateneo de la Juventud, después de estudiar en la Escuela Preparatoria recién fundada por el maestro Gabino Barreda.
Ya como político, fue director de la Comisión del Texto Gratuito, pero en el Movimiento del 68, su comportamiento es contradictorio con sus experiencias revolucionarias. Como legislador oficioso condenó las demandas juveniles. Durante el exilio en España, a donde se refugia en l920, ahí escribe “El águila y la serpiente”, “Aventuras democráticas” y su mejor novela “La sombra del caudillo” además trae la primera versión de la biografía novelada sobre Francisco Javier Mina. En ella resalta la investigación histórica sobre la vida del héroe nacido en Otano, Navarra en 1789 y fusilado en México en 1817. En la investigación sobre el luchador independentista, hay una curiosidad. Mientras que enciclopedias y textos de historia de México, lo llaman Francisco Javier, el escritor lo consiga a lo largo de la obra como Martín Javier Mina. Explica que el Martín se le impuso porque era el nombre del padrino, además San Martín es uno de los cinco santos predilectos de la región de Navarra.
Sobre el activismo político y libertario de Mina, Martín Luis Guzmán investigó como se inició y con excelente prosa describe: “Quiso el azar, en parte al menos, que Mina parase mientes en sucesos políticos cuando apenas tenía 18 años. Poco después de iniciados sus estudios se había hecho de un amigo, o, más exactamente de un protector: el coronel retirado Juan Carlos de Aréizaga. Éste, soldado por afición y de no escasos merecimientos -tendría 50 años, lo habían herido en Argel, había peleado en Francia contra los ejércitos de la República-, seguía con mucho interés las guerras europeas de entonces; su amistad, pues, no sólo valió a Mina frecuentes consejos y una que otra ayuda…” y así continua la descripción de las influencias del joven que se transformaría en guerrillero en España y México.
Los afanes libertarios impulsan a Mina, después de ser derrotado, cae prisionero durante cuatro años, para ser liberado durante la ocupación de París por el zar Alejandro. Decide continuar con los empeños de las luchas independentistas. En esos afanes llega a América. Esa resolución es descrita por Guzmán:
“…Mina decidió convencido de proseguir en Ultramar la guerra que en la península tenía jurada a los absolutistas. Lord Holland lo puso en relaciones con un general norteamericano, Winfield Scott, que se apresuró a ponderarle, casi oficialmente, la ayuda que encontraría en los Estados Unidos una expedición destinada a liberar a México…”.
Se unen dos personajes importantes en la lucha de independencia mexicana: Javier Mina y Fray Servando Teresa de Mier, que junto con otros partidarios de la libertad y varios aventureros y cazadores de fortuna entre ellos, se embarcan rumbo al continente americano el 5 de mayo de l816. Se inicia la última etapa de la vida del militar. Los meses en México significaron importantes acciones de guerra, pero con las interesantes intrigas y maniobras que significaron el llegar a Tamaulipas, en un barco fletado y con armas compradas en Estados Unidos.
La investigación de Martín Luis Guzmán es completa y muy detallada sobre las batallas y acciones militares, así como la forma en que Mina cae prisionero, para ser fusilado en noviembre de l817: “El 11 de noviembre, día de San Martín, una escolta condujo a Mina desde el cuartel general del ejército hasta el crestón del cerro del Bellaco. Eran las cuatro de la tarde. Los dos campos enemigos, suspendidas como de común acuerdo las hostilidades, guardaban silencio profundo. Acompañado por el capellán del Primer Batallón de Zaragoza, Mina apareció mostrando gran tranquilidad y compostura. “No me hagáis sufrir”, dijo a los soldados escogidos para el fusilamiento”.
El Bicentenario que se celebra en este año está convertido en escaparate de estulticias y torpezas gubernamentales, como las tonterías de necrofilia patriotera, más vale que esos funcionarios lean, la mayoría por primera vez, esta extraordinaria novela histórica y tendrán la oportunidad de aprender de los hombres que construyeron al país. Lo mismo sucede con el supuesto arco conmemorativo de la Independencia, transformado en una flecha y quizás hasta en simple obelisco, por obra y gracia de un oscuro concurso entre arquitectos, con el menos claro voto o intervención del jefe de gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard. Una vez más se muestra fiel a la tradición de los políticos mexicanos de no hacer honesto, por más simple que sea, un concurso, ya sea de obras, de monumentos o hasta de la reina del fin de cursos de una escuela. Donde meten la garra se torna sospechoso.