La cosecha del desprestigio
¬ Augusto Corro viernes 10, Oct 2014Punto por punto
Augusto Corro
Miles de personas marcharon el miércoles para exigir que les devuelvan con vida a los 43 normalistas de Ayotzinapa, levantados por la fuerza pública de Iguala. Los manifestantes también demandaron el castigo a las autoridades que ordenaron la agresión cruenta contra los estudiantes.
Como se informó la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre, narcopolicías municipales y sicarios balacearon a los normalistas: perdieron la vida 3 jóvenes, un futbolista y dos personas más.
Desde aquella fecha, en los principales partidos de izquierda se inició una serie de acusaciones y descalificaciones para salir lo mejor librados posibles de los hechos salvajes en aquel municipio guerrerense.
Sin embargo, poco o nada podrán hacer los dirigentes perredistas para sacudirse el desprestigio que los daña, porque tuvieron en sus manos la manera de evitar el daño a los normalistas, pero no lo hicieron.
El presidente municipal José Luis Abarca Velázquez fue acusado de asesinato ante la dirigencia perredista, peo esta ni por equivocación intentó atender la denuncia. Con su omisión fortaleció la imagen política del alcalde. Tampoco la cúpula perredista pudo influir en el gobernador Ángel Aguirre para que se brindara una mejor atención a los estudiantes, con presupuestos suficientes para una calidad de vida digna en el internado de Ayotzinapa.
La historia de las relaciones entre normalistas y gobierno estatal se llenó de encuentros negativos y represivos. El 12 de diciembre de 2011, una manifestación de estudiantes fue agredida por la policía. Dos estudiantes murieron. Ninguno de los asesinos fue encarcelado.
SOLIDARIOS CON EL ALCALDE Y EL GOBERNADOR
En la cúpula perredista no se entendió la matanza y la desaparición de los normalistas. Los hechos cruentos fueron colocados en la lista de los crímenes cotidianos, sin importancia alguna. Sumidos en la insensibilidad político, la cúpula de amarillos, encabezada por el recién ungido líder nacional, fue a Iguala a pedir perdón por el error de llevar a la presidencia municipal a un delincuente.
Ese acto fue acremente criticado por su dosis de demagogia que no les dijo nada a los desesperados padres de familia que buscan a sus hijos desaparecidos, con la esperanza que se los devuelvan con vida.
El desprestigio de la izquierda se agudiza porque en la masacre de Iguala no tuvo una actitud firme y decidida para que el gobernador Aguirre Rivero renunciara, por su ineptitud, a la gubernatura. Sin excepción, los perredistas apoyaron a Aguirre Rivero y a Abarca Velázquez y la prueba es que ganaron la gubernatura y la alcaldía respectivamente. Los amarillos se sintieron ufanos y triunfadores.
En esta cadena de hechos criticables apareció el impresentable René Bejarano a sacar raja de la tragedia. Se erigió en acusador de “Los Chuchos” que no hicieron caso de la acusación de asesinato contra el ahora prófugo alcalde de Iguala. Y buscó la intervención de los dirigentes perredistas para atendieran la denuncia que involucraba a Abarca Velázquez en el homicidio de Arturo Hernández, un igualteco perredista. “Los Chuchos” ignoraron a “El Señor de las Ligas”, que ahora pretende asumir el papel de acusador.
¿Y LÓPEZ OBRADOR?
Y ya que estamos con el tema de la izquierda, el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) hizo mutis y no tuvo los pronunciamientos de condena contra los perredistas de Iguala y el gobierno de Guerrero, por la matanza y la desaparición de los 43 normalistas.
Sin duda, se esperaba la voz del principal representante de la izquierda, pero prefirió guardar silencio. Sólo se atrevió a redactar un tuit, ambiguo, sin la reflexión necesaria. Con motivo del repudio de manifestantes a Cuauhtémoc Cárdenas, escribió: “Repruebo la agresión al Ing. Cárdenas. Estamos tristes e indignados por los crímenes de los jóvenes, pero no admitimos la falta de respeto”. Por lo menos, el ingeniero tuvo la osadía de sumarse a la marcha de manifestantes, pero López Obrador ni siquiera asomó la cabeza.
En sus palabras, el tabasqueño puso al nivel de la matanza y la desaparición de los normalistas la falta de respeto a Cárdenas. O sea, que la falta de respeto es lo más grave que pudiera suceder a un político.
Por cierto, el ingeniero Cárdenas dejó de ser el líder “moral” desde hace varios años. Sus pugnas internas en el PRD y su traición al propio López Obrador le restaron simpatías de los radicales de izquierda.
Como señalamos arriba, el mencionado ingeniero Cárdenas participó en la marcha de repudio por la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, Guerrero. Cuando él y Adolfo Gilly, el historiador intentaron subir al templete del Zócalo fueron agredidos. Los manifestantes rodearon al ex candidato presidencial y les arrojaron botellas de agua. El desprestigio perredista alcanzó al fundador del partido que, dicho sea de paso, se encuentra a la deriva, luego de la masacre y desaparición de los 43 normalistas en Iguala.