Más allá de las grandes ciudades
¬ José Antonio López Sosa jueves 9, Oct 2014Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Kelowna, Canadá.- Cuando pensamos en Canadá posiblemente vengan a nuestra mente las grandes urbes que son ícono de este gran país: Vancouver, Toronto, Montréal; sin embargo, más allá de estos grandes ejemplos de la historia y el acontecer canadiense, existe otra mirada con relación a la vida en la provincia canadiense, lugares y pequeñas ciudades que pese a no tener la exposición mediática y pública de aquellas, tienen secretos muy bien guardados que transportan en el tiempo y el espacio a los viajeros que llegan a sus tierras.
El valle de Okanagan es ejemplo de ello, además de la pujante industria vinícola —de la cual hemos hablando en los días pasados en este espacio— la región representa innumerables experiencias para quien visita estos rincones, climas cálidos en el verano —rondando los 40 grados Celsius al sur y los 30 al norte—, primaveras y otoños muy agradables e inviernos con temperaturas que rondan la congelación sin llegar al extremo de Alberta o Quebec.
Lo que fuese hace décadas una zona agrícola se ha transformado en un rincón turístico con toda la infraestructura material y humana que combina esa vida en el campo, la producción de alimentos y la calidad de vida.
Desde la frontera sur con los Estados Unidos en Osoyoos (con la gran herencia indígena que se conserva en sus centros culturales), pasando por Oliver, las cascadas de Okanagan, Penticton, Summerland, Peachland y Kelowna, esta franja lacustre se ha convertido en un corredor turístico de alto nivel, muy cerca de Vancouver, la segunda ciudad más importante de Canadá.
Kelowna tiene un aeropuerto internacional que además de estar perfectamente conectado con el resto de Canadá, tiene vuelos procedentes de Seattle, San Francisco y en temporada invernal, desde Cancún, Los Cabos, Puerto Vallarta, Mazatlán, Ixtapa Zihuatanejo y Huatulco.
Poco hemos aprovechado quienes vivimos en México estos vuelos —sobre todo de la aerolínea West Jet— que regresan vacíos luego de llevar a canadienses a las playas mexicanas, siendo una buena oportunidad de conocer el invierno norteamericano en esta majestuosa región.
La gastronomía es algo distintivo, diversos chefs de Canadá y algunas regiones de Europa se dan cita en este valle para combinar la alta escuela culinaria con los ingredientes locales —en muchos casos orgánicos— que se cosechan en estas tierras, con un auténtico “de la granja a la mesa” que no sólo queda en el discurso o en el eslogan, sino en la realidad.
Sin viajar a Europa, en estas latitudes y a menos de 6 horas de nuestro país se pueden encontrar rutas vinícolas y gastronómicas con precios muy competitivos y servicio de primer nivel, además de disfrutar de la esencia del campo canadiense que dista por mucho, de lo que nos encontramos en las ciudades de siempre.
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