La fuga del secuestrador
¬ Augusto Corro martes 2, Sep 2014Punto por punto
Augusto Corro
Las autoridades deben entender que la confianza no cabe cuando se trata de vigilar a los delincuentes. ¿Cómo es posible encargarle la vigilancia de un peligroso secuestrador a dos policías ineptos y somnolientos?
La historia es la siguiente:
José Luis Ángeles Bernal “El Tío” o “El Colín”, quien purgaba una condena de más de doscientos años en prisión, escapó hace dos semanas de un hospital, donde le practicaban una diálisis cada mes. (Con información de “El País”).
Como ocurre en estos casos, los policías que acompañaban al delincuente y personal del Reclusorio Oriente son investigados para saber si actuaron como cómplices, o todo obedeció a un hecho circunstancial.
Porque el “El Colín”, debido su enfermedad no se encontraba en condiciones de efectuar una fuga apoyado en la velocidad de sus piernas. Realizó la huida sin correr, tranquilamente.
Sus vigilantes, si es cierto lo que dijeron ante el representante del Ministerio Público, no se dieron cuenta de que el secuestrador abandonó las instalaciones del hospital Belisario Domínguez, por su propio pie, sin violencia.
Uno de los policías estaba entregado a los brazos de Morfeo y el otro estaba en los sanitarios.
“El Colín” pertenecía a una banda de plagiarios en operaba en el sur del Distrito Federal (DF). La mayoría de sus integrantes fueron detenidos hace cuatro años y cumplen largas condenas.
La función de el multicitado plagiario de la banda dirigida por “El Gigio” consistía en levantar a las víctimas, además de negociar y cobrar los rescates.
LA GUARDIA NACIONAL
La ineptitud y la corrupción de las policías municipales, estatales y federales jugaron un papel muy importante en la guerra fallida de Felipe Calderón contra la delincuencia organizada.
Sólo al michoacano se le ocurrió enfrentar a los cárteles de la droga con representantes de ley corruptos e ineptos, que además no contaban con las armas necesarias para desempeñar su trabajo.
Calderón se lanzó a la aventura, a una guerra sin fusil, que sacudió al país, para mal, pues a la fecha, son miles de personas muertas, desaparecidas, huérfanas y viudas, derivadas del enfrentamiento contra las bandas criminales.
Con sus muy contadas excepciones, en los cuerpos de la policía se encontraba gente honesta, pero también elementos que cayeron en las redes de las tentaciones del dinero, poder, etc., tendidas por la delincuencia.
¿Cómo derrotar a los criminales con policías y funcionarios sin preparación, en todos los órdenes, y sin salarios dignos? Imposible. Por eso los cárteles de la droga se infiltraron en los organismos de impartición y procuración de justicia.
Esas deficiencias en los organismos dedicados a cuidar la seguridad y a brindar tranquilidad tendrán que superarse con la presencia de la Guardia Nacional, que ya empezó a desempeñar sus funciones en aquellas regiones flageladas por la delincuencia.
De aquella guerra promovida por Calderón quedamos como herederos de la multiplicación de los cárteles y la diversidad de sus actividades como la extorsión y los secuestros, que ocurren en cualquier parte de la geografía mexicana y en todos los niveles sociales.
De ahí que la Guardia Nacional surja como una esperanza para que regrese la tranquilidad y la paz a todos los rincones de nuestro querido México.
LOS “PLURIS”
A la Arquidiócesis Primada de México no se le da gusto en nada. Cualquier iniciativa de reformas a las leyes es rechazada, automáticamente, por la cúpula clerical.
Por ejemplo, en su semanario católico “Desde la Fe”, cuestionó la encuesta popular para reducir el número de legisladores en el Congreso.
Como señalamos, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) propuso la reducción del número de diputados y senadores designados por “dedazo”, 100 en los primeros y 32 en los segundos.
La Arquidiócesis “cuestionó si la propuesta de reducir el número de legisladores ayudará a terminar la opacidad, la falta de rendición de cuentas, la opulencia y los onerosos costos que solapan curules y escaños de políticos”.
También puso en duda la utilización de la consulta popular mencionada a la que calificó de una argucia populista que no resuelve el fondo del asunto: la crisis de representatividad de los legisladores.
Los clérigos deben entender que por algún lado se debe empezar a poner orden. Con menos legisladores no se terminará con el despilfarro económico en las Cámaras, de la noche a la mañana.
Por años se permitió que senadores y diputados vivan como reyes, con sueldos a su gusto, con viajes todo pagado, y dinero extra para sus comisiones y reuniones parlamentarias, etc.
Quitarles esos privilegios a los congresistas no será fácil y menos si quienes lo pretenden hacer lo plantean casi a escondidas, en la hoja parroquial.