Michoacán, entrampado
Francisco Rodríguez lunes 1, Sep 2014Índice político
Francisco Rodríguez
Hace años Michoacán está entrampado. Pobreza, violencia y discordia política parecieran ser los tres ingredientes más explosivos en el caldo de cultivo que amenaza derramarse a entidades vecinas y extenderse por todo el territorio nacional.
Mientras no haya crecimiento y el deseado desarrollo económico en esa entidad, será imposible evitar que las filas de la delincuencia se integren con muchos jóvenes que, sin empleo, desamparados, frustrados y acechados por la violencia, nutren ¡aproximadamente 400 mil jóvenes avecindados en Michoacán no estudian ni trabajan, por lo que son fácilmente “enganchados” por el crimen organizado.
El crecimiento de la economía con las variantes regionales, es sin duda un elemento necesario pero no suficiente para sacar adelante a Michoacán. Sin crecimiento económico no hay posibilidad de rumbo distinto.
Lo curioso es que ahí están latentes todas las condiciones para que ese estado despegue. Existen las capacidades económicas y posee primeros lugares en muchos productos agrícolas. Sin embargo, el valor agregado que se da a sus productos sigue siendo bajo.
Michoacán se encuentra a la mitad de los dos principales centros urbanos del país —Guadalajara y el DF— y a pocos kilómetros a la redonda vive la mitad de la población del país. Cuenta además con el puerto de mayor calado en el Pacífico mexicano. Entonces, ¿por qué no crece Michoacán?
No crece porque desde hace décadas está inmerso en una disputa de partidos.
PRI, PAN y PRD pelean frecuentemente la gubernatura. Con todo el apoyo federal, durante el foxiato y el calderonato, los blanquiazules se quedaron en la orilla.
Y han hecho labor de zapa, en actitudes un tanto cuanto infantiloides, cuando no criminales como aquél célebre “michoacanazo” que descabezó a una treintena de municipios.
Hoy, junto con el programa anunciado por la Segob debería buscarse, antes que nada, una entente cordiale en el que los partidos, los grupos políticos y caciquiles fumen, aunque sea temporalmente, la pipa de la paz.
Desde el 11 de diciembre de 2006 Felipe Calderón optó por la solución militar y policiaca… que no dio resultados, por el contrario, aceleró el fermento, la descomposición. Hoy, lamentablemente, otra vez, ha sido la opción elegida.
Esta opción sugiere que el problema de fondo se resuelve atacando militarmente a las (des)conocidas sombras de la delincuencia organizada. Más policías, más Ejército, más Armada, proveerían en esta hipótesis más seguridad.
De acuerdo con la visión penal de este asunto, la solución de Michoacán está en el uso de la fuerza: la no renuncia al monopolio legítimo de la coacción física, que es el medio específico de cualquier estado para distinguirse de las demás asociaciones políticas.
En esta óptica, lo que hace falta es más fuerza, derivado del debilitamiento institucional de las instancias de seguridad pública. Más fuerza representa la contención de las actividades delictivas y enfrentar con mayor decisión los problemas derivados de los delitos federales que se han diseminado escandalosamente en la entidad y agreden de manera directa a los ciudadanos. Suena bien, pero es insuficiente.
La hipótesis de mayor fuerza es un asunto necesario, pero no suficiente.
Está plenamente probado que el aumento en los operativos de carácter federal a lo largo de los últimos años, ha tenido como consecuencia colateral el aumento indiscriminado de la violencia, medida a partir de la cantidad de homicidios registrados. La mayor intervención de las fuerzas policiales es conveniente, indispensable en este tiempo de violencia, pero tiene efectos no deseados que resultan en un deterioro en las capacidades productivas para el desarrollo e impactan la imagen de Michoacán en México y el mundo.
Michoacán, los michoacanos, entonces, siguen entrampados, ¿no cree usted?