El rescate de Michoacán
Ramón Zurita Sahagún miércoles 20, Ago 2014De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Si algo saben los altos dirigentes del PRI es que será sumamente difícil mantener bajo su dominio el gobierno de Michoacán.
Conforme pasan los días, surgen mayores evidencias del contubernio existente entre las autoridades municipales y estatales y los grupos del crimen organizado.
Lo que antes fue un rumor, hoy se puede dar por confirmado, que la delincuencia creció desmesuradamente bajo el cobijo de algunas autoridades que protegían a los delincuentes y mantenían un contacto frecuente con las cabezas de esos grupos. Fueron muchas las advertencias y los señalamientos que se hicieron, sin que nadie hiciera nada, para evitar que la contaminación creciera y hoy la pus salta de todas las heridas causadas por esos malos gobernantes.
Son demasiados los años que han transcurridos entre los gobiernos perredistas y la actual administración emanada del PRI, donde se desatendió el tema de la delincuencia organizada, creciendo la inseguridad y situando al estado dentro del contexto de los más violentos del país. Es cierto que la intervención del gobierno federal ha podido frenar esa cadena delictiva que mantenía en zozobra a los sufridos ciudadanos y que ese gobierno federal procede también del PRI.
Sin embargo, el enredo para los electores será aprender a deslindar al gobierno federal del estatal y municipal y los malos y buenos priístas. Los ciudadanos de Michoacán están hartos de vivir bajo el acoso de los delincuentes, por lo que razonarán muy a fondo el sentido de su voto, para evitar equivocarse nuevamente.
Fue una década de gobiernos perredistas, cuyos resultados no fueron los esperados por los gobernados y serán cuatro y medio del regreso priísta, que tampoco repercutió en mejoras para la población, aunque sirvió para mostrar la miseria humana de algunos políticos.
El gobierno de Fausto Vallejo Figueroa resultó un fiasco y, peor aún, se confirmó lo que antes era un rumor que los integrantes de su equipo mantenían acuerdos con los grupos delincuenciales, especialmente el comandado por Servando Gómez “La Tuta”, el delincuente más buscado por las autoridades. Desde la campaña electoral se empezó a hablar de reuniones secretas entre los miembros más destacados del equipo de campaña y los principales jefes del crimen organizado.
Los señalamientos partían de los equipos de los otros candidatos, por lo que fueron desestimados, ya que entraron dentro de las descalificaciones de campaña y fueron consideradas como parte de la guerra sucia.
El contundente triunfo del PRI sobre la favorita candidata del PAN, provocó sospechas, especialmente por la rotunda victoria alcanzada en toda la zona de Tierra Caliente, considerada la principal área de influencia del grupo “La Familia Michoacana” y “Los Caballeros Templarios”.
Continuaron los rumores y filtraciones sobre posibles acuerdos entre algunos priístas y jefes de los cárteles que dominaban la región, algunos provenientes de los entonces grupos de autodefensa.
Fueron ellos, los que se encontraban desprotegidos, los que motivaron la atención del gobierno federal, ya que el estatal y el municipal hacían caso omiso de sus continuas denuncias.
Una y otra vez se habló sobre supuestos videos que involucraban a varios de los principales funcionarios del gobierno estatal, sin que nada pasara, hasta que llegó la detención del primer político de importancia, quien resultó ser el mismo gobernador interino que actuaba en esas funciones ante las frecuentes ausencias del gobernador Fausto Vallejo Figueroa.
Con la detención de Jesús Reyna García se destapó la cloaca y luego se procedió a la detención de su amigo y compañero de reuniones con los grupos delincuenciales, el ex diputado José Trinidad Martínez Pasalagua.
Durante la ocupación que de algunas zonas hicieron la policía federal auxiliada por las fuerzas armadas, se habló del decomiso de una serie de videos, en los que se mostraban varios personajes renombrados del estado.
Así sucedió y pronto salieron a la luz pública algunas grabaciones en las que departen alegremente con los jefes de la delincuencia, desde uno de los hijos del entonces gobernador Fausto Vallejo Figueroa, así como las alcaldesas de varias poblaciones de importancia, como son Huetamo y Pátzcuaro, priístas todos ellos, mientras que otros alcaldes habían caído antes por presuntos vínculos con los grupos delincuenciales, como son los de Tacámbaro, Aguililla, Lázaro Cárdenas y Apatzingán, entre otros.
En Michoacán, dicen sus habitantes, los políticos han tenido que pasar por la aprobación de los jefes de la delincuencia para dejarlos y hasta hacerlos ganar.
Y aunque no todos los políticos michoacanos pueden ser medidos con el mismo rasero, para los electores resulta de primordial importancia conocer el nombre de los posibles candidatos de cada uno de los partidos contendientes, para sí analizar concienzudamente su sufragio y evitarse sorpresas posteriores que desemboquen en engaños.
Es cierto que los tricolores provocaron desánimo entre la ciudadanía, pero, tal vez, los nombres de Víctor Silva Tejeda, diputado local con licencia y dos veces diputado federal; Ascención Orihuela, dos veces senador y Wilfrido Lázaro Medina, dos veces ganador de los comicios en Morelia, puedan ser revisados escrupulosamente para darle una nueva oportunidad a este partido.
Pero son los panistas y perredistas los que sienten tener mayores posibilidades de ganar el estado de Michoacán el año próximo.
Los panistas confían en que la dos veces senadora Luisa María Calderón tenga la posibilidad de reivindicarse en las urnas, y si no es ella, el también senador Salvador Vega Casillas o el dos veces perdedor de los comicios en Morelia, Marko Cortés, puedan ser buenos candidatos.
Los perredistas parecen apostar a favor del diputado federal, Silvano Aureoles Conejo, perdedor en 2011 y enviado hasta el tercer sitio de las preferencias. Para los electores michoacanos, lo importante es saber que los candidatos son cartas abiertas, fáciles de explorar.