Encuestas
Ramón Zurita Sahagún martes 19, Ago 2014De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Las encuestas electorales suelen ser siempre engañosas, aunque dan una idea de la potencialidad que tienen los candidatos y los partidos en unos comicios.
Es probable que las cifras sufran modificaciones conforme avanzan las campañas y los candidatos provocan aciertos, cometen errores o sus propuestas no sean las adecuadas.
Son muchas las ocasiones en que las principales casas encuestadoras han fallado en los resultados de sus encuestas de salida y en otras de sus previsiones pocos días antes de la fecha de los comicios.
Con todo y ello, las encuestas son necesarias para que los partidos y los posibles candidatos se den una idea de cómo les pinta el panorama en la ruta hacia sus propósitos.
Es por ello que los principales partidos delinean su estrategia con base en los resultados que les ofrecen las distintas casas encuestadoras a las que recurren. Antes de designar a los que serán sus abanderados en los comicios del año próximo, donde se renovará la Cámara de Diputados, nueve gubernaturas, así como elecciones para los Congresos locales en 17 entidades del país.
Como partido mayoritario, el PRI recurre a este sistema para conocer su posicionamiento en cada uno de los estados en los que habrá de competir en la renovación del Poder Ejecutivo, saber de sus posibilidades, definir a su candidato y enmendar su estrategia, si es que esta es fallida o no le está dando el resultado esperado.
De acuerdo con la revisión de estas encuestas y basado en ellas y en la aceptación o rechazo que tienen los diversos aspirantes de cada uno de los estados, es como definirá el partido a sus candidatos a los nueve gobiernos estatales.
La mecánica que está usando es que el partido recopila la información, hace sus pronósticos, palomea a la terna final en cada uno de los estados y la pasa al siguiente filtro que es la secretaría de Gobernación, la que compara con sus propios números y la envía hacia quien tomará la decisión final, el Presidente de la República.
Mediante este sistema se acabarán los gobernadores que ponían candidatos, para intentar prorrogar sus administraciones, con extensiones hacia sus incondicionales.
Durante 12 años (los de gobiernos federales panistas), los gobernadores emanados del PRI, se saltaban otras instancias y hacían valer su voluntad, por encima de la de su partido.
De esa manera, en algunas ocasiones se salieron con la suya y en otras más vieron frustrados sus planes, ya que la selección del candidato resultó ser un petardo.
José Natividad González Parás pudo hacerlo en Nuevo León, donde se empecinó en que su alfil, Rodrigo Medina de la Cruz, saltará de la Secretaría de Gobierno hacia la candidatura priísta al gobierno del estado.
Tuvo éxito y Rodrigo ganó la elección por encima del ex gobernador Fernando Elizondo Barragán, aspirante del PAN, aunque finalmente el pueblo de Nuevo León pagó el costo, mediante un mal gobierno y una serie de excesos provenientes de los hombres del poder.
Javier Duarte de Ochoa se perfiló desde un principio como el delfín de Fidel Herrera Beltrán para sucederlo, por lo que lo fue llevando paso a paso, desde la subsecretaría de Finanzas, la titularidad de la misma, una diputación federal y la candidatura.
Duarte respondió en las urnas, llevando como operador electoral al propio Herrera Beltrán y, al igual que en Nuevo León, los priístas corren el riesgo de perder los siguientes comicios estatales.
Félix González Canto definió que el candidato priísta al gobierno de Quintana Roo sería el entonces diputado federal Roberto Borge Angulo.
Este no le falló en las urnas y a pesar de su escasa experiencia política se convirtió en gobernador del más joven de los estados del país. No sucedió lo mismo con otros experimentos, donde los gobernadores de eligieron mal a sus candidatos y estos fueron borrados en las urnas por sus adversarios.
Mario López Valdez resulta el aspirante mejor posicionado dentro del PRI, pero no contaba con el aval del entonces gobernador Jesús Aguilar Padilla, quien veía en Jesús Vizcarra al aspirante idóneo para sucederlo.
López Valdez se convirtió en candidato de la coalición de derecha e izquierda y ganó con amplitud al priísta.
Claro que en defensa de Aguilar Padilla se puede decir que este, tal vez, advirtió que MALOVA sería un pésimo gobernante y por eso no lo dejó pasar. Mario Marín Torres se había derrumbado como gobernador de Puebla, por los pésimos antecedentes de una serie de grabaciones que lo pintaban tal y como es.
Con todo y ello, se impuso al CEN del PRI y sembró al candidato a gobernador en la persona de uno de sus más fieles colaboradores, Javier López Zavala.
No tuvo con qué competir en las urnas al panista Rafael Moreno Valle Rosas, aliado con la izquierda y quien había renunciado al PRI seis años antes cuando Melquiades Morales no lo pudo imponer como su delfín.
Eviel Pérez Magaña fue ungido por Ulises Ruiz Ortiz para abanderar al PRI en los comicios de Oaxaca en 2010.
Cercano a su afecto, Eviel había sido alcalde y secretario dentro del gabinete estatal, tanto de Ulises como del anterior gobernador José N. Murat, además de diputado federal, por lo que se consideraba que estaba amarrado su triunfo.
No sucedió así y con todo el respaldo y prestigio de Ulises como el mejor operador electoral del PRI, Eviel fue arrasado en las urnas por Gabino Cué Monteagudo.
Ahora esa voracidad de los gobernantes priístas por dejar sembrado a su sucesor, pasará al recuerdo o cuando menos esa es la intención de los actuales cuadros dirigentes y del gobierno federal emanado del PRI.