Crisis panista
Ramón Zurita Sahagún jueves 14, Ago 2014De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Finalmente los panistas que se preciaban de ser una oposición diferente, decente, alejada de la corrupción, de los escándalos y de los vicios que le adjudicaban al PRI, muestra que el poder les hizo daño y que son parte de lo mismo que criticaban. Solamente fue cuestión de que alcanzaran el poder, se convirtieran en gobierno, para mostrar las mismas debilidades de sus adversarios.
Algún fenómeno extraño sucede en el PAN, partido que se resquebraja paulatinamente, luego de dos sexenios en que disfrutaron de las delicias del poder. Será acaso la idea que bulle en la mente de sus dirigentes, la de dejar el espacio libre para que sea la izquierda la que dispute el poder al PRI o que el PRI se mantenga otros 80 años como partido preponderante.
No queda claro el rumbo que seguirá el partido bajo el aparente liderazgo de Gustavo E. Madero Muñoz.
La crisis le llegó al Partido Acción Nacional en el peor momento, cuando podría aprovechar la rebatinga de los votos entre los partidos de izquierda y la inconformidad de la ciudadanía contra el PRI en varios de los estados que actualmente gobierna el partido tricolor.
Pero en lugar de sacar provecho de esas debilidades, los blanquiazules presentan otras más graves que pueden llevarlos nuevamente a la tercera posición electoral.
Es cierto que su dirigente nacional intentó un control de daños, mediante el cese de Luis Alberto Villarreal, como su coordinador de bancada en la Cámara de Diputados.
Sin embargo, el daño ya está hecho y nuevamente queda evidenciada la doble y hasta triple moral de los panistas.
Cesan a su coordinador (Luis Alberto Villarreal) y vicecoordinador (Jorge Villalobos) en San Lázaro, aunque no explican la procedencia de los recursos económicos destinados a la fiesta en que participaron ellos y otros distinguidos militantes del partido y si ésta se realizó con los recursos públicos puestos a disposición de la bancada (todo hace suponer que sí).
Sin embargo, no tomaron acción alguna cuando ese mismo coordinador, hoy relevado de su cargo, fue acusado de los moches que, supuestamente, pedía a los alcaldes que buscaban autorización para sus presupuestos.
Tampoco hubo reacción cuando fue señalado, el mismo Villarreal, de proteger casinos en su natal Guanajuato.
Claro que los videos de la fiesta en Puerto Vallarta fueron muy contundentes y explícitos, pormenorizando parte de lo que ahí sucedió.
Pero el escándalo de la fiesta y de los videos no es lo único que mantiene contra la pared al Partido Acción Nacional, ya que desde que fueron vencidos y enviados hasta el tercer lugar en la elección presidencial, parecen haber perdido la brújula y el pragmatismo que les caracterizó durante los años recientes.
Después de doce años de gobierno, se descubrió que había mucho de fantasía en el crecimiento del partido, por lo que se intentó clarificar algunas cuestiones. Fue entonces que se descubrió que la militancia se encontraba inflada en su padrón y se procedió a limpiarlo.
Vino entonces la fractura suscitada entre los escasos calderonistas que se mantuvieron leales y aquellos que pedían baraja nueva dentro del partido y nuevos liderazgos, ajenos a esa cúpula del poder que se mantuvo en los seis años anteriores.
Surgió el grupo de los corderistas, mismo que se atrincheró en el Senado de la República, pero no creció lo suficiente como para inquietar la reelección de Gustavo E. Madero como dirigente nacional del partido, con todo y que el propio Ernesto Cordero se presentó como candidato.
Muestra de esas diferencias entre los grupos de poder del PAN es aquel audio en que el senador Ernesto Cordero acusa al hoy defenestrado coordinador de los diputados de su partido en San Lázaro, Luis Alberto Villarreal y a otro legislador federal, de ladrones por el asunto de los “moches” a los alcaldes.
21 meses después de dejar la Presidencia de la República, el panismo se encuentra en una encrucijada y con la elección federal encima, además de nueve estados con cambio de gobierno y 17 en total con elecciones concurrentes a la federal.
De esas nueve entidades que elegirán a sus gobernantes, dos son administradas por militantes de Acción Nacional (Sonora y Baja California Sur) y en otras mantiene posibilidades de triunfo (Querétaro, Michoacán, Nuevo León y San Luis Potosí).
Ante esta complicada situación que viven los panistas, la selección de los candidatos a los diversos cargos de elección popular puede aumentar las diferencias existentes entre los grupos que se disputan el poder.
Es cierto que después del triunfo de Madero, se intentó cerrar la brecha entre los grupos contendientes, pero solamente se logró una tregua.
Durante muchos años, los panistas fueron una buena oposición que ganaba los debates, pero perdía los procesos electorales, hasta que les entró el pragmatismo bajo la conducción de Luis H. Álvarez.
Abrieron sus puertas a los llamados bárbaros del norte, ingresaron a ríos los empresarios y el partido se modificó notablemente, procediendo a ganar elecciones y mantener presencia en los debates, aunque ya no ganaban todos.
El panismo, como los otros partidos, se nutrió de arribistas, chambistas, trepadores y otras especies que pulan en los organismos políticos.
Hoy el panismo se encuentra sumido en una grave crisis, de la que tiene que sacudirse pronto, alejarse de los escándalos, para intentar resurgir, si es que quiere continuar siendo opción para los electores, especialmente para los procesos electoral federal y estatal del año próximo.