Luego de las reformas, vienen las élites
Roberto Vizcaíno jueves 7, Ago 2014Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- No hay reformas sin la reconstrucción de los sectores nacionales: económicos, políticos y sociales
- Uno fue el caso derivado del Pacto de la Moncloa y otro el de la caída de la URSS
- En este contexto, Peña Nieto impone condiciones en un país con 55 millones de pobres
De vez en vez, los países y sus ciudadanos viven la reconstrucción de sus élites.
Intervienen en ello, reformas, crisis y los personajes que pueden conducir los cambios. En esencia el sentido de la oportunidad de la que hablaba el presidente Enrique Peña Nieto en su discurso de toma de posesión.
Eso fue esencial en el histórico Pacto de la Moncloa. Este no se entendería sin la muerte de Francisco Franco y la asunción del rey Juan Carlos, pero sobre todo sin la participación de una decena de personajes de ultraizquierda, izquierda, centro, derecha y ultraderecha.
Las élites que surgieron de ese proceso hacen la España de hoy.
Igual pasó en la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, preludio de la desaparición de la Unión Soviética y del Bloque Socialista, y luego en el ascenso de Boris Yeltsin el 25 de diciembre de 1991, y la llegada posterior de Vladimir Putin, y sus oligarcas.
Ahí se gestó la mayor reconstrucción de las élites de los últimos decenios en el mundo moderno.
En México las cosas son más domésticas, pero igualmente importantes.
Un acontecimiento que todavía marca la vida mexicana, es el realizado por Plutarco Elías Calles al crear el Partido Nacional Revolucionario (luego Partido de la Revolución Mexicana), hoy Partido Revolucionario Institucional, el PRI.
El surgimiento del PNR acabó con las asonadas, los levantamientos armados y marcó el fin de los caudillos postrevolucionarios, a la vez que dio paso al ingreso del país a la institucionalidad y a una larga estabilidad.
Con el surgimiento del PRI se fusionaron las élites pre y posrevolucionarias.
Miguel Alemán marcó método. Hoy su hijo y nietos siguen en ese espacio. Como ellos, otros apellidos del porfirismo y la postrevolución prevalecen hasta nuestros días.
Hace semanas tomó posesión Guillermo Lerdo de Tejada Servitje como jefe de asesores del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. En un solo personaje la expresión de apellidos de las élites porfiristas y salinistas.
Así, a lo largo de la vida posrevolucionaria, hasta hoy, cada presidente creó sus élites. Carlos Salinas dio una fuerte sacudida a las cúpulas del poder. Todos quienes formaban los círculos privilegiados en México se cimbraron en ese sexenio.
De entrada Salinas removió a las viejas, aguerridas y –se suponía- poderosas dirigencias sindicales con la detención de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, y su entorno encabezado por Salvador Barragán Camacho, para colocar en su lugar a Sebastián Guzmán Cabrera y 4 años después a Carlos Romero Deschamps que sigue inamovible al frente de los petroleros.
La recomposición incluyó la caída de Carlos Jonguitud en el SNTE y el ascenso de Elba Esther Gordillo.
En lo económico y financiero surgieron Carlos Slim, Roberto Hernández y Alfredo Harp Helú, a industriales y patrones mineros como Germán Larrea, Roberto González –El Maseco-, Emilio Azcárraga Jean, la familia Saba o Ricardo Salinas Pliego, Jerónimo Arango o los Baillieres entre otros muchos.
Hoy todo eso está intocado. La persecución y estigmatización a que fue sometido Salinas por Ernesto Zedillo, afectó su imagen pública, pero no sus intereses y sus relaciones de poder político y económico. De todos los ex presidentes vivos en México, Carlos Salinas sin duda es el más activo e influyente.
Para entender el momento en México, es importante no olvidar este pasado.
LA RECONSTRUCCIÓN
Hoy, luego de la aprobación de las reformas estructurales, las élites preparan su reconstrucción. Es un proceso natural. El cambio requiere sus propias élites, quien conduzca la transformación del país.
Esto lo entiende bien el presidente Peña Nieto, y lo asume bajo sus propias reglas y condiciones. Las más importantes son:
El ingreso del país a la masificación -hoy somos ya casi 120 millones de habitantes y cuando él salga quizá haya 10 millones más-;
La existencia de 55 millones de pobres, 20 de los cuales están en la marginación extrema y al menos 9 sufren de hambre;
En contrasentido México pertenece hoy al bloque de naciones desarrolladas, democráticas, respetuosas de los derechos humanos;
El país cuenta todavía con grandes reservas petroleras, de hidrocarburos, una importante planta industrial, una plataforma marítima impresionante y grandes recursos naturales continentales y generaciones altamente capacitadas.
Sin duda, un segmento vital vive ya la globalización y transita hacia la insospechada expansión del Internet, es decir a la sociedad del conocimiento y la influencia masiva de las redes sociales.
A contrapelo de las percepciones ciudadanas, el país cuenta con un sistema democrático y electoral robusto y sólidas instituciones de acceso al reparto institucional del poder.
En este contexto, Enrique Peña Nieto llegó a la Presidencia para gobernar a un país en crisis debido a 12 años de gobiernos panistas sin rumbo y a 6 años de una expresión incontrolada del crimen organizado y de la violencia.
Rodeado y sustentado por una clase política experimentada, educada en los principales centros de la inteligencia, el de Atlacomulco encontró pronto, casi en forma natural, su estilo personal de ejercer el poder que derivó el domingo 2 de diciembre de 2012 en la firma e integración del Pacto por México.
Este método está ya en la historia personal de Peña Nieto.
Sentados a la misma mesa con él como fiel de la balanza, creador y conductor de las reformas, con el PRI bajo su absoluto control, el de Atlacomulco estableció una nueva relación con las dirigencias dominantes en el PRD y PAN.
Con una legitimidad sin riesgos surgida de una base electoral suficiente, con la aceptación y respaldo de los más importantes líderes del mundo, con la mesa de negociación política más cohesionada y prometedora en la historia moderna de país surgida del Pacto por México, Peña Nieto avanzó rápido en la reconstrucción del sistema económico, político y social como nadie lo hizo antes… y con ello la reconstrucción de las élites del poder en México.
El método aplicado por Peña es simple: él propone, y la reforma es respaldada luego de algunos agregados negociados por Madero y sus colaboradores y por Zambrano y los suyos. Los equipos de Los Pinos le dan forma y sustento legal.
El de Atlacomulco la firma y envía al Congreso luego de que Madero y Zambrano la presentan a sus coordinadores de grupos legislativos y senadores y diputados las aprueban.
Por eso, el trámite dura apenas unas cuantas horas en cada caso en una y otra cámaras.
Algunas se alargan más y se enfrentan a momentos de tensión, debido a que los grupos opositores internos a Madero o a Los Chuchos quieren ser escuchados, para finalmente ceder o ser rebasados por las mayorías dominadas desde las cúpulas.
Este método incluyó pronto a las cúpulas económicas y financieras, así como a las sociales -especialmente a la jerarquía de la Iglesia Católica (el Presidente ha estado ya en el Episcopado, y en dos ocasiones con el Papa en el Vaticano, de quien tiene ya el compromiso de visitar México dentro de su sexenio)- y ha ratificado la alianza del PRI con el llamado Movimiento Obrero Organizado que hoy dirige Joaquín Gamboa Pascoe, un líder obrero que casi dobla en edad del mandatario. Gamboa tiene 87 años de edad y Peña cumplió el día 20 de este mes 48 años.
Dentro de este esquema, las reformas surgidas del Pacto por México: educativa, laboral, hacendaria y fiscal, la de seguridad universal, la de competencia económica, la judicial y penal, la de telecomunicaciones y la de energía, se han sustanciado con programas nacionales.
Detrás de cada una está la expresión de una nueva élite. Las económicas, financieras, políticas y sociales.
En lo político la recomposición de las élites está a la vista: Gustavo Madero fue ratificado al frente del PAN y Los Chuchos van camino a mantener el poder en el PRD.
La mano invisible pero evidente del régimen no es ajena en ambos casos. El reparto de cargos de elección que fortalezca sus posiciones vendrá en los comicios de 2015 y 2016.
Alcaldías para los cuadros cercanos de los líderes panistas y perredistas llegarán por aquí y por allá. Igual alguna que otra gubernatura (ya vimos cómo se resolvió lo de Baja California). También diputaciones federales y locales.
Mientras sea vigente, operativa la mesa de diálogo y concertación del supuestamente extinto Pacto por México, no hay problema. Hay recursos, cargos y posiciones para todos. Que el método opere es lo esencial.
Peña Nieto los necesita para pasar a la historia. Cuando entregue el poder en diciembre de 2018, tendrá 52 años de edad y México nuevas élites dominantes en cada área y sector.