Las alianzas, un desesperado salvavidas para PRD y PAN
Roberto Vizcaíno lunes 25, Ene 2010Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
Los procesos de 2010 y 2011 apenas son un preámbulo para la presidencial del 2012, a la cual PRD y PAN, de ser cierto las prospectivas, llegarían extremadamente debilitados.
Para PRD y PAN no hay más motivos: o se unen, o desaparecen. Así de simple.
Esa es simple y llanamente la verdad. El caso es que los procesos electorales no sólo de julio del 2009, sino de los dos años anteriores han venido confirmando una grave realidad para ambos partidos.
En medio de su antropofagia política, de su guerra intestina, el PRD pasó del 35 por ciento de los votos en 2006 al 12 por ciento.
El PAN transita más o menos en lo mismo: sin un partido consolidado, sumido en disputas y jaloneos internos entre yunquistas, ortodoxos y doctrinales; con un presidente de la República surgido de sus filas afecto a la bohemia y al tequila, que un día toma decisiones en forma voluntarista y en otro sin tener consciencia de lo que hace, el poder se les escurre irremediablemente para regresar al viejo origen, al PRI.
Los hechos, las tendencias y los números indican que el PAN no ha ganado prácticamente ninguna de las elecciones en estos tres últimos años.
Y su caída sigue porque a diferencia de los dos sexenios anteriores, es momento en que no cuenta con aspirantes presidenciales de peso ni movimiento alguno para construir la imagen de ninguno de sus muy flacos prospectos.
De ahí la necesidad de ir a una alianza electoral en varios estados.
Como usted sabe en julio próximo habrá procesos para elegir nuevo gobernador en Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas.
Y para renovar diputados locales y presidentes municipales en Baja California, Chiapas y Yucatán.
De estos 15 procesos sólo en Zacatecas el contendiente a vencer no es el PRI.
En los otros 14 las perspectivas de triunfo de los candidatos del tricolor son tan amplias, que los perredistas y panistas buscan desesperadamente integrar coaliciones para lanzar candidatos comunes que en su mayoría son –paradógicamente-, ex priístas.
Así en Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Veracruz hay negociaciones para establecer alianzas.
En Durango se lanzaría al todavía priísta José Rosas Aispuro mientras que en Hidalgo se pretende ir a una candidatura común con la foxista Xóchitl Gálvez a la cabeza, pero que será muy difícil de concretar porque al PRD estatal lo controla el senador José Guadarrama Márquez, un ex priísta que busca su tercera postulación para contender por la gubernatura de su estado y que no va a aceptar darle su apoyo y lugar a Gálvez.
En Oaxaca se reedita hoy mismo la negociación de hace 6 años, cuando el PRD, PAN, PT, Convergencia y otros partidos lanzaron como su candidato al ex priísta Gabino Cué, un político que todos dentro y fuera del estado saben es manejado por el ex gobernador Diódoro Carrasco, otro ex priísta resentido que se pasó al PAN luego de ser secretario de Gobernación y senador de la República.
En Puebla la coalición PAN-PRD pretende lanzar como su candidato al ex priísta Rafael Moreno Valle, hoy senador por el blanquiazul y un personaje muy cercano a la profesora Elba Esther Gordillo, lideresa vitalicia del SNTE y dueña del Panal, de quien –afirman-, surge todo el apoyo económico y político para buscar suceder al gobernador Mario Marín.
Los aliancistas buscan además llegar a un acuerdo para soportar la candidatura en Sinaloa del panista Manuel J. Clouthier Carrillo –hijo del “Maquío”-, y posiblemente de Gerardo Buganza o Miguel Ángel Yunes Linares en Veracruz.
Necesitados ambos partidos de un milagro que los haga reflotar electoralmente en el proceso de renovación de 12 gubernaturas, 1 mil 415 alcaldías y 508 diputaciones locales el 4 de julio de este 2010, los dirigentes formales del PRD y PAN buscan desesperadamente justificar una alianza que personajes y militantes de sus respectivas agrupaciones repudian y condenan.
Y es que ni Jesús Ortega ni César Nava pueden salir a decirles la verdad a sus bases y cuadros dirigentes.
Simplemente no pueden aceptar que están en la orilla del precipicio y que de no mantener siquiera lo que hoy tienen en esas 15 entidades en juego, pues les sobrevendrá un paro y muerte en varios de esos estados, donde el PRI está previendo incluso el recuperar la famosa figura del “carro completo”.
Es decir, no sólo ganar la gubernatura, sino levantarse todas las diputaciones y presidencias municipales.
En algunos casos eso significaría la desaparición del registro del PRD o el PAN por no alcanzar estos el porcentaje requerido de votos.
De ahí la necesidad de las alianzas que hoy pretenden justificarse para avanzar en la democracia y para terminar con cacicazgos estatales.
Estos dos argumentos simplemente chocan con la realidad, porque, ¿el ascenso del PAN y el PRD al poder en algunos estados, y a nivel nacional, han significado un avance de la democracia, del desarrollo, del bienestar en México?
No, no han significado nada de eso, como no han repercutido en desarrollo ni en bienestar para los ciudadanos, sino todo lo contrario.
La historia de las alianzas anteriores entre estos dos partidos tampoco ha dejado un avance en ninguno de esos rubros, sino una amarga experiencia de corruptelas, nepotismo y abusos de poder.
Mire usted, durante los últimos 10 años de 6 alianzas electorales entre PRD y PAN sólo ganaron 3:
En Nayarit, ganó el ex priísta Antonio Echavarría, quien apenas llegó al poder no sólo se olvidó de los perredistas, sino que se fue en contra de ellos e incluso encarceló al que luego fuese presidente interino del sol azteca, al ahora diputado federal Guadalupe Acosta Naranjo. No sólo eso, Echavarría intentaría dejar como su sucesora a su esposa.
En Chiapas, y como candidato de una alianza PAN-PRD y otros, triunfó el ex priísta Pablo Salazar Mendiguchía, quien a su vez dejaría de lado a los panistas para actuar con despotismo e hincharse las bolsas impunemente. Salazar intentaría dejar como sucesor a su amigazo y cómplice Emilio Zebadua, quien no cumplía con requisitos de origen y residencia.
En Yucatán bajo las siglas de los dos partidos antagónicos, ganó la gubernatura el panista Patricio Patrón Laviada, quien luego se dedicó a cometer arbitrariedades, corruptelas y nepotismo que finalmente llevaron a la priísta Ivonne Ortega al poder.
En ese tiempo esas alianzas fracasaron en Oaxaca, donde Gabino Cué con el apoyo de prácticamente todos los partidos no pudo ganarle al priísta Ulises Ruiz; ni en Durango, donde la candidatura de Rodolfo “El Negro” Elizondo no pudo prosperar ni en Chihuahua, donde tampoco avanzó la candidatura del panista Javier Corral.
En fin, de 6 apenas 3 triunfos que en los hechos significaron un fracaso rotundo para ambos partidos, y una experiencia que da mucho que pensar ante el intento de volver a repetir esas coaliciones.
Ante todo esto valdría la pena preguntarse: ¿y aún aliados podrán PRD y PAN ganarle al PRI en esas entidades?
A reserva de hacerlo caso por caso podemos afirmar que va ser muy difícil que incluso unidos logren un triunfo.
Primero porque existe entre las bases de ambos partidos un fuerte rechazo hacia el otro y, segundo, porque las maquinarias electorales del PRI en cada una de esas entidades están más aceitadas y reconvertidas que nunca.
Así lo demostraron en cada uno de los procesos ocurridos en julio pasado.
Mire, de los 12 estados con elección a gobernador 9 están bajo mandato de un priísta, dos de panistas y uno –Zacatecas- de una perredista.
Las tendencias electorales, indicadores, encuestas y los operadores electorales señalan que en Chihuahua, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas y Veracruz, los gobernadores tricolores tienen pleno control de las estructuras estatales de su partido, y no van a dejar el menor resquicio para que ganen los contrarios. Es más, se aprestan a echarle la mano a sus candidatos en Aguascalientes Tlaxcala y Zacatecas, a fin de que se lleven todos los cargos.
Tan es así que aseguran que recuperarán Aguascalientes y Tlaxcala.
De resultar cierto, el PRI tendría entonces 21 de las 32 gubernaturas.
Así estarían preparándose para entrar en los procesos de 2011 en los cuales habrá renovación de gobernadores en Baja California Sur, Guerrero, Estado de México, Nayarit y Coahuila, en las cuales mantendrían las que hoy tienen y recuperarían las de Guerrero y muy posiblemente la de Baja California Sur.
Eso apenas como preámbulo para la presidencial del 2012, a la cual PRD y PAN, de ser cierto ese panorama, llegarían extremadamente debilitados.
Esta y no otra es la razón esencial de las alianzas que hoy se quieren firmar.
tiene razon en todo lo que dice Roberto yo estoy de acuerdo con el coincido en todo.