¿Congreso?
¬ Juan Manuel Magaña viernes 18, Jul 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Apenas ayer nos preguntábamos sobre cuál podría ser el significado de la pasividad mostrada por Andrés Manuel López Obrador frente al proceso legislativo de privatización del petróleo y la energía.
Decimos privatización porque de eso ya no hay duda.
Nomás hay que ver el texto de las leyes secundarias de la reforma energética para darse cuenta con toda claridad que con los cambios se trata de desmantelar la propiedad nacional sobre hidrocarburos y electricidad.
Y eso que siempre se ha dicho que no habrá privatización, como que también todo conducirá al reino fantástico de la reducción en los precios del gas, la electricidad y las gasolinas.
El caso es que ayer reapareció el “Peje” para denunciar en su cuenta de Twitter “el robo del petróleo en contra de la voluntad del 75% de los mexicanos”, acusar que “se trata de una vil y descarada imposición” y hacer notar “un día más de farsa legislativa, con ruido y complicidad de los medios convencionales de información”.
Hasta donde uno puede entender en esas pocas palabras está el significado de la pasiva oposición del ex candidato presidencial a lo inevitable.
Por ahora sabe que no hay nada qué hacer en las actuales condiciones políticas, con un Congreso que actúa a contrapelo de lo que no desean tres cuartos de la población nacional y con medios que no dan voz a las preocupaciones de esa gran masa y que más bien la engañan.
Es lo mismo que dice Manuel Bartlett sobre la burda violación del reglamento que rige el procedimiento parlamentario en momentos en que culmina el proceso legislativo para dictaminar las iniciativas de las leyes energéticas.
Violaciones y prácticas -afirma el legislador- que hacen del Senado un cenáculo servil que aprueba mecánicamente las iniciativas gubernamentales, sin la menor preocupación por convencer, explicar o defender.
Bartlett describe bien las formas en que está ocurriendo todo esto: “los medios de comunicación dominantes manipulan la información, ensalzando y ocultando toda expresión crítica, para arropar, tanto a los legisladores mudos y sumisos como a los designados para machacar textos prefabricados”.
Y eso que aquí sólo estamos hablando de cuestiones de forma. De algo que está resultando ser carente de decoro, que alcanza proporciones de arrebato, pues aquí ya no se trata de estar de acuerdo, discutir y convenir, y mucho menos asumir la representación de lo que la gente quiere.
Es cierto, en este momento crucial en el Senado no se debate, no se representa a los intereses de la población.
La gente dice en la calle: “pero creen que uno no se da cuenta”.
Y por eso ha crecido el repudio a la política, a los políticos, especialmente a los diputados y senadores.
A eso hay que agregarle lo que Bartlett percibe: una alianza de supuestos contrarios en torno del poder, dispensador de canonjías y dinero, como instrumento de la descomposición del Congreso y en general de la política mexicana.
Esa es una buena forma de ver cómo en un mismo saco se han revolcado priístas, panistas, verdes y “Los Chuchos”. Y la gente lo sabe. Y percibe también eso que dice el senador de que “el cemento que une a estos diversos, son las mieles de la ‘acción transformadora’ de lo público en privado: de los suculentos contratos, Pemex, CFE, Oceanografía y OHL´s con nombres encopetados de la élite política involucrada en los negocios; de posiciones a repartir en consejos, direcciones en instituciones que se multiplican, magistraturas.
Las leyes energéticas abren las puertas a potencias extranjeras a explotar nuestro petróleo y electricidad, apoderándose de las dos rentas más importantes del país, define Bartlett. Pero eso ya nadie lo para.
Si semejante privatización se hubiera sometido a votación en el 2012, seguramente otro sería el rostro de este Congreso y desde luego no tendríamos la entrega de la gallina de los huevos de oro. Pero el país hizo elipsis. Primero privatiza y luego tendrá que preguntar, o al menos eso cree López Obrador, al igual que Cuauhtémoc Cárdenas y “Los Chuchos”. Y si no, pues habrá que irse confesando.