La vecindad con el imperio
¬ Juan Manuel Magaña viernes 11, Jul 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Justo el día en que se comprobó que fue encontrado muerto en Texas un niño guatemalteco de 11 años, indocumentado y abandonado a su suerte cuando se dirigía a Chicago, la Cámara de Representantes de Estados Unidos, a través de su presidente, John Boehner, le dijo a la clara a Barack Obama, que este año no cuente con que habrá reforma migratoria.
En plena crisis de miles de menores migrantes que viajan solos hacia EU, huyendo de la infelicidad de sus países, el Legislativo norteamericano se niega a aprobar los fondos adicionales solicitados por Obama para repatriar a esos niños centroamericanos que han sido detenidos por internarse en aquel país en forma ilegal.
Los políticos de Washington se comportan allá como si no pasara nada. Como si desde octubre pasado las autoridades de su país no hubiesen arrestado a más de 52 mil niños que intentaban pasar la frontera por cuenta propia. Y como si acá, que también es parte de la misma crisis, el Instituto Nacional de Migración (INM) no hubiera rescatado a más de 10 mil que transitaban por el territorio nacional. Cifras que es fácil suponer que apenas muestran lo que en realidad es un flujo humano en estampida.
Lo que están haciendo los políticos de Washington es no enfrentar con racionalidad, con inteligencia, con humanidad, un problema que su propia nación ha contribuido a crear. En vez de usar la imaginación y la honestidad, optan por lo más burdo y tonto: cerrar las puertas de su país para tratar de no ver más esa imparable invasión.
A Obama no le quedó de otra que solicitar al Congreso poderes adicionales para enviar de regreso a los niños indocumentados que han estado entrando a Estados Unidos en grandes cantidades sin compañía de adultos. Y advertir que ya no esperará que los representantes republicanos actúen sobre el tema y que tomará medidas por su cuenta para hacer cambios de políticas. “Tomo medidas ejecutivas sólo cuando tenemos un problema grave y el Congreso decide no hacer nada”, declaró Obama.
Y eso es bien poco.
Se ha atribuido ese éxodo al hecho de que grupos de la delincuencia organizada han difundido la especie –falsa– de que Washington daría entrada a niños, cuyos padres residieran en Estados Unidos. Y también a la creación de falsas expectativas de que el Congreso aprobaría un marco legal orientado a regularización a millones de indocumentados y a regular nuevos ingresos de extranjeros al país.
Pero en las causas de ese flujo migratorio de Guatemala, El Salvador y Honduras, al igual que de México, están todos los componentes de la infelicidad humana: la miseria, la violencia, la falta de oportunidades en la vida, de trabajo y la seguridad. Y no se diga que EU no ha contribuido a la generación de dichas causas inmiscuyéndose en la vida política, económica y hasta en las guerras que esos países han tenido que librar contra las drogas.
Y ahora qué. Ahora los políticos de Washington dejan a Obama sin instrumentos y sin dinero para siquiera enviar de vuelta a sus países de origen a los miles de menores detenidos. Pero éste ahora tendrá que atrancar como pueda las puertas del imperio porque la acumulación del flujo migrante va a ser dentro de poco una catástrofe. Un círculo vicioso.
Y eso por lo pronto va a significar endurecimiento, persecución, represión y vejación oficial. Todo eso aparte de lo que los migrantes, y ahora sobre todo niños, tienen que sufrir y los peligros que tienen que correr paradójicamente tratando de escapar del infierno de sus vidas. Que importa, con las puertas cerradas todavía queda un poco de confort.