El libro que tenía corazón • (II)
Cultura, ¬ Edgar Gómez Flores viernes 4, Jul 2014Cuéntame algo para no morir
Edgar Gómez
- Se vio con cierta tristeza debido a que pudo encontrar que las diferencias se debían a los rasgos que María había guardado en algún lugar de su alma y que en este momento se ponían como un recordatorio de ese pasado
Parte 2 de 3
Sin embargo, era el momento de sentar los sentimientos frente a frente, el miedo, el deseo, la desesperación de estar tan cerca de algo y no poderlo tocar, no poderlo acariciar; ese odio a la maldita burguesía que hace de los hombres seres iguales en situaciones tan diversas.
Eran momentos en que el amor se enfrentaba al “cariño”, la pasión a los “buenos momentos”, el espíritu al pensamiento, la comunión con la lectura y el bendito odio con los malditos “buenos modales”. María se sintió acorralada y, como nos lo comentó el filósofo francés, empezó a sentir angustia en su alma que se encontraba en el momento de decidir, tenía dos caminos, terminar el libro y entregar el espíritu a las hojas, al deseo, a la vida, al amor… o terminar de una vez con esta farsa y guardar el libro en algún rincón de la casa, en esos rincones que nos sirven para guardar recuerdos, amores secretos, pensamientos, los cuales se empolvan, pero lucen más relucientes que aquellos sentimientos y pensamientos de la vida común.
Después de un lapso (el cual en la mente de ella fue una eternidad) decidió seguir con la lectura…pero. “Ahora no puedo seguir, me siento débil para continuar en este camino, comentó… Se fue a su cama y descansó, durmió, soñó y… ¿vaya descanso!
Ve al paraíso de los sueños y encuentra la verdad
Sincera tu alma, que de tu empeño surgirá el amor
Date la oportunidad de despojar aquella ansiedad
Que te ocasiona no hacer frente a la humana pasión…
Eran las dos de la mañana, en el sueño de María, percibió cómo su cuerpo se sentía denso, como si pesara el doble de lo normal. Quiso levantarse, pero requirió un esfuerzo extraordinario para hacer que su cuerpo se despojara de la cama. Fue algo distinto, se esforzó en abrir los ojos y caminar. Algo le hizo ir a la verja de su casa, la abrió, no se puede explicar cómo pudo caminar con sólo cinco grados de temperatura y únicamente con su bata para dormir.. Dio algunos pasos ante una densa neblina que le hizo poner los ojos en una posición semiabierta, trataba de identificar lo que a su paso encontraba. La casa del vecino que estaba remodelando, el poste de luz que tenía tres meses que había reportado porque se encontraba apagado… todo parecía en su lugar; sin embargo, pudo ver a lo lejos una hermosa silueta. No sé si ella la identificaba así pero. ¡O lector! deberías haberla visto, un caminar candente, sus caderas afiladas, su pecho erguido, podría ser la inspiración de los dioses, pero su cara era imperceptible. Fue por eso que María decidió caminar a través de esta empedrada y fría calle.
Ella tenía un sentimiento ambiguo, miedo a identificar a aquella persona que aún cuando tenía una apariencia agradable le generaba, temor, o por su parte encontrarse de frente, mirarla y cuestionarla. Nuevamente decidió por lo segundo.
A dos metros, le preguntó ¿Quién eres? ¿Acaso has perdido tu camino?, entonces una brisa tenue pasó junto a ella y un ruido que enmudeció el ambiente se paseó entre su cara. Entonces, esta mujer se apareció de entre la tiniebla y… era ella. Oh, maldita escena… es difícil expresarles lector el miedo que puede sentir una persona al encontrarse con ella misma. María vivió un escalofrío desde la punta de los pies hasta el centro de su abdomen. No podía concebir esta imagen. Sin embargo, un inmenso valor y una envidiable curiosidad le hicieron fijar la mirada sobre esta persona, la observó y la identificó… Realmente era ella, tenía algunos rasgos que vale la pena precisar… Contaba con la misma risa angelical de María, sólo que no pudo evitar resaltar esa maldita mueca que odiaba desde hace tiempo cuando se percataba que una persona no era de su agrado. ¿Pensé que ya había superado ese detalle?, comentó… Sólo que María no sabe que lo que uno odia, nunca pide dejarse por completo, sólo se guarda por un rato para después acompañarnos una eternidad, después se dio cuenta que esta persona no la había identificado como alguien parecida a ella, por lo que esta mujer le contestó, ¿Nos conocemos? En ese momento, María pudo identificar algunas grandes diferencias que le hacían afirmar que se encontraba ligeramente distinta a esta imagen; su voz, su cara, su forma de verse, los rasgos de la frente, la mirada en sus ojos.
Se vio con cierta tristeza debido a que pudo encontrar que las diferencias se debían a los rasgos que María había guardado en algún lugar de su alma y que en este momento se ponían como un recordatorio de ese pasado que había abandonado en un rincón de su corazón… Ahora, ese rostro —que le era ajeno- lo tomó con cierta melancolía, como alguien que tiene compasión por el prójimo. Esta imagen, reflejo de María, lloró, rodaron sus lágrimas por entre sus mejillas… María la besó, enjugó estas lágrimas, comulgó con ella misma y sintió el espíritu de la reencarnación en su sangre; sintió que había tomado parte de su pasado y de su presente…
Comulga contigo misma, eso es noble
Reconocer tu debilidad es parte de la sabiduría
Hacer de la vida una algarabía
no sólo es trabajo de Dios, sino del hombre…
El llanto de la mujer le hicieron a María sucumbir ante su imagen, el sufrimiento de ella era el suyo; la tomó por entre sus brazos y al momento de besar su frente esta mujer se desvaneció en el cuerpo de María, penetró los poros de su piel, se hicieron una, María descubrió el amor de la vida, la paz, volteó hacia su derredor, la neblina se había desvanecido… una brisa, ahora templada, tomó el cuerpo de María y la hizo caminar de nueva cuenta a su morada.
Continuará…