Roma en Michoacán
¬ Juan Manuel Magaña jueves 5, Jun 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Está más que claro que Fausto Vallejo no ha servido ni para florero y por eso ya va para fuera.
Sus días que le quedan como gobernador de Michoacán ya son pocos. Él no ha servido no por cuestiones de salud, que serían entendibles, sino porque ha sido un estorbo para una acción más a fondo en la lamentable escena michoacana.
O estorba cambios, o estorba el acceso a verdades, las tapa.
Un estorbo que el régimen priista a cargo no ha sabido dónde poner, pero que a menudo trata con pinzas y algodones, si bien le sirvió para reconquistar el poder allá. Ahora ha estado ahí para aparentar debilidad, ingenuidad, todo lo contrario a la malicia con que se ha podrido la vida política en la entidad.
Lo peor que le podía pasar a un estado del país ya sucedió con Fausto Vallejo: en su periodo se formó la primera narcogubernatura evidente. Pero con Claudio, perdón, con Fausto tiene que parecer que surgió de la nada, como por generación espontánea, mientras el señor gobernador estaba dedicado a las altas funciones de su investidura o a su salud, según convenga decir.
En términos racionales, se necesitaría ser muy ingenuo para no haberse dado cuenta -y nosotros para pensarlo- que eso de la narcogubernatura iba a suceder al momento en que dejara a cargo del despacho a su secretario general de Gobierno, Jesús Reyna, quien se llevaba de a cuartos con la “Tuta”.
Porque también se necesita ser muy ingenuo para no creer que, como candidato y como gobernador, Fausto no haya oído ni sospechado siquiera de una sola de las innumerables versiones de que su segundo de a bordo se entrevistaba con el capo.
Y lo que más sospechoso resulta es que a Fausto no se le investigue.
Ahora Fausto alega que ‘‘sólo un ciego o un mezquino no quiere ver lo que se está haciendo en Michoacán’’. Confesión involuntaria de su incompetencia, pues todo se lo deja al gobierno federal:
‘‘Sólo basta voltear años atrás, ¿y qué había? Entonces no eran tantas denuncias, decían que estaban abandonados por la Federación y ahora que el Presidente ha venido cinco veces y el secretario de Gobernación 14, y tenemos la presencia de todos los secretarios y subsecretarios, se demuestra que verdaderamente hay interés en la entidad’’.
Así que Fausto para qué está… si está de más. Y por eso ya se va, aunque otra vez pretextando motivos de salud. Ya había adelantado, preparado el camino, de que se volvería a ausentar del poder “unos días más”.
Y como él está con que se va y no se ha ido, le preguntan que cuándo y él responde: ‘‘Ya chole con eso’’. Pero en realidad ya se fue y ni siquiera fue capaz de nombrar otro secretario general de gobierno para sustituir a Reyna, que está en la cárcel.
Hay un encargado del despacho, Marco Vinicio Aguilera Garibay, del que Fausto no tiene la menor idea de si será ratificado en el cargo o hay una nueva designación.
Eso ya le corresponderá a Alfredo Castillo, que el régimen federal envió allá para imponer la pax priísta. Ahora el pragmatismo priista podría llegar hasta a permitir que sea gobernador un opositor que tuviese el consenso priísta y panista: el perredista Silvano Aureoles.
Por eso Claudio ya se va, perdón, Fausto, y ya hasta circulan las versiones románticas con la narrativa de su adiós. Que en dos semanas se someterá a una evaluación médica en la que, sin duda, le dirán que por razones de salud no puede seguir con las presiones que representa gobernar Michoacán.
Porque Fausto, contra las indicaciones de sus médicos, no ha cumplido con los tiempos de reposo y de seguirse esmerando en el trabajo, en ello le irá la vida. Qué heroico.