Monarquía en fase terminal
¬ Juan Manuel Magaña miércoles 4, Jun 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Supongo que no estaba en el guión el hecho de que la abdicación de Juan Carlos de Borbón al trono viniera a mostrar que España parece querer cambiar de rostro por la fuerza de las circunstancias, lo que implica la seria amenaza de que en cualquier momento se venga abajo todo el “satus quo”.
Es notorio, sobre todo en ese país de Europa, que la monarquía es una de las taras más significativas de una vieja mentalidad del mundo que en ocasiones parece estar de salida, pero que al mismo tiempo se resiste con fuerza a ello.
Es lógico intuir que de darse un cambio así, éste empujaría otros que tratarían de arrancar concesiones que los conservadurismos españoles y del viejo no estarían dispuestos a hacer.
De suyo la imagen de la Corona está devaluada de cara a una actualidad llena de conocimiento y avance técnico. Ya no es algo de este siglo. Y para colmo el rey ha contribuido a ello con una serie de desfiguros personales, aunque esto no fuera la causa fundamental del declive.
Lo decisivo en la pérdida de valor de la Corona está en la panza y el intelecto de los españoles. Economía y democracia. Por eso los escándalos financieros de la infanta Cristina y de su esposo, Iñaki Urdangarin, y los dineros ejercidos en La Zarzuela en un ambiente social de penuria, pesaron más e hicieron corto circuito con un modelo político y económico instaurado en la transición de los años 70 del siglo pasado, que hoy ya no responde a las necesidades de la sociedad española, pero sí a la de sus élites.
España vive una crisis devastadora, tiene hambre y no hay trabajo. Es una olla de presión con problemas incluso de separatismos regionales del País Vasco y Cataluña para los que no habría otra salida racional que la democracia.
La monarquía es en sí una contradicción viva de los fundamentos democráticos con que España dice gobernarse, pues su régimen está más al servicio de los intereses corporativos privados que los del conjunto de los españoles.
Al conservadurismo pareciera escapársele de las manos el país de los últimos 40 años, sin darse cuenta que es hora de cambiar. No se ha dado cuenta del drama dialéctico que experimentó la Corona al pasar de su histórica actuación liberal a su lamentable captura neoliberal.
El caso es que la abdicación ha sido calculada para restaurar, si esto es posible, el prestigio de la monarquía, y ya ni siquiera la individual de Juan Carlos aun en funciones de rey.
Y en ello colaboran lo mismo el gobierno de derecha de Mariano Rajoy, que el famoso PPSOE (la asociación factual entre el gobernante Partido Popular, PP, y el opositor Socialista Obrero Español, PSOE; algo así como aquí el PRIAN, el poder económico y no se diga estamentos como la iglesia y el ejército.
Se trata de que en un mes sea consumada la sucesión de Juan Carlos por Felipe de Borbón, su primer hijo varón, y de que, como si nada, el orden establecido siga su marcha.
El rey estaba algo repuesto de salud, la economía había salido de uno de sus baches y en spot y abdicación escrita, Juan Carlos creyó innecesario dar una sola razón de su decisión. Creía que era el momento adecuado. Qué mejor que inyectar frescura a la monarquía promocionando como relevo generacional a su propio hijo, el futuro Felipe VII.
Pero no contó, no contaron, con que la Puerta del Sol se inundara de decenas de miles de españoles, igual que en Barcelona y una treintena de ciudades, con exigencias que van más allá de lo antimonárquico: cambio económico y político.
Lo que la élite española quería evitar, lo detonó. Y ahora España vivirá la tensión entre “reimponer” la monarquía -algo por lo demás previsto en la Constitución- y la exigencia de que se someta a referendo la permanencia o la abolición de la corona.
Va a pasar lo primero porque la vieja mentalidad no está preparada aun para morir y tiene formas de resistirse; entonces la Corona tendrá entonces un tinte espurio. Salvo que la nueva tempestad ocasionada, con todos los ingredientes como para un cambio mayor, tome la fuerza de un huracán.