Fausto en su papel de Claudio
¬ Juan Manuel Magaña viernes 9, May 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Cuando Fausto Vallejo anunció el pasado 11 de noviembre el regreso de Jesús Reyna García a la Secretaría de Gobierno en Michoacán, el mandatario no tuvo ningún empacho en declarar que por su segundo de a bordo él era capaz de meter las manos al fuego.
Aquél día de 2013, el recuperado gobernador priísta ofreció una conferencia de prensa en Casa de Gobierno para profesar públicamente su querencia política por el hombre que le había suplido en el cargo mientras él convalecía de un trasplante de hígado.
Ahí comentó que con el retorno de Reyna García como su mano derecha “se acaba una etapa de especulaciones y perversidades que hablaban de rupturas y traiciones” y hasta reconoció “el acto de nobleza y compromiso” del funcionario que tuvo a bien quedarse temporalmente en su lugar.
“Michoacán -decía Vallejo hace escasos seis meses- requiere la suma de esfuerzos, voluntades y capacidades” y Jesús Reyna, durante su encargo como gobernador interino, “mostró lealtad y responsabilidad hacia el Ejecutivo estatal, conoce bien el pulso de la entidad y continuará haciendo equipo para trabajar por el bien de Michoacán”.
Como gobernador en funciones o en licencia, Vallejo siempre supo de la acusación contra Reyna, en el sentido de sus vínculos con “Los Caballeros Templarios”, en especial con su máximo líder “La Tuta”, y sin embargo desafiaba la inteligencia colectiva y metía por su operador las manos al fuego.
Hace tres meses le cayó a Vallejo el operativo federal de seguridad que le convirtió a él en algo así como una maceta. Con todo, un mes después decía: “yo confío en Jesús Reyna, que es una gente que nos ha dado resultado; que no sea una perita en dulce, es cierto, pero sí metería las manos al fuego por él”.
Y retaba: “Si tienen elementos los deben de dar a las autoridades competentes. Yo confío en Jesús Reyna”.
Sobre las acusaciones, Vallejo respondía que todas las denuncias sobre las relaciones con el crimen organizado deben ser investigadas. “Aquí en Michoacán las circunstancias que existen… del gobernador, su familia y hasta abajo, se debe de investigar. Pero no podemos caer en la rumorología, en el chisme, en la mezquindad, ahora es muy fácil manchar la reputación de cualquier gente. Si hay antecedentes, nos deben informar para que se investigue”.
Lo que hacía Vallejo era enredar con palabras para evadir la responsabilidad de su gobierno de investigar. Quería que la gente aportara elementos, ver si tenía antecedentes y si sería capaz de probar algo. Y a eso le llamaba investigar por parte de su gobierno.
En el entorno del gobernador la cosa era más ruda contra quien se atreviera a decir cosas de Jesús Reyna. El dirigente estatal del PRI, Osvaldo Fernández Orozco, las consideraba públicamente “calumnias” que tienen “el insano propósito de crear un clima político inestable” en Michoacán. Decía que existía una guerra sucia en contra de Vallejo y Reyna por parte “de personajes públicos y actores políticos inmorales”.
Se ve que padecía el mismo síndrome -como de putrefacción- un personaje como Jaime Mares Camarena, quien a su vez había suplido temporalmente a Reyna en la Secretaría de Gobierno y luego regresó a su puesto de titular del Centro de Desarrollo Municipal del Estado de Michoacán. Tuiteó en noviembre: “Agradezco la confianza de todos y en especial de dos grandes hombres @Jesus_Reyna y @faustovallejof, seguiremos trabajando en equipo!” (sic)
Ayer, en una mezcla de amnesia y esquizofrenia, Vallejo, dijo que la reunión entre Reyna y “La Tuta” no pudo haber sido durante su campaña rumbo a la gubernatura, en septiembre de 2011. Dijo que lamenta los señalamientos contra su hombre de confianza ya en prisión, pero dice creer que “cada quien es responsable de su conducta; me sigue sorprendiendo, pero estamos en una entidad donde se está implementando el estado de Derecho y hay cero impunidad, sea quien sea”.
¿A quién creerá Vallejo, con su actitud de Claudio, que le ha de estar viendo la cara? ¿Al dictador michoacano?