Zedillo: salvajes sueños
¬ Juan Manuel Magaña miércoles 7, May 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Cómo será de extrema la reforma energética, ahondada aun más en las leyes secundarias propuestas, que hasta el ex presidente Ernesto Zedillo se dijo ayer sorprendido.
“Ni en mis más salvajes sueños vi reformas como las aprobadas”, tituló Notimex un despacho desde Nueva York con las declaraciones del ex mandatario.
Zedillo participó en un panel de discusión dedicado a analizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a 20 años de su firma y ahí mostró su asombro por el alcance de la reforma energética aprobada en México.
Y Zedillo pareciera efectivamente estar soñando “salvajemente”, pues al igual que el cineasta Alfonso Cuarón considera que se habla poco del impacto de la reforma en el mercado de la electricidad, como para hacerla más comprensible.
Eso sí, sin renunciar a su credo –neoliberal, dirían algunos- el ex presidente que sacó al PRI de Los Pinos opinó que los objetivos de la reforma son muy ambiciosos, y que “en un escenario positivo” tales cambios derribarían el argumento de la falta de competitividad de este insumo para la actividad productiva nacional.
A nadie deben escapar las dos expresiones con que Zedillo enmarca sus apreciaciones. Una es la de “salvajes sueños”, manera curiosa, prácticamente metafórica, de valorar una reforma extrema para privatizar lo que por décadas ha pertenecido a los mexicanos en virtud de una expropiación y una nacionalización: el petróleo y la energía.
Y una cosa lleva a la otra. Como la reforma pareciera a Zedillo tan excesiva, él mismo se permite desconfiar de ella con la frase “en un escenario positivo” puede que resulte, pero lo deja a uno tanto con la certeza de que hay un “escenario negativo”, como pensando en las consecuencias de éste.
Y es precisamente este vacío lo que impone la necesidad de diálogo y hasta debate en torno a la reforma más histórica en México desde la propia expropiación petrolera.
Es ahí donde Cuarón, como muchos más, tiene razón en hacer notar el vacío: “¿Por qué no debatir?” Y no se trata de algo personal como algunos quieren hacer ver las palabras del cineasta, que ahora resulta que tiene muchos detractores.
El razonamiento es lógico. Si Cuarón primero preguntó y el gobierno contestó, entonces por qué no ampliar las explicaciones a más públicos y someterlas incluso a la prueba del debate. Si ya se vio que el gobierno tiene respuestas y que, como dijo la presidencia, Cuarón enriquece con sus preguntas el debate, entonces que surjan más explicaciones del asunto, incluso las que hasta el propio Zedillo pide.
En realidad no se trata de Cuarón o de un personaje exclusivo del gobierno. Cuarón sólo lanzó un guante que no recoge la televisión, pusilánime y oficiosa como es ahora, cuando que debió haber organizado, por iniciativa propia y desde hace mucho, no uno ni dos sino muchos debates con gente del gobierno, de los partidos, con los especialistas, los ingenieros, con los que saben.
Pero ahí está esa televisión, que simula y disimula. Háganme el favor: no organizan el debate que más interesa a los mexicanos, pero le ofrecen con largueza a Ernesto Cordero y a Gustavo Madero el Canal 2.
Es más, ya lo dijo ayer mismo el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso: “el gobierno no rehúye el debate sino, por el contrario, está convencido de proveer de los elementos para la realización de un gran debate nacional sobre las leyes secundarias”.
¿Cómo es posible entonces que un ente como la televisión vaya más atrás del gobierno? Sólo que no quiera que los mexicanos tengan tan salvajes sueños–más bien realidades- como los de Zedillo.