Deprimente “debate”
¬ Juan Manuel Magaña jueves 1, May 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Fue deprimente la transmisión, deprimente el formato y deprimente el contenido. Patética, la forma en que Gustavo Madero y el calderonista Ernesto Cordero trataban de restregarse, uno al otro, el sambenito de tapete o lacayo del PRI.
El comal le decía a la olla. Madero deploraba que su contrincante haya esperado el sexenio pasado 107 quincenas cobrando en el gobierno federal antes de afiliarse al partido. A su vez, Cordero criticaba la cercanía de Madero con el PRI y su actual gobierno.
Convertidos en lo que han odiado y criticado, los dos que se disputan la dirigencia panista hasta con golpes de la bacinica son por igual de lo que se acusan ser. Edificante e ilustrado debate.
Acaso la parte más intensa de esa disputa voraz por el PAN fue cuando Madero acusó a su contendiente de que bajo su gestión en la Secretaría de Hacienda se duplicaron los presupuestos destinados a gobernadores, en especial al del Estado de México, lo que pavimentó el regreso del PRI a la Presidencia.
Sin poder mencionar a Felipe Calderón, Madero indicó que en su administración se pactó un acuerdo en lo oscurito para no impulsar una alianza electoral en el Estado de México que afectaría la postulación del que ahora es presidente.
Y frente a estas imputaciones, Cordero acusó a Madero de participar en un cogobierno con el PRI, mediante el Pacto por México, cuyo efecto en la economía del país ha sido muy adverso.
Lo que no tiene nombre, es que Cordero achacara a Madero, como dirigente panista que ha sido desde diciembre de 2010, la debacle electoral consistente y pronunciada que ha vivido el PAN.
Cómo ha sido eso posible, cuestionaba el calderonista, si la de Felipe ha sido la mejor administración del país y la que con mejor nivel de popularidad terminó.
Embuste y cinismo al mismo tiempo de Cordero, consciente de que Madero no iba a ser capaz de cuestionar un solo gobierno del PAN. Madero no iba a sacar a relucir los cien mil muertos de Felipe Calderón. Ni la corrupción del sexenio. Ni los millones de pobres que agregó al miserable panorama del país. Ni que lanzó a México al abismo.
Ni siquiera iba a poder mencionar la idiotez dicha por el ex secretario de que una familia ya la hizo con su salario de seis mil pesos para pagar la hipoteca de la casa, la colegiatura de escuelas privadas y hasta la factura a plazos del automóvil.
A lo más que podían llegar era a insultarse con el apelativo de los otros: “¡P… priista!
Patéticos sus festejos posteriores al “debate”, con sus minoritarias legiones arrogándose un triunfo incierto, a lo sumo pírrico, pero de dudosa reputación por seguro, a decir de lo que se acusan.