Leer a la leyenda
¬ Javier Cadena Cárdenas lunes 21, Abr 2014Termómetro
Javier Cadena Cárdenas
Dicen que en la cama y en la cárcel se conocen los amigos, y no se refieren a esos amigos con derechos a los que más de una trama de ficción o de la vida real tratan, hablando estrictamente del primer supuesto.
Ni tampoco a las complicidades que se puedan entablar en la máxima escuela de lo no lícito que resultan ser en la vida real esos pomposamente llamados centros de readaptación social.
No, a lo que en verdad se refiere el dicho es que en la enfermedad y en la privación de la libertad, quien la sufre tiene la oportunidad de recibir muestras de afecto y solidaridad de los que se dicen sus amigos.
Y ejemplos hay muchos a lo largo de la historia social o individual, y estos últimos tiempos en México se ha tenido la oportunidad de comprobar sí eso es cierto o no.
Así, bueno sería, por ejemplo, saber quién ha ido a visitar a la cárcel a todos esos integrantes de la delincuencia organizada.
¿Sus amigos?
Y la pregunta vale la pena hacerla porque la mayoría de las veces el ser humano prefiere mejor hacer leña del árbol caído, aunque se cure en salud y grite a los cuatro vientos que ese no es su propósito, que el fin es el …, bla, bla, bla.
Y si de la enfermedad no se sale y se transita al otro estadio, el deceso, se corre el riesgo de pasar por un proceso similar, ese de hacer leña del árbol caído, máxime si el difunto es un personaje que vale más muerto que vivo.
Pero hay que reconocer que también se corre el riesgo de hacer del muerto un héroe, aunque en vida ni se le haya conocido, y entonces recordar en público las virtudes que este personaje tenía, mismas que en privado se le escatiman.
Y si el muerto es alguien con muchos méritos personales y públicos, pues le salen amigos incondicionales por todo el mundo, y entonces brotan por racimos aquellas personas que hacen hasta lo imposible por dejarse ver en este trance difícil para los seres queridos del difunto.
Aunque también los oportunistas detractores de este personaje aprovechan la ocasión y se dejan ver para cuestionarle ya muerto lo que en vida no se atrevieron, o si lo hicieron no fue con la vehemencia mostrada en el momento de duelo.
Como tampoco es de la misma intensidad la reacción que los amigos reales o supuestos del personaje atacado tuvieron al defenderlo, ya que en los momentos de la pérdida hacen polvo al atrevido disidente.
Y todo esto se está viendo en este México lindo y querido con la lamentable muerte de Gabriel García Márquez, y no sólo en este país de Dios, sino también en su natal Colombia y en el mundo entero.
Pero hay que reconocer que con su lamentable muerte el pasado Jueves Santo, Gabriel García Márquez dejó de ser un ser humano y se convirtió en una leyenda. Y hay que dejar en claro que este tránsito no se debe a sus amigos o a sus detractores, sino simplemente a su obra, a la que por cierto le iría muy bien si se le sigue leyendo.