Cordero, lo cómico y siniestro
¬ Juan Manuel Magaña viernes 28, Mar 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
El calderonista Ernesto Cordero es un tipo que tropieza con sus propias agujetas. A menudo provoca risas y no en balde le encuentran parecido con “Mister Bean”, aunque no precisamente por simpático. Y eso es difícil en el mundo en el que se mueve, donde la percepción cuenta mucho.
Así que no es raro el lapsus que acaba de tener. “Yo quiero ser presidente del PRI”, dijo el senador con licencia y aspirante a la presidencial nacional del PAN, quien ni cuenta se dio de su error y no rectificó en el resto de un discurso dirigido a panistas en Mérida.
Sólo fue hasta el día siguiente que Cordero, al ser cuestionado sobre el desliz, afirmó: “No, qué barbaridad, ¡Dios me libre!, ¡Dios me libre! Tocamos madera, ¡Dios nos libre!”.
Pero ya no quiso abundar sobre el asunto y mejor declinó también responder a una significativa inquietud que le plantearon los reporteros sobre si ese tipo de situaciones le ocurren seguido o si se trató de una manifestación del subconsciente. En otras palabras, la maldita percepción.
Cordero carece de luces. Y de luz propia. Siempre ha sido lo que ha querido su titiritero Felipe Calderón. Y Calderón le ha pagado muy bien el ser tan dúctil. Cualquiera de la camarilla calderonista que le rodea tiene más entendederas que Cordero, pero es él quien a media orfandad está al frente de todos ellos.
Llegó a tener, como coordinador de la bancada del PAN, 41 asesores, ocho de los cuales tenían percepciones más altas de 100 mil pesos. Es decir, ganaban más que algunos gobernadores, incluso con el jefe de gobierno del DF. Pagaba por ello una nómina mensual de 2.4 millones de pesos y entre quienes estiraban la mano (ex colaboradores de Calderón y familiares de panistas), estaba el cuñado Juan Ignacio Zavala, por 70 mil pesos para sus chicles. A Cordero de nada le valió rodearse de tanta inteligencia, pues hasta fue destituido.
En febrero de 2011, Cordero produjo involuntariamente, como todo en él, una frase de antología en la política mexicana. “Hay familias mexicanas que con ingresos de 6 mil pesos al mes tienen crédito para una vivienda, tienen crédito para un coche, se dan tiempo de mandar a sus hijos a una escuela privada y están pagando las colegiaturas”, dijo entonces como secretario de Hacienda.
Por esa frase fue tachado de insensible, ignorante y fantasioso. E igual que ahora, Cordero tuvo que rectificar hasta el día siguiente: “Jamás me referí a que con seis mil pesos se puede vivir holgadamente. Mi comentario era mas bien en el sentido de que las familias están haciendo verdaderos milagros porque el dinero les rinda”, dijo.
Forzado por la prensa tuvo que admitir en ese momento que él ganaba cerca de 152 mil pesos netos al mes, que tenía casa que pagaba con un crédito hipotecario y un coche, por el cual paga 8 mil pesos al mes.
Todo sería gracioso y no más, si no fuera porque Cordero representa lo que ya demostró ser un proyecto corrupto, nepotista, irresponsable, insensible socialmente y hasta de desprecio a la vida. Cordero es de los que piensan cosas como que “…la recuperación económica es un tema que tiene distintos ámbitos, donde ciertamente la percepción que tenemos los mexicanos de distintos temas y distintas cosas siempre es peor de lo que los datos muestran”.
Es obvio que quiere dirigir al PAN nomás porque detrás de él están esas bocas sedientas, entre ellas la de su ex jefe, del presupuesto y del poder que ya perdieron, ojalá para siempre. Pero esto lo hace peligroso a él y a los suyos. Ahora se van contra Gustavo Madero, como si de Andrés Manuel López Obrador se tratara.