Violencia en los estadios
¬ Augusto Corro jueves 27, Mar 2014Punto por punto
Augusto Corro
Un vez más se volvió a presentar la violencia en los estadios. En esta ocasión el escenario de la trifulca fue el Jalisco.
Una batalla campal entre las barras o porras y la policía, que resultó la más dañada, en el juego entre el Guadalajara y Atlas, volvió a plantear la necesidad de contar con nuevas leyes que frenen los desmanes de los grupos de rijosos.
Durante el partido, que se jugó el sábado en la noche, los seguidores de ambos equipos se la pasaron de bronca en bronca y a cada rato se iluminaba el lugar con las bengalas, que a pesar de estar prohibidas, todo mundo llevaba.
Desde el ingreso al estadio ya estaba escrito que la violencia se desataría en cualquier momento. Las autoridades actuaron con mano suave para evitar que se ingresara al inmueble con objetos no permitidos.
Después, con la sangre caliente por el desenlace del partido y el alcohol, las barras optaron por la violencia. Para guardar el orden, un grupo de policías intentó cumplir con su trabajo. Fue en vano: las barras y sus seguidores enfrentaron a los guardianes y aquello terminó en un zafarrancho.
Los policías y civiles terminaron en el hospital y de varias docenas de detenidos, ocho resultaron acusados de homicidio en grado de tentativa, lesiones calificadas, pandillerismo y daños. Delitos considerados como graves que no alcanzan fianza y por los que podrían recibir sentencia de hasta 20 años de prisión.
La pregunta obligada es la siguiente: ¿Aún es tiempo para frenar la violencia en los estadios? Es posible, aunque difícil de controlar a aquellos que encontraron en las barras la manera más reprobable para cometer tropelías. Quienes integran las porras o grupos de animación, actúan como si fueran los dueños de los estadios y, a la fecha, son incontrolables.
La historia de las barras empezó en Pachuca. La denominada “Ultra Tuza” fue la primera en crearse, en 1996. El dueño del equipo, Jesús Martínez, ante la frialdad de los aficionados, invitó a porristas argentinos a venir a México para que orientaran a los seguidores de los “tuzos” en el renglón de la animación.
Con el tiempo se comprobó que las barras argentinas sólo trajeron desorden y violencia en los estadios. En su propio país, las porras desempeñan un papel muy cercano al que realizan las mafias. Son una verdadera amenaza para la sociedad.
En la Cámara de Diputados se cocina una ley para prevenir y sancionar la violencia en los estadios, en los espectáculos deportivos y artísticos.
Uno de los objetivos de la Ley General de Cultura Física y Deportes tiene como objetivo central establecer la coordinación de los tres niveles de gobierno para prevenir la violencia en el deporte y garantizar la tranquilidad en los lugares donde se desarrollen actividades masivas, así como la seguridad y patrimonio de las personas.
La citada ley prevé una sanción que va de un año a seis meses a cuatro años seis meses de prisión y de 20 a 90 días de multa a quien incite o genere violencia, cause daños materiales en bienes muebles o inmuebles que se encuentren en el recinto deportivo, en instalaciones o en las inmediaciones.
También serán castigados quienes introduzcan al recinto o a sus instalaciones anexas armas de fuego, explosivos o cualquier arma prohibida. Además, se propone crear un padrón de las porras o barras de los equipos deportivos “para que haya regulación y tener un registro para identificar quiénes son y si apoyan debidamente a sus equipos sin provocar violencia”.
Por otra parte, el próximo domingo, se llevará a cabo el “clásico” entre el Guadalajara y el América. Para empezar, los directivos de las “chivas” no quieren saber nada de los grupos de animación y le pidieron al equipo capitalino que evite que sus porras viajen este fin de semana a Guadalajara. El mencionado clásico servirá para saber que tanto de orden y tranquilidad son capaces de brindar las autoridades jaliscienses.