El falso Colosio
¬ Juan Manuel Magaña martes 25, Mar 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Francamente, daba flojera hablar de Luis Donaldo Colosio. Primero, porque ya es un misterio sin resolver, por más sospechas que se tengan sobre la autoría intelectual de su asesinato.
Segundo, porque nomás por el hecho de que fue asesinado se perdió la objetividad sobre el personaje y muchos, incluso quienes pudieron haberle matado, le convirtieron convenencieramente en un mártir y lo cubrieron con las cualidades de un santo. Lo que sigue, pues, de lo kitsch.
Luego que lo mataron, el poder metió las manos para borrar huellas y pistas que llevaran a los asesinos. Después de eso el poder tuvo prisa en que del asunto ya no se hablara tanto. Así los priístas dieron una segunda muerte a Colosio, que es la de morir del olvido. Esto todavía fue más notorio en los dos lamentables sexenios panistas.
Y ahora que los priístas han vuelto al poder, en la efemérides de 20 años de un misterio sin resolver, dicen que ya hasta realizaron los ideales del mártir de Luis Donaldo Colosio.
Así o más kitsch.
Colosio era como ellos, era priísta, aunque por órdenes de Carlos Salinas hizo que el poder se compartiera con el PAN (comenzando por la gubernatura de Baja California) y se le restara a las centrales obreras y campesinas y populares, a los llamados sectores del partido. En aras de legitimar el fraude de Salinas, el presidente del PRI, para usar un verbo de la época, concertacesionó posiciones. Cuándo se había visto eso.
Hechura de Salinas, todo cuánto hacía era por instrucciones de éste. Ciertamente, Colosio era algo bonachón, cantaor, pero sobre todo dúctil, cualidad que Salinas más apreció en él, al grado de convertirle en su delfín.
Un resumen de lo que había sido el sexenio es éste: clientelismos masivos, promesas de conversión nacional al primer mundo y represión embozada que cobró cientos de vidas de opositores para reconstruir parcialmente y por un tiempo la credibilidad gubernamental. Pero el primer día del último año de su sexenio vino la acción de los indígenas insurrectos de Chiapas, quienes recordaron al país y al mundo que en extensas zonas del México “de primer mundo” imperaban circunstancias de opresión, miseria y marginación más características de la Colonia que de una nación de finales del siglo XX.
No le vamos a hacer a la teoría de la conspiración (porque es lo que ya da flojera) pero digamos que el año de 1994 se puso turbio y la campaña de Colosio, él mismo como personaje, no levantaba por más que viniera de la secretaría que negociaba los votos, la Sedesol. No se le vio pericia para salir adelante y por más dúctil que fuera podría también cometer errores y no agradar a su padre político, o a la bola de tiburones que asedian en una campaña.
Y se lo cargó el tren. Después, interesadamente o no, los que le lloraron y no, hicieron de uno de sus últimos discursos un mito o algo que alimenta el romanticismo político. La pregunta es quién o quiénes tienen tanto poder que hasta va de un sexenio a otro para distorsionar la investigación y la aplicación de la ley e impedir que la verdad se sepa.
Ese es el problema. En manos de ellos hemos estado. Y miren nada más qué friega le han puesto al país.
Muchos quieren creer o hacer creer que lo de Colosio impulsó cambios en este país. Cuáles. Lo que yo veo es que la maxitragedia llegó solitaria y para quedarse en México.