Paco Gil y el robo de combustible
Francisco Rodríguez martes 11, Mar 2014Índice político
Francisco Rodríguez
Primera reunión, a puerta cerrada, de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) en Metepec, Estado de México. El 16 de octubre, para más señas. Ante los mandatarios estatales Francisco Gil Díaz, entonces secretario de Hacienda, explicaba los alcances del que sería el presupuesto federal para el 2003, hasta que una voz, la de Miguel Alemán Velasco, a la sazón gobernador de Veracruz, lo interrumpió para pedirle, en nombre propio y de sus homólogos, que hubiese reparto de los excedentes petroleros a las tesorerías de las entidades de la República.
Seco como es, Gil Díaz ni se inmutó y, cortante, le respondió a Alemán:
— Los excedentes petroleros son un mito.
Y tal provocó las nada disimuladas risas de algunos de los presentes, quienes por supuesto recordaban aquella frase del antecesor de Gil en la SHCP, Pedro Aspe, mismo que desde las alturas de su encargo, altos estipendios, bonos, gastos de representación, a lo mejor uno que otro bisnes y su riqueza había decretado que “la pobreza es un mito genial”.
Gil, entonces, explicó a los presentes que los mentados excedentes —el diferencial entre el precio del petróleo presupuestado y aquél otro, siempre mayor, en que se vende cada barril al extranjero— servían para cubrir los déficits de la paraestatal, sobre todo aquellos que tenían que ver con el robo de combustible, y que, de acuerdo a sus cálculos, ascendían por aquella época a 12 mil 500 millones de pesos. Eso era lo que los huchicoleros le robaban a Pemex. A usted. A mí.
Alemán, me cuentan, no quedó satisfecho. Blandió papeles. Mostró lo que se vendía en Nueva York, en Ámsterdam, en otros mercados. Y hasta propuso que el despacho neoyorquino que le llevaba sus asuntos personales, hiciera una conciliación entre lo que Hacienda decía que se vendía y lo que en realidad vendía Pemex en el extranjero.
Y de ahí surgió el punto de acuerdo para la participación de las entidades federativas en el presupuesto federal que, de no cumplirse, provocaría en revancha que los gobernadores no asistieran en adelante a ninguna convocatoria que les hiciere el gobierno federal.
Excedentes petroleros, mito. Esos dineros se destinaban, decía Paco Gil, a cubrir el hoyo financiero que representaba el robo de combustibles…
TAN DECENTITO QUE SE VEÍA
Desde la Secretaría de Hacienda, Gil Díaz siempre quiso hacerse del control de Pemex. Desde la SHCP foxista, en efecto, Gil Díaz presionó la salida de Raúl Muñoz Leos de la dirección general de Pemex —primera ocasión, desde la época de Jorge Díaz Serrano, en la que la empresa era comandada por un conocedor— para que su sobrino Juan José Suárez Coppel, quien manejaba las finanzas llegara a sustituirlo… lo que consiguió hasta muchos años después, ya con Calderón al frente de un gobierno fallido.
Creación de fideicomisos —muy al estilo de los que creó en Aduanas— con recursos de las pensiones de los trabajadores de la paraestatal, dineros públicos que pasaron al sector privado para manejarse al antojo de Gil y Suárez… inversiones en oscuros fondos carreteros… decenas de bisnes, pero uno muy en especial: la comercialización de los combustibles ordeñados de la maraña de ductos de Petróleos Mexicanos por todo el territorio nacional.
“Gil Díaz”, me dijo hace poco más de cinco años un enterado de los negocios del ahora director de la telefónica española Movistar, “es dueño de una de las más grandes cadenas de gasolineras en el país”.
¿Dueño? No lo sé a ciencia cierta, pero con intereses en el emporio Grupo Gasolinero Mexicano (GGM), sí que sí. Y ello a partir de que otro de sus sobrinos, Martín Díaz Álvarez, ligado en sociedades empresariales a los hermanos Rodríguez Borgio —parientes de Ángel Isidoro Rodríguez “El Divino”—, acusados de vender en sus muchos expendios los combustibles robados a la nación.
Ser un tío así… o tener un tío así, como decía aquél spot.
Parte visible del iceberg, punta de la madeja —escribí ayer aquí—, el fraude de Oceanogafía a Banamex dará mucho de qué hablar y escribir en los próximos días. De personajes que, como Gil Díaz, tan decentitos que se veían…
Y que desviaba los excedentes petroleros para cubrir la gasolina que se robaban los socios de su sobrino o de él mismo, ¿o no?
Índice Flamígero: Hasta hace muy poco, era desconocido el tamaño comercial de la fantasmal “empresa” de publicidad comercial y “política” de nombre Fluxus, domiciliada, según su Acta Constitutiva en la colonia Del Valle. Sin embargo, cuando se instaló la nueva Cámara de Diputados en septiembre de 2012, empezó a facturar a velocidad turbo una jugosa cantidad de contratos equivalentes a decenas de millones de pesos, por concepto de redacción de los infumables “spots” que tanto criticó el panista Ricardo Anaya, en los que se atribuía a los diputados, desde la defensa de la soberanía y la bandera, hasta la pesca y la agricultura o el petróleo del país, mensajes innecesarios y hasta obscenos, que se repetían hasta el cansancio para engordar los bolsillos de los funcionarios agradecidos. Cuando los órganos de control interno de San Lázaro empezaron a investigar a quien beneficiaba, no fueron muy lejos por la respuesta. El socio de la empresa era Raúl Márquez, un funcionario menor del área de prensa a cargo de Óscar Argüelles, de quien muchos juran —yo no lo creo— es el operador financiero del también ex jefe de prensa de Marcelo Ebrard. Si aquella vez se perdonó el “error”, hoy que han sido ratificados por el nuevo presidente camaral José González Morfin, deberían estar seriamente preocupados, porque son un obstáculo real para un sonorense que quiere seguir ascendiendo en su carrera. O a menos que Juan Manuel Portal esté “pintado” o quiera hacerse cómplice de este abuso.