Un dictador romano para la pax priísta
¬ Juan Manuel Magaña viernes 17, Ene 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Cuando la antigua Roma se veía amenazada por algún grave peligro, generalmente una guerra, se echaba mano de una persona a la que se dotaba de poderes extraordinarios para que se hiciera cargo de la situación.
A esta persona se le llamaba dictador y su gobierno extraordinario era una dictadura. Valga decir que en aquella época los términos dictador o dictadura no tenían la carga negativa que adquirieron en la actualidad.
El magistrado supremo recibía los títulos de dictador y senador del pueblo, y ejercía su autoridad por espacio de seis meses a lo sumo, período en el que quedaban en suspenso todos los procedimientos ordinarios; los magistrados, excepto los tribunos de la plebe, se abstenían en el ejercicio de su jurisdicción y nadie podía criticar, censurar ni discutir las órdenes del dictador.
Acaso fue Lucio Quincio Cincinato el dictador más representativo de Roma. En el 458 a. C., fue llamado por el Senado para salvar al Ejército Romano y a Roma de la invasión por los ecuos y los volscos, para lo cual le otorgó poderes absolutos y lo nombró dictador.
La leyenda dice que Cincinato estaba con las manos en el arado cuando se le hizo llegar el requerimiento. Tras conseguir en dieciséis días la victoria sobre los invasores, rechazó todos los honores.
Cumplida su misión, el dictador se despojó de la toga orlada de púrpura. Y aunque aún podía prolongar el poder durante seis meses, se reintegró a su arado.
En adelante, Cincinato constituyó un símbolo del espíritu cívico de los romanos. Catón el Viejo y otros republicanos romanos hicieron de él un arquetipo de rectitud, honradez, integridad y otras virtudes romanas, como frugalidad rústica y falta de ambición personal, virtudes que supo combinar con una capacidad estratégica militar y legislativa notables.
En una palabra, resistió cualquier tentación del poder y en su memoria existe, por ejemplo en Estados Unidos, la ciudad de Cincinnati.
Todo esto para decir que esa es la mentalidad con que el gobierno federal ha decidido actuar en Michoacán.
Ha investido con poderes extraordinarios a un solo hombre con la idea de conjurar el peligro de la guerra y de hacer volver a la entidad una paz que sólo el PRI conoce: la pax priísta.
Es algo también bastante romano. Se trata de una pax impuesta y en función de arreglos. La expresión proviene del hecho de que la administración y el sistema legal romanos pacificaron las regiones que anteriormente habían sufrido disputas entre jefes, tribus, reyes o ciudades rivales, por ejemplo, los interminables conflictos entre las ciudades-Estado griegas o tribus galas.
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, presentó a Alfredo Castillo Cervantes como nuevo encargado de la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán.
Afirmó que esto se hizo con base en los acuerdos que se pactaron el lunes para regresar la paz y la tranquilidad a las familias michoacanas.
Con ese fin, el presidente Enrique Peña Nieto, emitió un decreto para crear la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, que se encargará de coordinar las acciones de las autoridades federales con las estatales y municipales, así como los mecanismos de colaboración entre las procuradurías, entre otros.
Toda una concentración del poder en una sola persona, sin la consideración de que se actúa en un estado supuestamente soberano y firmante de un pacto federal dentro de una República.
Como complemento, ayer el gabinete presidencial fue puesto a las órdenes de Castillo. Algo nunca visto en el país. El país vive tiempos extraordinarios, tanto que pareciera estar en juego el significado mismo de las cosas: República, Estado, soberanía, dictadura… Acaso la romana fórmula resulte, aunque también es jugar demasiado con fuego.