La intolerancia como forma democrática
¬ José Antonio López Sosa viernes 10, Ene 2014Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Caracas, Venezuela.- A través de los años que lleva el proceso de la revolución bolivariana en este país, se han ido radicalizando las tendencias y visiones desde el poder. Lo que llegó como una alternativa democrática se ha convertido en un gobierno donde no cabe más verdad que la propia.
Si bien es cierto que la misma miopía existe en los oficialistas que en los opositores radicales, a los seguidores del chavismo la realidad les ha transformado el fanatismo político en una doctrina casi religiosa donde los seguidores se convirtieron hace tiempo en creyentes.
Los herederos del chavismo en el gobierno actual, siguen esa forma de democracia donde no caben más que los que piensen como ellos, cualquiera otra visión es tachada de vende patrias, conspiradora, pro yankee o simplemente enemiga de la revolución bolivariana. Eso es la democracia para el gobierno en turno y sus seguidores.
En Venezuela no hay un verdadero debate de ideas ni propuestas, lo que debiera ser en democracia la discusión se ha convertido en polarización que tiene en constante lucha a dos sectores con visiones distintas, ello sin mencionar que buena parte de la oposición venezolana tiene al final del día, intereses comunes con el chavismo detrás de la aparente lucha en las calles.
La situación política en Venezuela se agrava con el paso del tiempo, la radicalización de un proceso que se anunció hace 15 años como democrático lo lleva a la delgada línea del autoritarismo, a la casi invisible frontera de la mal llamada unidad, como visión única de la realidad sin aceptar voces distintas.
Con el argumento del proceso histórico y la retórica de un discurso que raya en la demagogia se explican los seguidores de este gobierno la necesidad de unirse en torno a una sola idea, sea esta buena o mala. El mismo argumento sirve para insultar a quien opine distinto.
¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN?
En términos prácticos sí hay libertad de expresión en Venezuela, lo mismo que en México, sin embargo no hay espacios para que esa libertad de expresión se imprima o se escuche, los medios de comunicación –al igual que en México—tienen intereses meta periodísticos que ponen el pie en el cuello del periodista.
Así como en México los medios de comunicación se controlan a través de los dineros –públicos y privados—, aquí se controlan a través de la fuerza irracional del estado y el dinero de los opositores, sin puntos medios, sin una realidad tangible.
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