Resueltas las reformas, ¿para qué sirve el Pacto?
Roberto Vizcaíno miércoles 18, Dic 2013Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- Madero y Zambrano perdieron el piso y comenzaron a jalarlo para lo que no estaba previsto
- Los dos le exigieron hacer cosas a Peña Nieto que ya no son posibles, como quitar a un gobernador
- Al salirse el PRD del acuerdo, las izquierdas reinstalaron la cohabitación del PRI y PAN
A un año de haberse constituido, una vez cumplidas sus reformas fundamentales, parece que el Pacto por México entró en coma… y todo indica que está a un paso de su disolución.
En estos últimos 12 meses, mucho es lo que se ha dicho y escrito sobre este mecanismo de negociación y acuerdos.
Mucho más es lo que han hecho a su alrededor sus opositores.
Lo único cierto es que, cualesquiera que fuesen las motivaciones y objetivos partidarios e individuales o ideológicos de quienes lo firmaron y participaron en él desde la oposición, y hablo de la dirigencia del PAN encabezada por Gustavo Madero y de la presidida por Jesús Zambrano en el PRD, esencialmente, el Pacto por México ha sido el más efectivo y productivo mecanismo de reformas estructurales desde los años de la pre-revolución.
El largo período de los presidentes priístas, desde Lázaro Cárdenas hasta Ernesto Zedillo transitó con Congresos absolutos. Lo que querían se les cumplía.
Fue a partir de 1997, en la parte final del régimen de Zedillo, que todo cambió y desde entonces el Congreso vive legislaturas divididas. Ninguna fuerza ni partido tienen mayorías que por sí solas puedan sacar adelante ninguna ley o reforma.
Antes de Zedillo ningún presidente necesitó ningún pacto. Luego de él nadie lo había logrado.
Una vez constituido el 2 de diciembre del año pasado en el Castillo de Chapultepec, el Pacto por México fue convertido por Madero y Zambrano en el ungüento de San Jorge.
Lo mismo servía para negociar reformas, que para someter a gobernadores manos largas y como tribunal sancionador de elecciones o como espantapájaros de mapaches.
Dentro del Pacto por México Zambrano y Madero le exigían al presidente Enrique Peña Nieto tomar decisiones al modo del viejo presidencialismo que fuera del Pacto decían repudiaban por ser antidemocráticas.
El primer caso en que el Pacto por México se trasladó de un mecanismo de negociación de acuerdos para avanzar en reformas, a ser un tribunal de la santa inquisición opositora panista y perredista fue el de las mapacherías en los comicios de Veracruz.
Basadas en percepciones y presentadas por el impresentable de Miguel Ángel Yunes Linares, las “pruebas” del supuesto intento de fraude llevaron al presidente de Acción Nacional, Gustavo Madero, a exigirle a Peña Nieto no sólo el cese inmediato de la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, sino la defenestración del gobernador Javier Duarte y meter a la cárcel a una treintena de delegados y otros operadores electorales, especialmente del PRI.
A esta campaña se unió de inmediato Jesús Zambrano del PRD.
Pero el caso es que el presidente Peña Nieto no puede remover a ningún gobernador ni tampoco meter a nadie a la cárcel por percepciones caprichosas.
Madero y Zambrano amenazaron con salirse del Pacto en caso de no ser complacidos por Peña.
Las reformas apenas comenzaban a fluir y el Presidente de la República acudió a la firma de un Adendum al Pacto. Fue la aplicación de la vieja fórmula de darles atole con el dedo.
La verdad es que el Pacto por México fue y ha sido una tabla de salvación para Madero y Zambrano.
El voto de los mexicanos expresado el domingo 1 de julio de 2012, no sólo sacó de Los Pinos al PAN, sino que lo envío a un lejano tercer lugar. En el caso del PRD este proceso fue devastador, pues lo disminuyó a casi la mitad de lo que tenía en el Senado y la Cámara de Diputados.
Al suscribir el Pacto por México, el presidente Enrique Peña Nieto no sólo los levantó de la lona comicial y política, sino que los metió a Los Pinos y les puso sillas al lado de la suya en la gran mesa del poder.
Y Madero y Zambrano se obnubilaron, perdieron el piso y la humildad. Se creyeron y actuaron como si fuesen indispensables.
Peña los pastoreó.
Con su falta de madurez e inteligencia política ellos mismos prácticamente enterraron ya al Pacto. No tuvieron ni la sensibilidad ni la visión para mantenerlo como “el mecanismo de la más alta negociación del poder del Estado” para luego convertirlo en una natural correa de transmisión de acuerdos entre las más importantes corrientes políticas del país.
Los hechos indican que apenas logró cumplir a estirones y con las reformas estructurales –“transformadoras”, las califica Peña Nieto–, más importantes y que después de eso no es posible nada más.
Sin el PRD –un partido fracturado y confrontado internamente por sus tribus que se canibalizan todos los días y en todas sus acciones–, el Pacto se ha convertido en una cohabitación política entre PRI y PAN.
Nada nuevo. Eso mismo vienen siendo ambos partidos (PRI y PAN) desde las elecciones de 1988 cuando Acción Nacional, liderado por Luis H. Álvarez y Cecilia Romero –y con la intermediación dominante y determinante del “Jefe” Diego Fernández de Cevallos–, negoció legitimar a Carlos Salinas a cambio de algunas reformas. Como ahora, pues.
Al salir del más alto mecanismo de negociación política en el que nunca antes hayan participado, las dirigencias del PRD se trasladan de nuevo a las calles de México, a mandar a hacer ruido y dar cacerolazos a las vallas de las policías, a realizar marchas y plantones. Por cierto, las cacerolas fueron utilizadas por primera vez como herramientas de la protesta social por las derechas chilena y argentina en los años de las dictaduras. Ni siquiera en eso han sido originales estos remedos de la izquierda mexicana.
En este contexto el Pacto por México es quizá ya un lastre para el presidente Enrique Peña Nieto, su partido el PRI y su gobierno.
CAMBIO DE SISTEMA
Las reformas laboral, judicial, educativa, financiera, de telecomunicaciones, hacendaria y fiscal, política y energética han creado un nuevo Sistema Económico, Político y Social en México.
Pocos parecen darse cuenta de esto porque todavía no hay leyes secundarias que las bajen a las relaciones entre los ciudadanos y el gobierno.
Pero estas reformas han creado, de entrada, un nuevo marco social al establecer un Sistema Universal de Seguridad Social con acceso universal a la salud (en lo adelante cualquier mexicano deberá ser atendido por el sólo hecho de haber nacido aquí y no por su situación laboral, como ocurrió durante las décadas); habrá pensión por vejez y por desempleo y seguro de vida a madres solteras así como un robusto sistema de becas para estudiantes. Se ampliará el acceso a la vivienda y operará un sistema de emprendedores para asesorar, conducir y financiar especialmente a jóvenes –universitarios o no– en la creación de empresas y desarrollo de proyectos productivos.
De igual forma han creado un nuevo sistema económico al ampliar el impacto de recaudación fiscal y establecer un programa para la disminución del comercio informal. Redujo los beneficios a los grandes capitales y las grandes empresas y les aplicó tasas impositivas mayores bajo el principio de que quien gana más, paga más.
Y finalmente creó un nuevo marco político electoral con una reforma que crea el instituto nacional electoral que operará los comicios en todo el país restándoles fuerza a los gobernadores.
Este nuevo sistema político restaura la reelección consecutiva en México, hasta el momento sólo aplicable a senadores, diputados y alcaldes pero que bien podría ampliarse en los próximos años al Presidente de la República y los gobernadores.
De igual forma, empodera a los ciudadanos al abrirle la puerta a las candidaturas ciudadanas y al establecer la paridad de género en el acceso a las candidaturas.
En fin, las reformas alcanzadas dentro del Pacto por México y bajo la evidente voluntad del presidente de la República, Enrique Peña Nieto, se han cumplido y sólo falta sacar las leyes secundarias para que comiencen a modificar el rostro de las relaciones de todo tipo en el país.
Estas leyes secundarias ya no requieren de mayorías calificadas, es decir de las dos terceras partes en el Senado y la Cámara de Diputados, sino que pueden ser aprobadas por mayorías simples, la mitad más uno. Es decir, ya no se requiere prácticamente del PRD y quizá en algunos casos ni del PAN.
Todo esto determinará el futuro del Pacto por México.