“La Quina”
Ramón Zurita Sahagún miércoles 13, Nov 2013De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
No me tocó muchas veces platicar con Joaquín Hernández Galicia (“La Quina”), pero las ocasiones en que sucedió, las conversaciones fueron sumamente largas. Polémico, pero buen charlista, sabía cómo mantener entretenido a su interlocutor e ir soltando poco a poco su versión de los hechos en que había participado y de la situación que se vivía en el país.
La última de esas charlas ocurrió en Tampico, su sede alterna, ya que en la vecina Ciudad Madero mantuvo su feudo durante largas décadas, aún después de la caída de su imperio petrolero. En aquella ocasión (2008), iniciamos conversando con el ya para entonces ex carcelado ex dirigente sindical durante una ronda del desayuno, la que continuó durante la comida y terminó ante la cercanía del regreso a la Ciudad de México.
Hernández Galicia, muy buen conversador, transpiraba todavía por la sangrante herida de los acontecimientos del 10 de enero de 1989 que culminaron con el derrumbe de su poderoso liderazgo y con varios años de cárcel que debió purgar. Contaba de su inocencia sobre la muerte de un agente del Ministerio Público, cuyo cuerpo le fue sembrado en la puerta de su casa, al igual que las armas que, supuestamente, encontraron en su domicilio.
Su odio a Carlos Salinas de Gortari, a quien responsabilizaba de su derrumbe no solamente era notorio, sino que lo hacía patente.
El Jardín Corona, uno de sus restaurantes favoritos en Tampico era el escenario de este último encuentro con el famoso dirigente sindical que veía menguado su poder, aunque continuaba rodeado por un numeroso grupo de trabajadores y ex trabajadores de Pemex en sus desplazamientos.
“La Quina” había pasado varios años en prisión, pero aseguraba que ese trance no lo había doblado, que mantenía el mismo vigor de siempre y que mucho de lo que se hablaba de él, era mentira.
Y es que del que fuese poderoso dirigente sindical se contaban muchas historias, las más de ellas adjudicables a su persona.
Se le mencionaba en la muerte de varios dirigentes del sindicato petrolero, situación que siempre negó.
Se le señalaba como poseedor de una inmensa fortuna y se le tachaba como señor de horca y cuchillo, condiciones necesarias, se decía, para mantener el poder por 30 años como líder moral de los trabajadores petroleros. “La Quina” siempre fue el poder tras el trono, aunque su gestión como secretario general fue breve, pero solapó los abusos cometidos por varios de los que lo sucedieron desde José Sosa, pasando por Salvador Barragán Camacho.
Por eso, los dos personajes fueron juzgados junto con él y enviados a prisión. La debacle de los entonces poderosos dirigentes petroleros sucedió en la administración presidencial de Miguel de la Madrid, cuando empezaron a restarles canonjías a los sindicalizados. Fue tanto el coraje de los dirigentes petroleros que José Sosa fue instruido por su compadre Hernández Galicia, para lanzar aquella advertencia al Ejecutivo federal: si se hunde Pemex, se hunde usted, nos hundimos todos, lo que fue considerado como una amenaza para el entonces Presidente de la República.
Para entonces el sindicato mantenía roces con la administración pública federal y se mencionaba que uno de los artífices del freno al sindicato era el entonces secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari. Las disputas se mantuvieron y se recrudecieron cuando en octubre del año siguiente (1987) Salinas de Gortari fue propuesto como candidato presidencial del PRI, partido en que militaban los entonces líderes del sindicato. Fue tal la indignación de Hernández Galicia que al poco rato circuló profusamente un libro, cuyo título cimbró a todos: “Un asesino en la Presidencia”.
“La Quina” fue responsabilizado del patrocinio del libro y la situación se tensó todavía más cuando se conoció que detrás de la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano se encontraba el respaldo de algunos de los principales dirigentes del sindicato petrolero. Y aunque la noticia de la detención de Hernández Galicia y 30 personas más vinculadas al sindicato petrolero esa mañana del 10 de enero de 1989 causó sorpresa, pronto se diluyó.
Como suele suceder, al poco tiempo de lo sucedido en Ciudad Madero, ya había pasado a segundo término, nuevos acontecimientos atrajeron la atención de la población y el golpe propinado a otro sindicato, el de Trabajadores de la Educación, diluyó el caso de “La Quina”. En la zona conurbada de Tampico-Madero, todos sabían dónde vivía Don Joaquín, como le decían los habitantes de esa región, ya que mantuvo el mismo domicilio por varias décadas, sin importar si tenía el control de los dineros del sindicato petrolero.
Después de lo ocurrido en 1989, Joaquín Hernández Galicia migró a la oposición al salir de la cárcel, uno de sus hijos logró la presidencia municipal de Ciudad Madero y él se conformó con mantener una buena imagen y reconocimiento por parte de los vecinos de la zona, aunque nunca cesó en sus ataques en contra de quienes creyó eran los responsables de su caída en desgracia.
A los 91 años de edad murió el siempre polémico Joaquín Hernández Galicia, sin que pudiera disfrutar de la caída de quien heredó el poder en el sindicato petrolero, su compadre Carlos Romero Deschamps, al que siempre consideró como un traidor.
REYNA
Finalmente, Jesús Reyna no aguantó estar fuera del presupuesto y recapacitó para asumir de nueva cuenta la secretaría de Gobierno de Michoacán. Dicen en Michoacán que Reyna si sabe el verdadero estado de salud del gobernador Fausto Vallejo Figueroa, por lo que prefiere mantenerse dentro de la estructura de la administración estatal, por aquello que se le requiera nuevamente.