Terminó en crimen
¬ Augusto Corro lunes 11, Nov 2013Punto por punto
Augusto Corro
El 10 de octubre comentamos en este espacio que Ygnacio López Mendoza, de Santa Ana Maya, Michoacán, se encontraba a las afueras del Senado en huelga de hambre, en demanda de dinero para satisfacer las solicitudes de servicios de sus gobernados.
Hasta donde se sabe, el edil fue escuchado por los legisladores y se regresó a su tierra con resultados positivos. Sin embargo, en las agitadas tierras michoacanas, López Mendoza fue asesinado. Esto ocurrió la semana pasada.
El móvil del crimen se desconoce, aunque se manejan varias hipótesis.
¿El asesinato del alcalde fue parte de la violencia que se vive en aquél estado? ¿Realmente perdió la vida porque se negó a pagar una cuota de extorsión? Algún día lo sabremos.
El hecho es que un luchador social fue torturado y asesinado en una entidad donde se encuentra hecha trizas el tejido social. La tranquilidad no se disfruta desde que los narcos decidieron hacer de Michoacán su campo de operaciones delincuenciales.
La muerte de López Mendoza evidenció, una vez más, que aquel estado seguirá convulsionado por la presencia de la delincuencia organizada que conforman “La Familia Michoacana”, “Los Caballeros Templarios”, “Los Zetas”, etc. y que ampliaron sus acciones a la extorsión, los secuestros y los asesinatos.
Por cierto, el tema de la extorsión ya se trata sin tapujos, como si se tratara de un chiste o de una gracia de los delincuentes que forma parte ya de la vida cotidiana entre los michoacanos.
Luego de la muerte de edil, el impresentable gobernador Fausto Vallejo dijo que en Michoacán alcaldes, comerciantes y ciudadanos pagan “cuotas” al crimen organizado para que los dejen trabajar y que el gobierno estatal busca terminar con esta práctica.
El mandatario, sin mayor información, se refirió a la muerte de López Mendoza, quien había recibido amenazas de la delincuencia por el pago de “cuotas”. También señaló que el pago de piso debe ser desterrado, pues es “uno de los grandes males que tenemos, no sólo los ediles, sino en el comercio y en la ciudadanía”.
De entrada, las palabras de Fausto Vallejo suenan a mentira pura. Los extorsionadores seguirán en su negocio porque no existe un programa o plan para erradicarlos. Como nunca, Michoacán es hoy un emporio de la delincuencia organizada.
Todo el sexenio de Calderón, Michoacán fue escenario de una guerra fallida. Se tiene la impresión de que la presencia de la fuerza pública llegó a aquella región a echarle gasolina al fuego.
A la violencia derivada de la narcodelincuencia, debe sumarse la crisis política que se vive en la entidad con un gobierno estatal que no acaba de instalarse. Fausto Vallejo, el gobernador electo, estuvo fuera de circulación varios meses para que le trasplantaran un hígado.
El mandatario interino, Jesús Reyna García lo suplió en el cargo y su actuación fue nula. Los problemas sociales de todo tipo crecieron y ahí siguen presentes. Sin solución a la vista.
La muerte de Ygnacio López Mendoza sirvió para que el ex presidente Calderón hiciera recomendaciones al gobierno actual, a través de tweets. Señaló la necesidad de que sean las autoridades federales las encargadas del caso:
“Gobierno federal debe evitar que PGJ de Michoacán manipule autopsia e investigación”.
En mayo había dicho en las redes sociales que no había solución en Michoacán mientras el gobierno local siguiera “obstruyendo la depuración de policías y MPs”.
De esta manera, Calderón busca influir en lo que ocurre en Michoacán, estado al que no pudo llevar paz y tranquilidad mientras estuvo en el poder. El futuro de la entidad es incierto. Michoacán vive momentos difíciles y su gobernador no le encuentra la cuadratura al círculo.