No olvidar
Francisco Rodríguez jueves 31, Oct 2013Índice político
Francisco Rodríguez
Como lo escribí el anterior 2 de octubre, hoy reitero que cuatro fueron los pasos que, en la segunda mitad del siglo anterior, dimos los mexicanos para avanzar a la categoría de sociedad y dejar de ser “pueblo”, cual aparecíamos despectivamente en la vieja oratoria de los “grillos” y gobernantes.
El primero de esos pasos, sin duda, fue el de la conciencia política. Y arrancó a partir del 2 de octubre de 1968, cuando la fuerza del aparato estatal fue lanzada contra los jóvenes que entonces comenzaban a vivir en carne propia —a partir de un pleito estudiantil sofocado a golpes, en las vecindades de una escuela privada y otra oficial cercanas a La Ciudadela capitalina— del agotamiento del modelo del desarrollo estabilizador, y por ende, del inicio del ensanchamiento de la brecha que separa a los pobres de los ricos.
El segundo fue el de la conciencia de la fragilidad económica del país, al devaluar Luis Echeverría, en 1976, al peso en su relación frente al dólar que, hasta ese momento, y tras 22 años, se mantenía en 12 pesos con 50 centavos por cada billete verde con la efigie de George Washington en el anverso. Paridad que hasta en los libros de texto de la época se consignaba.
Nueve años después, en 1985, dimos el tercer paso cuando despertó la conciencia social al llenar los mexicanos el vacío que el gobierno de Miguel de la Madrid provocó al ausentarse de los trabajos de rescate y apoyo a las víctimas de los terremotos del 19 y 20 de septiembre.
Finalmente, hasta el año 2000, los mexicanos nos percatamos que ya como sociedad teníamos el poder de contravenir al oficialismo y, en las urnas, la mayoría dio un revés a 70 años de un régimen, pero que sustancialmente era el mismo que reprimía, como en 1968; que empobrecía a los mexicanos, como en la sucesivas devaluaciones —y lo que las provocaba—, a partir de 1976; que evadía sus responsabilidades para con los gobernados, como en 1985 y en muchas otras ocasiones. Por eso, entre otras cosas, el 2 de octubre de 1968 no se olvida.
LIBERTAD, EL OBJETIVO
Y es que el movimiento estudiantil del 68 que culminó el 2 de octubre con los sucesos de Tlatelolco, fue para unos el paredón donde se acabaron los sueños de libertad y para otros la atalaya donde se salvaguardó la seguridad de la nación.
Pero el gran problema que se expresó en 1968 fue el de la libertad.
No es una coincidencia azarosa, más bien es una resultante histórica. No fueron ni el movimiento obrero ni el movimiento campesino los que lograron plantear el problema de la libertad; fue la clase media, la gente de mayor escolaridad, la gente universitaria, los intelectuales.
El ‘68 fue un incidente tomado, elaborado y convertido por intelectuales en un problema de libertad, en un problema de derechos, en un problema legal.
Se produjo una protesta que fue mucho más allá de lo que el gobierno esperaba y ante el cual se atemorizó, que desbordó toda expectativa y se convirtió en una rebelión de gran alcance, sobre todo por la torpeza de la autoridad de ocupar militarmente la Escuela Nacional Preparatoria y, más adelante, todas las instalaciones de educación pública superior.
Pero aquel 2 de octubre fue, también, la fecha en la que el gobierno estadunidense finalmente se percató de la incapacidad del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz para mantener la estabilidad del país que, además, ponía en riesgo la seguridad de los participantes y visitantes a los XIX Juegos Olímpicos que se inaugurarían diez días más tarde.
Año tras año, pues, nos acordamos de esa fecha que, pese a todo, no se olvida.
La diferencia en este 2013 es que hay ya un indiciado por estos crímenes que mancharon con sangre a la historia del país: Luis Echeverría Álvarez, el único de los culpables de la matanza que, en su residencia de San Jerónimo, sobrevive con más penas que glorias.
No olvidemos eso para que no se nos olvide que no se olvida.