Aldeanos y mojigatos
Francisco Rodríguez lunes 30, Sep 2013Índice político
Francisco Rodríguez
Algunos usan Twitter, sí —con orripilantes faltas de hortografía, las más de las beses—; crean hashtags como #LauraBozzoFueraDeMexico y #LauraBozzoMexicoNoTeQuiere, con lo que muestran un exacerbado nacionalismo, al demandar que se aplique el 33 constitucional a la peruana.
No comulgo con su estilo ni mucho menos con su programa. Ambos me parecen deleznables, repugnantes. Pero sí defiendo su derecho a la libre expresión, aunque de su boca salgan renacuajos, ajos, cebollas y su clásico “¡que pase el desgraciado!”. Es su derecho. En México la Constitución lo garantiza, no sólo a quienes aquí nacimos, también a todo aquel que pise territorio nacional. En México somos muchos los que a diario peleamos por la vigencia de ese derecho, que no es concesión, que nos hemos ganado hasta con sangre.
Es, entonces, una cuestión de libertades.
Me duele, por eso, que durante días, Twitter haya apestado a censura y, sobre todo, a nacionalismo exacerbado.
Y nacionalismo exacerbado es igual a aldeanismo, señores twitteros. Porque los nacionalismos, del signo que sean, logran despertar los instintos más primitivos de muchas personas y éstas se reflejan en un pensar y actuar francamente aldeanos.
Pero, ¡cuidado!, eso lo saben a la perfección los políticos, y no dudan en aprovecharse de ello en beneficio propio.
Porque las dos cosas que más muertos han generado en la historia de la humanidad han sido las religiones y los nacionalismos, y en ocasiones, ambos.
Y todavía no hemos aprendido la lección. Cuantas más líneas haya en los mapas, más políticos y gobernantes son necesarios; cuantas más identidades nacionales haya que defender, más gente mediocre se dedicará a crear banderas, himnos o hashtags; cuantas más tradiciones y valores comunitarios haya que escudar, más ejércitos y mejor armados son necesarios; cuanta más ignorancia de la población, más fácil es su control. La historia siempre se ha escrito bajo estos parámetros.
Y en la era de la información nos seguimos dejando engañar por estas cuestiones. Siempre imagino la cantidad de soldados que han muerto en infinidad de estériles batallas defendiendo una bandera que alguien les contó que era lo más importante del mundo, una patria por la que merecía la pena derramar hasta la última gota de su sangre, una creencia por la que merecía la pena entregar la vida, un hashtag de moda. Mientras, los de siempre —y usted sabe quiénes son—, contaban los beneficios en términos de poder y de riqueza.
TAMBIÉN MOJIGATOS
Amén del aldeanismo, el desastre causado por los huracanes sacó a flote otra calamidad que algunos también pensábamos sepultada desde la época medieval o, cuando mucho, en el siglo XX: la mojigatería.
Porque seguro se enteró usted que los editores de la revista “Playboy” consiguieron recolectar ayuda para los damnificados por los huracanes, pero hubo por ahí alguna autoridad gazmoña, tal vez nada más hipócrita, que les rechazó su aportación porque consideró que ellos no eran aptos para ayudar. “Su ayuda es indigna”, les dijeron. ¿Por qué? Pues tal vez porque en sus páginas siempre se ha exaltado la belleza femenina al natural, y eso ¡Dios mío! debe ser pecaminoso.
Deben agradecer al Señor los editores y colaboradores de la edición mexicana de la revista fundada por Hugh Hefner, no haber sido quemados en leña verde ahí mismo en el Zócalo de la capital nacional, como espectáculo para las agrupaciones “dignas” de México que ahí llevan su ayuda.
¿Qué nos pasa a los mexicanos? ¿Por qué nos negamos tan férreamente a vivir el presente y nos atamos a un pasado de costumbres primitivas, tribales, francamente aldeanas?
El que vive de las tradiciones jamás progresa, dice un viejo aforismo. Aunque el compositor francés Maurice Ravel fue más lejos: “La tradición es la personalidad de los imbéciles”.
Y algunos imbéciles apelan a la tradición para mantener vigentes mojigatería y aldeanismo.
El progreso no sólo se mide por los avances científico-tecnológicos sino por la capacidad intelectiva humana de razonar, sensibilizar y racionalizar. Y en Twitter, en las oficinas gubernamentales donde rechazan la ayuda de “Playboy”, no razonan, no son sensibles, no racionalizan. Coincidirá usted conmigo, ¿o no?