La amarga experiencia
¬ Augusto Corro lunes 23, Sep 2013Punto por punto
Augusto Corro
Tendrán que unirse todos los criterios de autoridades y sociedad para implementar planes de protección civil para no permitir que se repitan tragedias como las provocadas por las lluvias de “Ingrid” y “Manuel” que sometieron al país a inundaciones, desbordamientos de los ríos y deslizamientos de tierra.
Hechos que provocaron la muerte a más de cien personas y dejaron miles de damnificados en gran parte del territorio nacional. A partir de estos acontecimientos, la respuesta de las autoridades y de la propia población debe ser diferente.
En primer lugar, cualquier anuncio de ciclón debe ser tomado en cuenta con la seriedad y atención requeridas para aplicar, inmediatamente, medidas preventivas, con el propósito de reducir los daños. Éstos son impredecibles, pero con la ayuda de la tecnología y los programas de prevención de desastres los efectos nocivos de los huracanes serían menores.
En los tres niveles de gobierno (municipal, estatal y federal) se encuentra la clave para actuar positivamente para contrarrestar los efectos de los desastres naturales provocados por terremotos y huracanes. La sociedad mexicana debe organizarse y trabajar coordinadamente con las autoridades, para que los ciclones no la encuentren tan desprevenida e indefensa.
Concretamente, en los casos de destrucción de “Ingrid” y “Manuel” ¿pudo evitarse la tragedia? Seguramente no, pero sus dimensiones pudieron ser menores. Por ejemplo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) “inició una queja de oficio ante las posibles irregularidades de parte de las autoridades del estado de Guerrero, en la aplicación de medidas de protección civil adoptadas antes, durante y después de la contingencia ocurrida en días pasados en aquella entidad”.
De entrada, la actitud de la CNDH es positiva, porque fueron cuantiosos los daños en pérdidas de vidas humanas y bienes materiales, para dejar la situación como si nada hubiera ocurrido. Según la propia comisión se tratará de una investigación orientada a conocer los eventuales agravios que se hubieran ocasionado por omisiones y una actuación deficiente de servidores públicos del estado de Guerrero, encargados de la protección civil en todos y cada uno de los municipios afectados”.
¿Y LA ADVERTENCIA?
Independientemente de los estragos que sufrieron los guerrerenses en toda la entidad, miles de turistas, la mayoría capitalinos, tuvieron que enfrentar los embates del mal tiempo y permanecer varados en Acapulco por varios días, ante la imposibilidad de viajar por tierra o aire.
El puerto se llenó de visitantes que aprovecharon el puente “patrio” sin ninguna advertencia de la amenaza de “Manuel”. Como es costumbre, los vacacionistas se fueron a Acapulco, sin ninguna advertencia. Optaron por irse a la aventura, pero en esta ocasión las cosas fueron diferentes.
Los principales accesos por carretera (entre estos la Autopista del Sol fue destruida, en grandes tramos, por las lluvias). El tránsito vehicular apenas se reanudó, pero con las molestias que implica una vía afectada por los derrumbes y los deslaves. Por cierto, ya lo señalamos en otra entrega, se descubrió la pobre calidad de los materiales usados en la construcción de esa dizque supercarretera. La CNDH tomará nota de los testimonios de los afectados y realizará todo tipo de diligencias para integrar un expediente del que informará posteriormente. Así lo esperamos.
A APROVECHAR LA EXPERIENCIA
“Manuel” e “Ingrid” fueron dos fenómenos naturales atípicos que se dan con mucha diferencia de años. En 1958 ocurrió algo parecido, pero no se perdieron tantas vidas humanas, ni hubo tantos daños materiales.
Los tiempos cambiaron, el calentamiento global ha propiciado cambios en la naturaleza que resultan más agresivos a los seres humanos. Ante esos eventos, es muy importante la instalación de programas de prevención de desastres que preparen a la población para enfrentar con mejores resultados los fenómenos naturales.
Actuar reactivamente ante las amenazas naturales, sólo provocará mayores tragedias. Debemos estar preparados para no volver a ser sorprendidos por los ciclones y los terremotos. Realizarlo será complejo, pero no hay otro camino.