Natalia y su progenitor
Francisco Rodríguez miércoles 18, Sep 2013Índice político
Francisco Rodríguez
Quiero y admiro a Guadalupe Albert, a quien conozco desde hace ya algunos años. Vive ahora lejos, a varios continentes de aquí, y frecuentemente intercambiamos correos que nos mantienen unidos, pese a la distancia. Me sorprendió uno de ellos, la semana anterior, donde me decía que “ni modo, mi vida privada se hizo pública, pero es por una buena causa”. Y acto seguido me remitía, para que entendiera, a leer el artículo que un día antes publicara Guadalupe Loaeza bajo el título “¡No más Natalias!”.
Me enteré entonces, en palabras de la cronista, que “tal vez no pase una semana —esta semana, precisamente esta semana— antes de que los magistrados del Primer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito pongan punto final a una batalla legal que empezó hace seis años. Resolverán si Francisco Javier Pérez Pijoan debe indemnizar a Natalia Albert Llorente por el daño que le causó al no haberla reconocido como su hija o si deben premiar la irresponsabilidad y cinismo de éste al dejar impune el abandono de una mujer embarazada y de la hija que procreó en su relación con la madre de Natalia”.
La madre de Natalia es mi querida Guadalupe Albert, G1 le digo cariñosamente, quien a solicitud de este escribidor, me hace llegar las palabras de su hija, quien ahora también reside lejos, muy lejos de México: “Mi búsqueda —dice Natalia— comenzó a los 16 años. Cuando sentí que algo me faltaba. No sólo la presencia de mi madre que por ser ella la proveedora pasaba menos tiempo conmigo, pero por el hecho de que siempre me hicieron sentir diferente.
“A principios de los 80’s no era fácil entrar a una escuela privada sin la firma de ambos padres; fui rechazada de varias. Asimismo, en el colegio, durante mis años de infancia, se me cuestionaba la ausencia de una figura que nunca había aparecido en mi vida. Mi madre se encargó de no satanizar su imagen ante mí, pero lo inevitable viene y con eso, el deseo de constatar que sí había existido ese personaje que se debería llamar, mi padre.
“Han sido varios años de desconcierto, de pasar del enojo al cuestionamiento. Han sido años de esfuerzo y conciliación y reconciliación conmigo misma”.
CAMBIAR LAS LEYES
“En el 2007 decidí demandar a esa figura que se desdibujaba porque no existió, ¡mi padre! Esto, a pesar de todas las opiniones en contra de por qué quería hacerlo. Es difícil explicar el sentido que tiene el querer ser reconocida por la otra mitad de tu genética cuando no lo has vivido.
“Mi primera intención era querer tener un sentido de pertenencia. Así que, con un enorme resentimiento en su contra y sintiendo que ya no tenía más que perder, me acerqué al despacho De Buen a contarles mi historia, esperando que ellos me quisieran ayudar y confiada en que la ley sería objetiva y justa. Ese día comenzó un capítulo importante en mi vida, con determinación y miedo y con la ayuda del Despacho De Buen y el de Saucedo y Asociados es que emprendimos esta lucha personal y social.
“Sin duda, sería un asunto de interés jurídico ya que, de acuerdo a la ley, los hijos no demandan. Sería la madre quien, antes de que el hijo cumpla 18 años, la que demanda al padre. Pero mi caso no fue así, mi madre no tuvo interés de hacerlo legal. Para ella era más importante el amor que se me negaba que cualquier otra cosa.
Hoy, seis años después, soy una persona diferente a la joven enojada y resentida. Lo que no ha cambiado es mi determinación de conseguir un cambio. En el transcurso de estos años y ante el dolor de ver cómo se me negaba la posibilidad de hacer a mi padre responsable, tomé conciencia de lo importante que es cambiar las leyes de mi país. Pensé en lo importante de dejar un precedente para que los hombres tomen conciencia y dejen de abusar emocionalmente a las mujeres, embarazarlas, y no hacerse responsables de sus actos. ¡De sus hijos!
“Hoy sé que la batalla en contra de mi padre puede ser el principio de la batalla de miles de personas en México que tienen que vivir con el dolor, la confusión y el enojo que representa el no entender por qué tú estás en esta situación de abandono y desventaja social. ¿Qué hice? ¿Por qué me abandonó? ¿Por qué la gente que opina dice que no es personal? ¡Claro que es personal! Es un acto de cobardía y de agresión. Es un acto de abuso emocional. Es un acto de vileza, es un gran acto de irresponsabilidad.
“Hoy me queda la satisfacción de haber encontrado y comprobado mis raíces. Se comprobó que soy como todos los seres humanos, que fui engendrada por un hombre y una mujer que vivió muchos años enamorada. Sé que soy producto del amor de mi madre y de la irresponsabilidad de mi padre. Hoy me queda la tranquilidad de haber comprobado a lo largo del juicio su gran irresponsabilidad y engaño. Porque claro que sí me abandonó y qué sí lo hizo personal.
“Espero que esta historia inspire a los legisladores y a los jueces para cambiar las leyes”.
Éxito, Natalia. Éxito, querida G1. Ojalá que los magistrados del Primer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito consideren válido el reclamo que esta ciudadana les plantea. Ojalá, también, que la educación y la ley cambien para que no haya más Pérez Pijoan.
Usted seguro lo comparte, ¿verdad?
Índice Flamígero: Apenas el 30 de enero de este 2013, la Primera Sala de la SCJN resolvió no ejercer facultad de atracción para conocer el amparo directo que Natalia y sus abogados interpusieron para que este órgano judicial atrajera el caso referido. La ponente fue la admirable ministra Olga Sánchez Cordero. La “batearon” sus colegas machistas.