El declive de Malova
Ramón Zurita Sahagún miércoles 26, May 2010De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Sinaloa parecía a punto de turrón para que la oposición al PRI conquistara la plaza.
Todas las condiciones lo hacían sentir de esa forma: Un candidato priísta (Jesús Vizcarra Calderón) metido con calzador.
Una alianza de partido con un abanderado (Mario López Valdez) surgido de la misma élite priísta y considerado con mayor popularidad que su adversario.
Dos ex gobernadores populares (Francisco Labastida Ochoa y Juan S. Millán Lizárraga) que hasta enviaron a sus hijos a trabajar a favor de la campaña del opositor al PRI.
Una ciudadanía ansiosa del cambio.
Figuras populares (Humberto Soto y Jorge Arce, boxeadores campeones mundiales) respaldando su campaña.
Respaldo abierto y encubierto de priístas militantes y de ex priístas que renunciaron para seguir al candidato opositor en su aventura electoral.
Un regular recibimiento, a secas, de los dirigentes y militantes de los partidos coaligados en torno a la candidatura de Malova.
El respaldo de los dirigentes nacionales y principales figuras de esos partidos, los que acudieron a su inicio de campaña. Josefina Vázquez Mota, Juan Molinar, César Nava, Emilio Goicochea Luna, por parte de los panistas y Jesús Ortega, Carlos Navarrete y Hortensia Aragón, entre los perredistas, además de Luis Walton y otros personajes de la izquierda y de la derecha.
Las primeras encuestas situaban a Malova al frente de las mismas, las siguientes en un empate técnico y las más recientes lo marginan hasta ocho puntos de su adversario priísta.
Qué pasó entre la renuncia de Malova al PRI y el inicio de su campaña que descendió tanto en las preferencias ciudadanas.
Lo que ocurrió es que estalló la crisis al interior de esos partidos, donde lograron colarse algunos ex priistas, se desplazó a viejos militantes y otros mostraron su inconformidad por postular a un candidato recién renunciado al partido que combaten.
También sucedió que la guerra sucia desatada contra el candidato priísta, Jesús Vizcarra Calderón, por supuestos nexos con la delincuencia organizada fueron desactivadas, al no poderle probar nada.
Ocurrió que los priístas pudieron cerrar filas y recomponerse al interior de su partido y dejaron para después del proceso electoral batalla interna y que los tricolores están usando la misma estrategia de cubrir al candidato a gobernador con las grandes figuras del partido.
En Sinaloa, el efecto Malova parece diluirse, aunque habrá que esperar hasta el 4 de julio para conocer la decisión ciudadana emitida en las urnas, especialmente porque el electorado es sumamente volátil.
Y es que durante mucho tiempo los partidos de oposición al PRI, principalmente los de izquierda alentaron las deserciones de militantes tricolores inconformes con su partido al ser relegados de las posibilidades de competir por el gobierno de sus respectivos estados.
De esa forma, se conseguían candidatos que podrían garantizarle buenas votaciones en las urnas, manteniendo vivas las posibilidades de triunfo.
Lo que fue conocido como el “monrealazo” desató un fenómeno que hace 12 años permitió cooptar a los candidatos a los gobiernos de Zacatecas, Tlaxcala y Baja California Sur y convertir a esas entidades en gobiernos perredistas.
Ricardo Monreal Ávila mostró que su popularidad superaba a la del priísta José Marco Antonio Olvera Acevedo, con quien mantenía viejas rencillas y sin grandes problemas arrebató la plaza a los tricolores que hoy todavía luchan por su reconquista.
Alfonso Sánchez Anaya fue desplazado en la candidatura priísta al gobierno de Tlaxcala por Joaquín Cisneros, convirtiéndose en abanderado del PRD y gobernador del estado, al superar sin grandes dificultades al priísta y 12 más tarde el PRI busca desesperadamente volver a gobernar la entidad.
Leonel Cota Montaño, entonces alcalde de La Paz, buscó la candidatura del PRI y fue vencido en una contienda interna con dados cargados por Antonio Benjamín Manríquez Guluarte, por lo que se apoyó en una candidatura de izquierda y ganó los comicios, convirtiendo el estado en un feudo familiar y de la izquierda, al que los priístas tienen pensado regresar el año próximo.
Esos tres ejemplos constituyen lo mismo que pretende hacer Mario López Valdez, renunciar al PRI, encabezar una candidatura de oposición y mostrar que en su ex partido se equivocaron al nominar a un candidato al que rebasaba en popularidad.
Y es que Sinaloa, al igual que Oaxaca, son los estados en los que el PRI detecta una verdadera peligrosidad de una elección cerrada el próximo cuatro de julio y donde se encuentra redoblando esfuerzos para respaldar a sus abanderados Jesús Vizcarra Calderón y Eviel Pérez Magaña.
*Nunca creyó poder alcanzar una popularidad tan grande el abogado Alberto Bazbaz Sacal, aunque este conocimiento que de él tiene la gente es sumamente negativo.
El joven abogado complicó el asunto de la desaparición y muerte de la pequeña hija del matrimonio Gebara Farah y ahora paga las consecuencias de lo mismo.
La carga será sumamente pesada para su futuro y siempre será recordado por las inconsistencias del caso judicial.
*Quintana Roo parece una de las entidades más tranquilas para los priístas que compiten en 12 entidades del país por los respectivos gobiernos estatales.
El candidato tricolor Roberto Borge Angulo inició con sombras de duda sobre el escenario electoral que se le avecinaba.
Gregorio Sánchez Martínez se veía como un candidato fuerte avalado por una alianza opositora de izquierda y derecha y respaldado por la comuna de Benito Juárez (Cancún) que gobernaba.
En el camino entró la descomposición y los panistas no establecieron el acuerdo necesario con el PRD y los otros partidos de izquierda, por lo que el partido blanquiazul postuló su propia candidata.
Las otras alianzas se quedaron a mitad del camino y se conocieron algunas de las hazañas de Sánchez Martínez en su paso por la alcaldía y las simpatías empezaron a mermar.
Hoy, el panorama parece esplendoroso para el priísta, aunque habrá que esperar a la cita del 4 de julio.