El zafarrancho panista
¬ Augusto Corro lunes 12, Ago 2013Punto por punto
Augusto Corro
No quedaron conformes los panistas con las reformas a los estatutos de su partido, que consisten en lo siguiente: los militantes podrán elegir mediante voto directo a sus dirigentes nacionales y estatales.
Paralelamente, se creó una Comisión Permanente que “tomará decisiones de carácter coyuntural, con lo que se acotan las decisiones de los líderes elegidos por los militantes del blanquiazul”.
En medio de golpes, jaloneos y reclamos, los blanquiazules protestaron por lo que consideraron una imposición por parte del líder Gustavo Madero y sus amigos. Así concluyó la asamblea que empezó en marzo y fue suspendida, en aquella, ocasión, por falta de quórum.
Anteayer, se volvieron a reunir para aprobar los nuevos estatutos de la “armonización” panista, pero las protestas de los asistentes demostraron que el partido se encuentra muy lejos de ese propósito.
La asamblea albiazul reflejó la situación real de desorden e inconformidades que se viven en el interior de esa organización política, a raíz de su derrota mayúscula en las recientes elecciones presidenciales.
Como todo mundo sabe, el PAN fue derrotado estrepitosamente: cayó al tercer lugar en las preferencias electorales. La crisis afloró y empezaron a buscar la manera de superarla. No han podido.
Las tribus “salvajes” panistas hace tiempo que dejaron de luchar por sus principios. Los mueven otros intereses más realistas, como aquel de apoderarse del partido, fuente de poder y de negocios.
Ese es el eje de los conflictos blanquiazules. Por eso están enfrentados los grupos de calderonistas y maderistas. Ambas facciones se han empeñado en adueñarse del partido. Ante el pleito de los líderes, los militantes panistas se han sentido más decepcionados.
El PAN se convirtió en un organismo político conflictivo, como el Partido de la Revolución Democrática (PRD), donde las pugnas internas son propias de su naturaleza. No ocurría así con Acción Nacional, que se distinguió como un partido de oposición y lucha en los regímenes priístas.
Cambiaron los tiempos y en el 2000, Vicente Fox ganó la Presidencia de la República y luego no supo como gobernar. Ahí empezó la debacle panista. México siguió estancado en su desarrollo.
Como si no fuera suficiente, Fox le heredó el gobierno a Felipe Calderón, un panista con experiencia política, pero sin capacidad para ejercer las funciones de presidente de México.
Al poco tiempo de asumir el poder, Calderón decidió enfrentarse a la delincuencia organizada con los resultados que todos conocemos: más de 80 mil muertos, miles de desaparecidos y el tejido social hecho trizas.
Para las últimas elecciones presidenciales, el michoacano pretendió influir en su partido para la selección de candidato. Para eso se valió de su delfín, Ernesto Cordero, el ex secretario de Hacienda, pero no le funcionó la estrategia. Contra viento y marea, Josefina Vázquez Mota fue la candidata presidencial. No le gustó a Calderón y se negó a brindarle apoyo a la candidata panista.
Madero sólo esperaba la primera oportunidad para empezar a distanciarse de Calderón. La derrota presidencial panista fue una de las causas del rompimiento total de su relación. Se definieron los grupos y maderistas y calderonistas empezaron a escribir un nuevo capítulo en la historia de Acción Nacional.
Con el partido en la lona, los dirigentes decidieron empezar en analizar los motivos de su derrota estrepitosa en las presidenciales. Buscaron las razones de la derrota y llegaron a la conclusión que uno de los males provenía de la falta de democracia interna.
Madero se dedicó a buscar la manera superar ese problema, cuya posible solución podría ser que los militantes panistas pudieran elegir directamente a sus dirigentes. Esta propuesta fue la que se aprobó el sábado pasado en medio de inconformidades y protestas que calificaron al dirigente de déspota.
Lo ocurrido en la asamblea panista fue un capítulo más de esa historia del partido, a la que no se le ve fin.