Francisco pide a los poderes un mundo más justo y más solidario
* Especiales, Mundo viernes 26, Jul 2013- El Papa afirmó que “no es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable”
Río de Janeiro, Brasil.- “Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que existen en el mundo”, afirmó el papa Francisco luego de visitar una favela de Río de Janeiro, uno de los sitios más pobres del país.
En realidad, estuvo en el complejo de favelas de Manguinhos, en la zona norte de Río de Janeiro, donde viven unas 2 mil personas en casas hechas con cartón y materiales de precarios. Acudió bajo la lluvia y rodeado de fuertes medidas de seguridad, entre las que la policía portaba armas de precisión y los helicópteros sobrevolando la zona, misma que hace un año era controlada por bandas de narcotraficante, pero fue recuperada por la autoridad.
Ahí pidió a los poderes que trabajen por un mundo más justo y solidario. Y también llamó a los jóvenes a luchar contra la corrupción y la injusticia
Francisco llegó en un modesto “Fiat” y después se pasó al papamóvil. Luego caminó por las calles de la favela –como alguna vez lo hizo aquí Juan Pablo II- seguido por cientos de personas. Entró en una casa para saludar a sus habitantes y después se reunió con la comunidad en un campo de fútbol.
También ingresó a una pequeña iglesia erigida en la favela para bendecir el altar mayor y regalar un cáliz. “Me gustaría –dijo- hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades…”.
El papa pidió que todos, “según sus posibilidades y responsabilidades”, contribuyan a poner fin a las injusticias sociales. “No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano.