Las dos caras de Horacio
¬ Gustavo Mora viernes 21, May 2010Nostálgicos y acelerados
Gustavo Mora
Horacio Flores de la Peña, que acaba de fallecer, tenía dos caras: la del economista brillante (una de las mentes más lúcidas del gabinete echeverrista y la otra era Mario Moya Palencia), y la del que tuvo que renunciar como secretario del Patrimonio Nacional por su afición a los días sin huella. Cuando superó este problema, lo rescató José López Portillo nombrándolo Embajador en Francia, donde se desempeñó con la inteligencia natural que él tenía.
Era el santón del grupo bautizado como los rabanitos (rojos por fuera, blancos por dentro y…¡todo el mundo los eructaba!), ante los que Echeverría abría la boca hasta la más amplia capacidad de su mandíbula, por sus conocimientos en economía la cual ignoraba por completo El Diablo de San Jerónimo.
Durante la gira de Echeverría por Suramérica, Flores de la Peña se dio vuelo con los pisco sours en Perú y los vinos argentinos en Buenos Aires, además de una compañía de nada malos bigotes. Pero cuando la comitiva llegó a Venezuela, Flores de la Peña ya no participó en las reuniones de los presidentes con sus colaboradores y estaba sentado en un saloncito anexo. Con su talento fuera de lo normal, Don José Pagés Llergo bautizó la colaboración que le entregué y en la que relataba los incidentes de la gira presidencial: “Salucita don Horacio”. Llegando a México presentó su renuncia y lo sustituyó Francisco Javier Alejo.
Pero quizá fue el más destacado participante en la Reunión de Embajadores de México en Europa, que organizó el canciller Santiago Roel García en Paris, para hacerles sentir al propio Flores de la Peña, a Luis Echeverría Álvarez y a Augusto Gómez Villanueva, que los chicharrones que tronaban en la Secretaría de Relaciones Exteriores eran los de Roel, nativo de la tierra del cabrito, las agujas y las ricas Glorias.
Descanse en paz don Horacio.
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Las reuniones interparlamentarias entre legisladores de México y los Estados Unidos siempre han sido chipotudas y han servido para una pura y dos con sal. A los miembros del Capitolio no les interesa este encuentro e integran delegaciones mediocres y su número es reducido, lo que contrasta con el amplificador, los reflectores, las cámaras y los micrófonos que lleva la delegación de la raza de bronce. La que tuvo como sede la capital queretana estuvo a punto de suspenderse, ya que ante más de 12 senadores mexicanos, había solamente dos de allá, de ese lado. Y cuando se llevaban a cabo en Washington, tanto los representantes como los senadores abandonaban las sesiones para participar en los debates y votar en los asuntos de su país que eran los que sí les importaban. Los comunicados conjuntos no son más que catálogos de buenas intenciones incumplidas. Y desde luego, lo más importante: el turismo parlamentario en nuestras playas y algunas ciudades estadounidenses para hacer fayuca travel. Por eso no sorprende que se hable de cancelar la de este año.
Cuando Lyndon B. Johnson era Presidente de los Estados Unidos, los hizo viajar hasta Hawai si es que los mexicanos querían tomarse la foto con el tejano. Y la reunión inaugural terminó cuando los guaruras de Johnson arrebataron el micrófono al senador Ezequiel Padilla que hablaba en nombre de la Delegación Mexicana, por mencionar la soga en casa del ahorcado llamando hasta tres veces Kennedy a Johnson. Las charolas con canapés fueron retiradas y los meseros recogían las bebidas que apenas comenzaban a consumirse.