Partido de quinta
¬ Augusto Corro jueves 11, Jul 2013Punto por punto
Augusto Corro
Al Partido de la Revolución Democrática (PRD) le fue mal en las pasadas elecciones estatales. En la tabla de calificaciones podría muy bien ocupar el último lugar, luego de las pequeñas “franquicias políticas”. De acuerdo con los reportes de victorias electorales, todas las organizaciones políticas lograron triunfos considerables, menos los perredistas. Los partidos pequeños, sin tanta alharaca, lograron triunfos en decenas de alcaldías.
¿Y el PRD? Bueno, pues debido a la división en la denominada izquierda mexicana, no obtuvo los resultados que se pensaban.
En los comicios del año pasado, la denominada izquierda alcanzó a rebasar al Partido Acción Nacional (PAN) y colocarse en un honroso segundo lugar. Pero eso ya pasó.
En las elecciones estatales del domingo último, el PRD sirvió de comparsa a su adversario político, el PAN, y lo ayudó a conseguir Baja California, así como otras capitales, pero siempre con el papel de segundón. El PRD como representante de la izquierda ha tenido tropiezos que lo han llevado a disminuir la clientela electoral. Sus principios ideológicos son otra cosa, con el tiempo se convirtieron en signo de pesos. Esa condición de organización mercenaria lo llevó a perder, por ejemplo, un bastión importante del partido, como lo era Benito Juárez (Cancún), que junto con el Distrito Federal (DF) representaban el orgullo perredista.
El senador Alejandro Encinas hizo un análisis de las condiciones que prevalecen en el PRD. Dijo que el partido perredista se ha alejado de la sociedad y de su propia militancia; además ha perdido identidad y compromiso ético.
No es necesario ser un especialistas políticos para conocer que en el PRD se libra una lucha interna entre los “chuchos” y el ex jefe del gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, por el liderazgo partidista.
Como parece, el PRD es la única opción de Marcelo para revivir sus ambiciones políticas rumbo a las presidenciales del 2018.
Sin embargo, los “chuchos”, encabezados por Jesús Zambrano y Jesús Ortega, se encuentran muy a gusto en la dirección del partido, sin importarles gran cosa el ridículo que hicieron en las elecciones recientes. ¿A quién le ha ido peor? ¿A la selección mexicana de futbol o a los perredistas?
LA SALUD DE FAUSTO VALLEJO
Hay inquietud en Michoacán para saber cuál es la situación real de la salud del gobernador con licencia, Fausto Vallejo.
Actualmente, la entidad tiene a Jesús Reyna como gobernador interino. En abril pasado entró al gobierno a suplir a Fausto. Su papel como suplente ha sido deprimente. No ha podido controlar la espiral de violencia que vive ese estado, bastión de “La Familia Michoacana” y de “Los Caballeros Templarios”. Ante la anarquía en el gobierno, los opositores de Fausto se preguntan si éste regresará a continuar su mandato o se retirará a la vida privada.
Tras señalar que Michoacán no se puede gobernar en abonos chiquitos, el líder panista, Miguel Ángel Chávez Zavala, quiere información real de la salud de Fausto.
El diputado perredista, Uriel López Paredes, también quiere saber qué males padece el citado gobernador con licencia, porque Michoacán no puede ir a la deriva.
La licencia de Fausto vence el 23 de julio próximo, es posible que para esa fecha ya se tenga conocimiento de lo que ocurrirá con el gobierno en un estado que necesita, urgentemente, un buen gobernador.
PARTIDO DE RICOS
Como decía el profesor Carlos Hank: un político pobre es un pobre político. Esta idea ha sido tomada muy en cuenta por el senador Jorge Luis Preciado, un oscuro legislador que saltó a la fama cuando su jefe, Gustavo Madero, lo convirtió en líder de la bancada panista en la Cámara alta.
Sin empacho alguno, Preciado reveló que es hombre rico. Dio a conocer la lista de sus propiedades: “cinco millones de pesos entre terrenos y casas en su natal Colima, así como en Manzanillo y Tecomán”.
Además de ser dueño de “anillos, reloj y cadena, así como dos vehículos por un valor aproximado a los 425 mil pesos y tres cuentas bancarias”. Qué lejos quedó el PAN aquél, en el que sus militantes tenían que hacer rifas de lo que fuera para obtener recursos económicos que mantuvieran a flote su partido.