Ante su incapacidad, imponen el silencio
Roberto Vizcaíno jueves 20, May 2010Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
Este secuestro es del interés nacional y la información junto con sus hipótesis, deben fluir libremente porque de eso depende garantizar un derecho fundamental de la sociedad, el de la libre expresión, eje central de toda democracia
El sábado los mexicanos nos despertamos con la noticia del secuestro de Diego Fernández de Cevallos y el domingo
el presidente Felipe Calderón se fue a un viaje a España y a Estados Unidos.
La crónica de lo ocurrido nos indica que el mandatario apenas retardó 3 horas su salida, a fin de instruir a su gabinete de Seguridad –secretarios de Gobernación, de la Defensa, de Marina, de Seguridad Pública, director del Cisen y titular de la PGR-, iniciar la investigación del secuestro del ex candidato presidencial de Acción Nacional.
Y se fue.
Bien apunta el dicho: cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta. Así, sin la presencia de su jefe, al gabinete de Seguridad no se le ha visto ni el polvo.
Todo se dejó suelto y la información sobre este caso comenzó a fluir al margen de las instituciones de seguridad y del propio gobierno.
Hablaron los empleados del rancho donde fue secuestrado el ex senador, personeros no identificados de las procuradurías de Querétaro y General de la República entregaron a los reporteros informes extraoficiales, el gobernador José Calzada conversó con empresarios e industriales queretanos, nacionales y extranjeros que tienen poderosas inversiones en esta entidad a quienes explicó los supuestos del secuestro, el inicio de las pesquisas y las presunciones de su origen y éstos a su vez lo comentaron a los periodistas que se encontraban esperándolos a la salida del despacho del gobernador.
Familiares y amigos del llamado “Jefe Diego” hicieron lo suyo.
Las reacciones de líderes políticos, empresariales, industriales, financieros e intelectuales llenaron los espacios de diarios y los noticieros de la radio y la televisión.
Hacia el martes las redes sociales que circulan las opiniones de millones por Internet a través de Twitter y Facebook, completaron la tarea.
Las hipótesis sobre las causas del secuestro del poderoso e influyente abogado panista se contabilizaban por docenas, desde las más verosímiles hasta las más descabelladas. Todas eran y son válidas, porque nadie ha salido a dar una explicación oficial coherente.
La diatriba, crítica, ofensa contra el personaje corrió al parejo por estas populares vías del Internet . Ahí le han dicho al panista hasta lo impensable.
¿Y el gobierno de Calderón? Bien, gracias… anda de viaje.
La tarde del martes pasado las autoridades estaban no sólo rebasadas por todo lo anterior, sino arrinconadas, borradas.
Ya no podían prácticamente hacer nada. Ni siquiera intentaron establecer un mecanismo de flujo informativo, de explicación, de atención a los medios de comunicación –los cuales obviamente exigían respuestas-, como sí lo hicieron cuando se presentó la amenaza del virus de la Influenza A H1N1.
¿Qué hicieron entonces?
Establecieron el silencio. Les pusieron mordaza a diarios, radio y TV.
Ante su incapacidad para manejar la información requerida sobre el caso que para entonces ya era de carácter internacional, en lugar de iniciar aunque fuese tarde un mecanismo de explicación pública, optaron por acallar a los medios.
Su decisión tiene una causa obvia, por demás evidente: ya el lunes intentaron no informar sobre el caso, sino detener, desviar aquellas hipótesis que hablaban de un secuestro realizado por uno o varios grupos del narcotráfico a fin de obligar al gobierno de Felipe Calderón a negociar o la liberación de uno o varios jefes de cárteles que purgan penas en cárceles mexicanas –muy presumiblemente la liberación del lugarteniente de Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ignacio “El Nacho” Coronel Villarreal quien se supone fue capturado hacia fines de la semana pasada en Guadalajara-, o detener el flujo de extradiciones de estos hacia Estados Unidos, o las dos cosas.
Desde que columnistas, articulistas, conductores e intelectuales o expertos en cuestiones del narcotráfico como Edgardo Buscaglia comenzaron a ir por el camino de esa hipótesis, se vio que el gobierno de Calderón reaccionó.
Hasta ese momento no les había importado lo que decían los diarios, la radio o la TV.
La cosa cambió –insisto-, a partir de que las hipótesis del secuestro de Diego Fernández de Cevallos se comenzaron a encuadrar bajo esa percepción, idea.
Fue hasta entonces que algunos desde el gobierno corrieron la versión entre columnistas y conductores “amigos”, entre directivos de las empresas editoriales, de que el secuestro “más bien podría haberlo realizado un grupo de delincuentes inexpertos que buscan cobrar un rescate alto”.
Otros, bajo el argumento de que los peritos de la PGR, Seguridad, Cisen y otras dependencias judiciales no había encontrado rastros de la delincuencia organizada, comenzaron a ir por la línea de investigación de que el plagio bien pudo ser realizado por “alguien” cercano a Diego, por alguien relacionado con algún asunto profesional del abogado o de plano por una venganza.
Era por demás evidente que se pretendía alejar las hipótesis del tema de una acción de narcotraficantes para obligar al gobierno panista a negociar.
El mismo martes se dieron cuenta que la estrategia de control de daños no les funcionó. Entonces acudieron al argumento, más bien pretexto, de que la “familia” del secuestrado pedía a los medios un espacio para negociar con los plagiarios para exigirle a las direcciones de los medios informativos parar el manejo periodístico alrededor de este caso.
La primera en entrar en el esquema fue Televisa. Anunció que dejaba de informar sobre el caso hasta que hubiera una información que lo mereciera.
El peso de este medio informativo determinó que otros, si bien no siguieran al ciento por ciento su camino, sí bajaran la intensidad del flujo informativo respecto del secuestro de Fernández de Cevallos.
Con esto se diluyó entonces la hipótesis que tanto escozor les provocó.
Uno que salió a explicar por Televisa las cosas, fue Carlos Loret de Mola, conductor del noticiario matutino de esta empresa, quien en su espacio en El Universal, aclaró:
“Noticieros Televisa anunció la noche de antier su decisión de anteponer la vida de una víctima de secuestro a la tarea periodística. Nada nuevo. Esa ha sido la política siempre. La determinación ha causado polémica por la dimensión de la empresa, por tratarse de la primera vez que un medio de comunicación en nuestro país transparenta una política editorial de esta naturaleza y porque el de Fernández de Cevallos es el secuestro —hasta el cierre, secuestro es lo único que puede probarse— de más alto impacto en la historia posrevolucionaria de México.
“Todos los medios de comunicación tienen política editorial. Se discute o impone, dependiendo de las prácticas de cada uno. Por lo cambiante de las noticias, sus márgenes no son fijos. Hay una política editorial en si se va a escribir Presidente o presidente o en publicar o no imágenes sangrientas. Hay cosas más de fondo como el uso del “presunto” en ciertos casos probados pero no sentenciados, llamarle grupo terrorista o separatista a la ETA, y en algún momento del 2006 todas las redacciones nacionales, incluso las más cercanas al lopezobradorismo, expresaron que Felipe Calderón era presidente de México, y no el electo o el espurio, y le empezaron a llamar así, presidente, sin cursivas ni comillas.
“La familia Fernández de Cevallos, esperanzada en que los captores de El Jefe Diego lo mantengan con vida, solicitó respetuosamente que se abriera un espacio de ayuno informativo en el tema para motivar a los secuestradores a entrar en contacto para negociar, temerosos de que fueran a reaccionar con pánico ante el escándalo público. La familia pidió esto en un contexto especulativo que llevó a un ex dirigente político y a al menos un periodista a anunciar el sábado que el ex candidato presidencial había aparecido ejecutado.
“Noticieros Televisa hizo pública su decisión de “no informar del caso hasta su desenlace”, una determinación que en los periódicos y televisoras del mayor prestigio en el mundo no está ni sujeta a discusión —conforma los códigos de ética internos, los procedimientos habituales—, y que en el caso de esa empresa es la práctica normal.
“¿Por qué no se hizo así en el caso Paulette?, preguntan algunos. Porque justo la familia pidió lo contrario: que se difundiera, y fueron los padres quienes, en voluntad propia, ofrecieron extensas entrevistas a distintos medios.
“¿Por qué no hacen lo mismo con otros secuestrados? De hecho, sí. Sea de alto impacto o no, Televisa no informa de un secuestro en curso a menos que la familia o la autoridad lo haga público. Televisa y quizá todos los medios han colaborado con las familias víctimas cuando han solicitado algo de esta naturaleza y basta recordar los casos Martí y Vargas, de los que no se informó en ningún medio sino hasta que los familiares lo difundieron. Lo diferente ahora, en todo caso, es que por tratarse del secuestro de más alto impacto en el último siglo, se informa públicamente de una decisión editorial, lo cual abona en la transparencia de la relación entre un medio y su audiencia.
“¿Esto significa que se va a ocultar el caso Diego? No. Es un espacio que busca crear condiciones, quizá vigente por unos cuantos días. Además, no es como que haya mucho que informar (las noticias sobre el caso prácticamente no han evolucionado entre sábado y martes). Si el gobierno yerra, si se detectan irregularidades, mentiras, si la de Fernández de Cevallos es otra investigación ridícula, no tengo duda de que Noticieros Televisa lo expondrá al aire”.
Hasta aquí su aclaración, tan conveniente a los intereses gubernamentales.
La cuestión es que este secuestro es del interés nacional y la información junto con sus hipótesis deben fluir libremente porque de eso depende garantizar un derecho fundamental de la sociedad, el de la libre expresión, eje central de toda democracia.
Antes que imponer silencios, mordazas, mejor debiera Calderón contratar a alguien que sepa del manejo de la información y sus medios, ¿no?