Saudade
Francisco Rodríguez jueves 20, May 2010Índice político
Francisco Rodríguez
De nueva cuenta, ahora en Madrid, Felipe Calderón se deshizo en críticas contra Brasil, país a cuyo dirigente parece envidiar. La prudencia de los palacios de Itamaraty y do Planalto es manifiesta…
APUNTA WIKIPEDIA, el significado de la palabra saudade: “del latín solitas, soledad, es un vocablo empleado en portugués y también en la lengua gallega, que describe un profundo sentimiento de melancolía producto del recuerdo de una alegría ausente, y que se emplea para expresar una mezcla de sentimientos de amor, de pérdida, de distancia, de soledad, de vacío y de necesidad. Saudade es la sensación que permanece cuando aquello que una vez se tuvo, material o inmaterial, que en su momento permitía disfrutar alegría y euforia se ha perdido y se extraña y el hecho de recordarlo, tenerlo de nuevo o pensarlo, produce una sensación de volver a la vida.”
Saudade es un sentimiento que, en portugués, acompaña a Felipe Calderón por todo el mundo. Y el causante no es otro que el exitoso Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil.
Cada éxito del ya reelecto mandatario sudamericano con orígenes en un partido de izquierda como lo es el del Trabajo, le duele en el alma al michoacano. Por tal, cada oportunidad que el ocupante de Los Pinos tiene enfrente, se lanza en contra de los brasileños.
Apenas esta semana, otra vez, en una entrevista para la TV Española, Calderón volvió a denostar a Brasil y a sus habitantes y políticos, so riesgo de provocar un conflicto diplomático con el coloso del sur que, hasta hoy, se mantenido prudente. Una prudencia similar a la del elefante que es molestado por una hormiguita.
Lo mismo hace la señora Zavala de Calderón, aunque sus foros son más bien domésticos.
Ya que dizque porque en el grandioso país bañado por el Atlántico hay más asesinatos que en México… ya porque ganaron la organización de los Juegos Olímpicos… quizá hasta porque su selección futbolera realizará un papel mucho más destacado que el de los “ratoncitos” verdes en Sudáfrica…
Eso para no mencionar su exitosa exploración y explotación del petróleo en aguas profundas -¿alguien se acuerda aquí del “tesorito”?-, la fortaleza de su moneda, sus crecientes niveles de industrialización, su conversión a potencia nuclear, el fortalecimiento de su mercado interno…
La nación verdeamarelha, en efecto, ha tenido cada vez más un papel preponderante en prácticamente todos los terrenos: políticos, económicos y sociales, científicos… o al menos así se ve desde el exterior.
La influyente revista Time ha reconocido a Lula, hace un par de semanas, como “la persona más influyente del mundo”. Y eso le debe molestar a Calderón, provocándole saudade, pues otra publicación neoyorquina, Forbes, tiene a los empresarios Carlos Slim y a Joaquín El Chapo Guzmán -empresario del mal, pero empresario al fin- en mejores rankings.
“Lula es un auténtico hijo de la clase trabajadora latinoamericana, que una vez estuvo encarcelado por liderar una huelga”, asegura el cineasta Michael Moore, quien se ha encargado de elaborar un perfil del líder brasileño para la revista en el que destaca los logros de Lula para llevar a su país “al primer mundo”, puede leerse en la edición del semanario estadounidense correspondiente a la última semana de abril anterior.
Calderón envidia a Lula y a Brasil, pero hasta ahí llega.
No despliega las virtudes políticas que algunos pocos le reconocen. Ni siquiera las de aprendiz de administrador público que otros menos le aplauden. Por tal es que México se le está deshaciendo entre las manos, prácticamente al mismo ritmo en el que el Partido Acción Nacional es vapuleado por el PRI en cuanta elección reciente se ha registrado en el territorio nacional.
Lula da Silva, sin duda, es la némesis de Calderón. Es su castigo divino -el de Zeus, no el que transformó a San Pablo- a su envidia y a su soberbia.
Índice Flamígero: La imagen que Calderón proyectó a las amplias audiencias mundiales de la TVEspañola fue de inseguridad frente a su entrevistadora. Con las piernas y los pies pegados uno al otro, se le veía incómodo sentado casi al borde de la silla.