La impunidad alienta al crimen
¬ Claudia Rodríguez lunes 3, Jun 2013Acta Pública
Claudia Rodríguez
Apenas el miércoles de la semana pasada, una de mis hijas me instaba a formular con palabras distintas el concepto de segundo de primaria de Formación Cívica y Ética del programa de la Secretaria de Educación Pública (SEP) respecto a que “la discordia surge cuando se establecen normas perjudiciales para algún grupo de personas para privilegiar a otras”.
De primera intención pensé en tantos ejemplos, pero ese no era el requerimiento, sino formular el enunciado con el mismo significado pero con distintas palabras.
No recuerdo de manera puntual cómo zanjé ese punto con mi hija, pero fue un ejercicio entre ambas de intercambio de ideas hasta lograr algo satisfactorio, al grado que ayer mismo me dijo:
No me he podido quitar de la cabeza cómo es que hay leyes que permiten que unos sigan siendo maltratados, mientras otros como si nada a pesar de que son tan malos, parece que son los buenos”.
Y entonces me pasó el balón del rondar las ideas en mi cabeza.
Sin embargo, así es nuestro México.
El hecho es que incluso ante el tamiz de la propia ley y de los jueces la impunidad sigue ganándole el campo a la verdad, la justicia y la igualdad. Sigo sin entender por qué las normas están ausentes de criterios para cada caso individual, es como si estuvieran carentes de moral, de principios y de la propia búsqueda de la verdad.
La impunidad que se extiende como una mancha que crece de manera exponencial ha permeado de tal forma entre la sociedad que no sólo los criminales saben que pueden hacer uso de esta incluso en el campo legal, sino también entre los flagelados, criminalizados y golpeados va esparciéndose la idea de forma férrea de que la mayoría de los que delinquen quedan impunes, como si fuera cosa divina.
Algo que debe agobiar incluso al propio Estado, es que la desesperanza muchas veces se adueña del que ha sido criminalizado y eso es muy grave, pues cuando se dan por perdidos los sueños, la lucha puede salirse del cauce legal, ya que todas las instituciones quedan en entredicho.
En lo personal, cruzo el camino de hacer valer las normas con criterios de justicia y de verdad. No sé qué tan golpeada llegue a la otra orilla, y si llegue.
Pero no sólo hay que quejarse de la impunidad, hay que intentar aplastarla y en su momento, gritar los nombres de todos quienes la propician, porque “la discordia surge cuando se establecen normas perjudiciales para algún grupo de personas para privilegiar a otras”.
Acta Divina…
¿Podremos avanzar en el reino de la impunidad?