La peor cara del PAN
Francisco Rodríguez jueves 23, May 2013Índice político
Francisco Rodríguez
Mientras se acumulan los casos de corrupción panista, a los blanquiazules no los escuchamos hablar, menos los vemos actuar, en temas que verdaderamente interesan a la sociedad.
¿Dónde están los panistas ante el presente y futuro crecientemente trastornado por cambios hasta ahora desconocidos en el mundo del trabajo, en las relaciones sociales, en la industria, en los servicios, en el concepto de bienestar?
Son desafíos que por supuesto no se enfrentan ni combaten con una expiación ética, unos cuantos insultos o los relevos de un coordinador legislativo.
Para abordarlos y resolverlos se requiere algo más de lo que ahora mismo muestran tener los panistas.
Y sí, véalos usted, tiene ya un buen rato que los miembros del partido con los colores de la Virgen María sólo hablan de los problemas de los panistas. Tiempo, también, que están desconectados de la sociedad. Y, peor todavía, de la realidad.
¿Qué nos interesa a los contribuyentes, que también somos electores, que a Javier Lozano Alarcón sólo le guste ser pastoreado por un Cordero?
¿Qué demonios tenemos que ver los contribuyentes, que también somos electores, con el sentido filial de Luisa María Calderón protegiendo a su hermanito menor, muy menor?
¿Nos interesa a los contribuyentes, que también somos electores, que el nuevo coordinador de la bancada albiceleste en el Senado sea malhablado y propietario de moteles?
El PAN está en decadencia.
Así, destrozado, deshaciéndose, se los dejó Calderón a los propios panistas.
Y esa decadencia no ha cobrado todavía conciencia de sí misma.
Por tal es que discurre privada del honor de la caducidad, pues podría ser permanente si, hastiados como ya estamos los contribuyentes, que también somos electores, les negamos el voto en los comicios venideros del 7 de julio.
¿Para qué darles poder a los panistas si sólo van a usarlo para darse cubetazos y escobazos entre ellos, y no para resolver los problemas de la sociedad?
TAMBIÉN ENLODADOS
La lista de panistas corruptos crece.
Los últimos, aquellos ocho “chivos expiatorios” —encubren las raterías de Patricia Flores— que, ya en prisión, cargarán con las responsabilidades del monumental fraude que es la Estela de Luz con la que se conmemorarían centenario revolucionario y bicentenario independentista, y que en su enanez ha quedado reducida a representar una administración que, como la de Felipe Calderón, no sólo fue fallida, incluso criminal por las decenas de miles de muertes que cobró su guerrita.
Un poco antes, a la lista del deshonor panista ingresó el ex gobernador de Aguascalientes, a quien se le ha iniciado proceso penal por la falsa adquisición de un tomógrafo, valuado en casi 14 millones de pesos, que deben ser algo así como la milésima parte de la riqueza que este sujeto debió acumular durante los seis años que dizque administró los recursos de los contribuyentes, en especial los de los hidrocálidos.
Y ahí están César Nava y Miguel Ángel Yunes y Martha Sahagún y sus bribones hijos Bribiesca y Genaro García Luna y Gil Zuarth y Padrés y Adame Castillo y Oliva y Larrazábal y… La lista es interminable.
Bien escribía, hace unas semanas, mi admirado amigo Álvaro Cepeda Neri:
“Los panistas, contra lo que sostuvieron Carlos Castillo Peraza-Felipe de Jesús Calderón, perdieron el partido y perdieron el gobierno.
En una década, mostraron que no estaban preparados para la administración pública; pero sí para, piratas de tierra, asaltar la nave del Estado y hacer de éste un botín al amparo de la impunidad. Han sido ladrones, rateros y cínicos hasta superar al antiguo priísmo, hermanados en los mismos vicios con el perredismo chuchista-ebradorista e imitadores del peñanietismo, nadando en el mito del libre mercado y el libre comercio absolutos, negándose a toda intervención para gobernar a favor del pueblo…”
Y sí, ¿o a poco no?
Índice Flamígero: Ejemplo no sólo de corrupción, también de desfachatez, Martha Sahagún irrumpe ahora en eventos a los que no ha sido invitada.
Se “cuela”. Da el portazo. Y la repudian. Sólo por mera cortesía, no la echan a la calle.