Hipertensos y diabéticos
¬ Augusto Corro jueves 25, Abr 2013Punto por punto
Augusto Corro
La obesidad es una enfermedad de las más terribles que azotan a la humanidad y si no se toman las medidas adecuadas, los gobiernos no tendrán el dinero suficiente para atender los problemas de salud de tantos hipertensos y diabéticos como hay en el mundo, que ponen en riesgo la vida de millones de personas. Todo ello derivado de la gordura.
De ir al paso que vamos, en 2030, en Latinoamérica podría haber 191 millones de obesos. Lo anterior fue señalado por Food Price Watch en un informe que publicó el Banco Mundial. Las cifras son alarmantes y urge que las autoridades asuman una responsabilidad más comprometida para orientar a la población a comer nutritivamente, lejos de la comida chatarra que en nada alimenta, pero que sí produce gordura.
Claro, el problema no será fácil de resolverlo. Son muchos los elementos que intervinieron para que en el mundo la obesidad se haya incrementado. Entre otras, la pobreza y las grandes migraciones del campo a la ciudad se encuentran registradas como factores importantes en el desarrollo de la enfermedad.
Con el desplazamientos de millones de campesinos a las urbes, la alimentación varió y una vida más sedentaria propició que las personas subieran de peso. Cabe hacer notar que la pobreza también ha influido en la obesidad. La gente, al tener los medios para obtener comida que nutra, se va por los alimentos que engordan como los refrescos y los productos elaborados con harina; además, se pone poco atención al consumo de la sal y de las grasas.
Los denominados como los tres enemigos blancos del hombre: sal, azúcar y harinas son manejados sin reflexionar lo dañino que son cuando se consumen sin límites.
Si a lo anterior le agregamos la falta de interés por consultar a un médico para saber cómo andamos de azúcar y como se encuentra nuestro corazón, el cuadro de salud será negativo. Además, si no se práctica algún ejercicio, la situación se vuelve más difícil.
Tenemos, pues, todos los elementos para seguir como un país de obesos. ¿Hasta cuándo? En nuestras manos está la decisión. Menos tacos, gorditas, papas, chicharrones y toda la comida sin grasa.
Con un poco de disciplina podremos controlar la diabetes y la hipertensión. Aún es tiempo de tomar las providencias para no sumarnos a esa cifra pavorosa de personas con sobrepeso. Es tiempo de que nosotros mismos nos encarguemos de velar, responsablemente, de nuestra salud.
Con el desplazamientos de millones de campesinos a las urbes, la alimentación varió y una vida más sedentaria propició que las personas subieran de peso. Cabe hacer notar que la pobreza también ha influido en la obesidad. La gente, al tener los medios para obtener comida que nutra, se va por los alimentos que engordan como los refrescos y los productos elaborados con harina; además, se pone poco atención al consumo de la sal y de las grasas.