Lo que nunca debió existir
Francisco Rodríguez lunes 8, Abr 2013Índice político
Francisco Rodríguez
El controversial memorial a las víctimas de la guerra de Felipe Calderón contra casi todos los narcotraficantes “nunca debió existir”, cual apenas dijo el secretario de Gobernación en la ceremonia de su inauguración, el viernes más reciente.
Pero no sólo el memorial. Lo que nunca debió existir fue el cúmulo de víctimas: 50 mil muertos reconoció el calderonato; en más de 70 mil, los cifran Javier Sicilia y su Movimiento por la Paz, quienes añaden 20 mil desparecidos
Lo que nunca debió existir, para empezar, fue el fraude electoral del año 2006, que abrió las puertas de Los Pinos a un personaje turbio, enfermo, lleno de complejos y resabios, que a las primeras de cambio, sacó al Ejército mexicano a las calles y ordenó a sus elementos realizar tareas policíacas para las cuales no estaban preparados, ni mucho menos, autorizados por la Constitución.
Lo que nunca debió existir fue el permiso y hasta el inicial aplauso a una acción dizque “legitimadora”, lo que a la postre nunca alcanzó sus objetivos, sino por el contrario agigantó el problema: más violencia, más muertos, más droga en nuestras calles, más secuestros, más desaparecidos, más crímenes… incluso de aquellos que decían combatirlo.
Lo que nunca debió existir fue el cuarto de guerra en el que tan a gusto se sabía estaba Felipe Calderón, tolerando y hasta incitando al enfrentamiento a sus colaboradores del llamado “gabinete de seguridad”: marinos contra policías, policías contra soldados, todos contra todos, y el michoacano feliz, como dicen que lo hacía Nerón cuando, alcoholizado, tocaba la lira mientras incendiaba Roma.
Lo que nunca debió existir, en fin, fue el sangriento sexenio de Felipe Calderón, quien debe ser llamado a cuentas ya por los tribunales del país, ya por los internacionales ante los cuales se han presentado denuncias por sus acciones genocidas.
No es venganza. Sólo justicia.
Y AHÍ ESTÁ
Si la decisión de Felipe Calderón de combatir al crimen organizado sacando al Ejército a las calles es y será siempre denostada, su manera de honrar a los muertos tampoco convence. Entre otras cosas, porque el memorial se levantó en un terreno de uso militar, lo que para algunos familiares simboliza, más que una catarsis del dolor, una reafirmación de uno de los factores del origen de la tragedia.
Dos días después del anuncio de la obra que Calderón inauguraría antes de que terminara su ocupación militar en Los Pinos, el Movimiento por la Paz de Javier Sicilia publicitó que dicho monumento no reflejaría el dolor de los familiares de las víctimas. Además de repudiar el lugar donde se instaló finalmente la obra, acusaron a Calderón de deformar la idea del monumento que esbozaron juntos en junio de 2011. Sicilia, incluso, lo acusó de traidor.
En entrevista, Sicilia definió metafóricamente la obra como una “fosa común” porque no viene acompañado de una labor de registro de víctimas. La cifra de muertos desde 2006 es incierta: el gobierno reconoce más de 50, 000 fallecidos; el Movimiento por la Paz habla de unos 70,000, además de 20,000 desaparecidos. Muchos cadáveres ni siquiera se han logrado identificar.
Y ante la voz de Sicilia, la administración calderonista sacó a sus cooptados a acallarlo.
La polémica “señora Wallace”, por ejemplo, dijo que “Javier es tan poeta (sic) que siempre le encuentra significado a las cosas”, cuando Sicilia, por ejemplo, habló de lo paradójico que resultaba el levantar el memorial en los terrenos del Campo Marte, el dios helénico de la guerra. Caballeroso, seguramente, se abstuvo de responder algo así como “ella es tan zafia, que…”.
Y, pese a todo, ahí está el memorial a las víctimas.
Y sí, nunca debió existir.
Índice Flamígero: A estas horas, en todo el mundo, se recuerda a los 6 millones de judíos víctimas del Holocausto. Y es interesante conocer que los nombres y datos biográficos, incluso fotografías, de más de la mitad de ellos están disponibles en la página de internet del museo Yad Vashem, cuyo nombre surge del Antiguo Testamento (Isaías, cap. 56, 5): “Y les daré a ellos en mi casa y dentro de mis muros un monumento y un nombre (un “yad vashem”) … que no serán arrancados”.