Catorce elecciones
Ramón Zurita Sahagún viernes 5, Abr 2013De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Se acercan los tiempos formales de las campañas políticas en 14 estados del país, en los que habrá comicios locales, en unos para elegir alcaldes, en otros diputados y en los más a los dos.
En uno de ellos, Baja California, habrá elección de gobernador, lo que redobla el atractivo, tanto para los electores, como para los que seguimos de cerca este tipo de procesos.
Lo más atractivo de esta contienda resulta ser comprobar si el PRI se encuentra de regreso como partido hegemónico o si en verdad los ciudadanos ya comprendieron que la vida democrática se encuentra inserta en el diario acontecer. Para muchos, la alternancia es la vía más rápida a la democracia y a la modernidad del país, ya que de esa manera se da oportunidad a otros partidos de mostrar que sus ofertas son mejores que las anteriores y que sus gobiernos cumplen con lo prometido.
En Baja California son más los que apuestan a que se presentará la alternancia, que los que mantienen su apuesta de que continuará vigente el panismo. Para ambos partidos lo que está en juego es más que una simple gubernatura.
Para los priístas, representa el regreso a gobernar el estado donde se inició su debacle que 11 años después terminó con 81 años de gobierno a nivel federal. De recuperar el gobierno y mostrar que la nueva imagen que presentan los tricolores permeó ya en el interior de los electores y recibirán otra oportunidad de gobernar.
Para los panistas representa mostrar que la pérdida de la Presidencia de la República y los problemas internos por el control del partido no mellaron en su oferta electoral y que los ciudadanos los continúan viendo como una alternativa.
En Baja California se presenta el paquete completo, es decir, los ciudadanos van por un nuevo Congreso y cinco alcaldes. Lo curioso de esta entidad es que el Congreso es mayoritariamente tricolor, las cinco presidencias municipales las encabezan priístas, pero la administración estatal la preside un panista, como lo vienen haciendo en esta instancia desde hace 24 años. Para los restantes 13 estados, el proceso electoral del 7 de julio representa la oportunidad de que los partidos sean resarcidos de los resultados de hace tres años y prepararse para la elección de cambio de gobierno estatal en tres años más.
Los procesos que resultan más atractivos son aquellos en los que la alianza entre los partidos de la izquierda con el de derecha consiguió arrancar la victoria a un priismo que nunca había sido derrotado.
Los electores de Puebla, Oaxaca y Sinaloa, han tenido tres años para evaluar si fue acertada su decisión de dar oportunidad a otros partidos de gobernar, sin importar que los tres gobernantes hayan pasado antes por las filas del tricolor o si resulta factible devolverle la confianza a los priistas.
Rafael Moreno Valle Rosas, Gabino Cué Monteagudo y Mario López Valdez se constituyeron en el 2010 en figuras esperanzadoras, pero que han decepcionado terriblemente a los que confiaron en ellos y en sus ofertas electorales.
Es cierto que en esta ocasión no estará en juego el gobierno estatal, pero sí las presidencias municipales y el Congreso local.
Los aliancistas ganaron hacer tres años las capitales estatales de Puebla y Oaxaca, aunque no lo consiguieron en Sinaloa, donde se conformaron con Mazatlán, el tradicional puerto turístico.
Sin embargo, en Oaxaca y Puebla controlan la Cámara de Diputados local.
Veracruz resulta ser otra entidad interesante, ya que la oposición panista que encabeza la familia Yunes desea atrapar el mayor número de alcaldías y diputaciones que les sirvan en tres años más como trampolín para que uno de sus miembros sea candidato al gobierno estatal. Boca del Río es la gema que busca rescatar esta familia que mantiene el dominio de una parte de la estructura estatal panista.
Chihuahua, otrora gobernada por el panismo es un estado en que le resulta difícil ganar a los blanquiazules, con todo y el mal gobierno de César Duarte. Ciudad Juárez y Chihuahua capital, han sido gobernadas por militantes de Acción Nacional en ocasiones diversas y el descontento ciudadano por la inacción de las autoridades estatales para frenar la violencia puede ser una herramienta que los lleve a buscar otras opciones. En esta entidad se presentó un fenómeno curioso, cuando los perredistas estatales solicitaron autorización para ir en alianza con el priismo.
Tamaulipas y Coahuila, son otros estados azotados por la violencia, donde los ciudadanos están hartos del papel decorativo que juegan sus gobernantes, ya que tanto Egidio Torre Cantú como Rubén Moreira Valdés, desembocaron en sendas decepciones.
La violencia mantiene como rehenes a la población que temerosa se atreve a circular o desarrollar sus actividades cotidianas.
Zacatecas y Durango, son entidades de bajo perfil, con gobernadores jóvenes, pero simplemente anodinos.
Hidalgo es de los pocos estados en que el gobernador Francisco Olvera Ruiz pudo traspasar esa delgada línea entre lo prometido y lo cumplido.
Quintana Roo y Tlaxcala resultan ser el más claro ejemplo de que ni tan joven, ni tan maduro deben ser los gobernantes.
Roberto Borge Angulo es un mozalbete interesado en la diversión, más que en gobernar, sin importar que sus gobernados exijan resultados.
Mariano González Zarur muestra que esperar tantos años para asumir el último peldaño de su carrera política no es conveniente.
González Zarur fue derrotado en 2004 y obtuvo una nueva oportunidad seis años después, para terminar con el cacicazgo estatal de Beatriz Paredes Rangel, pero llegó flaco, cansado y sin ilusiones, resultado un fiasco que, se advierte, entregará malas cuentas a su partido y a la población en general.